JOSÉ JUAN TABLADA, JOVEN AUN
Diálogo con JOSÉ JUAN TABLADA Seguro de haber encontrado en la lámpara de Aladino el espejo de la juventud eterna, José Juan Tablada se ha escapado esta vez de la ciudad estentórea en que vive hace muchos años como el héroe que en la arena hacía y deshacía su Itaca entre brumas de isócrona ilusión. Esta vez le han traído ganas irrefrenables de ver todo lo suyo, ya no en imagen como lo ve en su cristal talismánico de doctor en ciencias ocultas y en letras humanas y divinas que ha sido zarandeado en su isla magnética por todas las tempestades de la emoción y que se evade cada vez que tiene locura de navegar hacia la dulce rosa náutica en que -tal una abeja de corazón inmortal- halla la miel dichosa que su sensibilidad codicia con avara locura.
He aquí al poeta que retorna sintiéndose Adán en un paraíso de sorpresas, en su México pluscuamperfecto que le es presencia diaria en la cabaña de la divina Primavera donde -alquimista que sabe muy bien el timbre de voz de sus metales absurdos- ha podido hacer posible la estilización de todo lo que en tiempo le ha dado con esencias de su país, las formas perdurables de la cultura transparente.
-Traigo la antigua alegría soy el mismo y como si acabara de nacer, sin despojarme de todo lo que he aprendido en mis viajes a través de países que no existen y de países auténticos. En mi se ha operado muchas veces la terrible metamorfosis del que fue y regresa. Creo en el milagro.
Podría así haber comenzado sus líricas confidencias en el vestíbulo del Hotel Luxor, a donde me convocó para inolvidable tertulia de la que fue testigo el joven pintor Cueva del Río. Es el mismo, en verdad, el mismo que visité hace mucho -¿cuánto hace?- En su palacio rústico de Coyoacán donde por entonces alternaba los diarios ejercicios de vendedor de vinos selectos con sus investigaciones de entomología que le asemejaban mucho al terrible poeta que nos dejó fábulas diabólicas en su "Física del Amor".
-Lo único cierto es eso, el Amor, así con mayúsculas porque es sufrimiento y goce. Y sigo entregado a mis preferencias intelectuales, pero con la ventana muy alerta hacia los vientos que conmueven el mundo. Mi preocupación ha sido siempre la de no dejarme sorprender, la de sumergirme con una elegante escafandra en el gran acuario en que la estrella de mar y el pez espada se entregan a la natación, no sólo por deporte sino por encontrar su propia voz y sobrevivir?
Hiroshigué, el pintor de la niebla y la lluvia que nos descubriera José Juan en un libro que es documento diáfano, sigue siendo su amigo incomparable. Y de pronto recreándose al hojear su "Historia del Arte en México" llama la atención hacia el capítulo en que, refiriéndose al arte precortesiano diserta sobre códices y frescos.
-Cuando apareció el libro -me dice- no entendieron muchos la importancia de ese capítulo en que hay figuras como la del conejo, que señalan con autenticidad la evolución del jeroglífico al realismo. Y era necesario comenzar en los datos de la cerámica, la plumaria y los códices, para entrar de lleno a los problemas que el arte europeo planteó en la vida mexicana. Acabo de fascinarme ante cabecita totonaca, en que se ve con claridad que el crítico de arte debe valorar cuando se dice que el indio sólo es gravedad heroica, vida interior que se quema olvidándose, como lo dice esa figurilla, de algo diverso porque asoma ahí la carcajada.
Siempre que viene aunque sea en rápidas vacaciones, no prescinde de dos visitas de devoción: la terraza del Castillo de Chapultepec y el Salón de Monolitos del Museo Nacional. Y ahora encuentra que muchas cosas están cambiadas, que la gente, su gente sigue con el mismo buen humor pero hay otro estado de ánimo: las niñas humildes visten con aliño y cuando las ha encontrado haciendo corros de escuela en la explanada el espectáculo le ha parecido más impresionante que el de un ballet ruso.
-La meserita y el chofer me han dado respuestas maravillosas. No cabe duda, México se está transformando. Y lo mismo pasa en la canción. Puedo vaticinar que en cuanto algunas de esas canciones que andan por la calle, las más notorias, sean conocidas en Nueva York, se harán populares.
¿Y las telas mexicanas continúan teniendo admiradores allá? ¿O se trata de uno de esos reclames inteligentes que intrigan a los cazadores de noticias?
-Nada de eso. Hay verdadera curiosidad en los Estados Unidos por dar su justo valor a muchas de nuestras cosas de arte. Las telas de México siguen siendo solicitadas y pasa lo mismo con las de Guatemala, sólo que las nuestras tienen una riqueza de motivos que impiden la monotonía. Los equipales de Guadalajara, para el Verano, han estado muy en boga en los últimos días. Todo esto hay que organizarlo, darle un programa de propaganda porque de otra manera estamos perdiendo el tiempo.
Y aquella señora Paine, ¿qué se hizo?
-¡Formidable señora! Es una de las más listas para explotar las cosas mexicanas ganándoles el treinta por ciento y haciendo lo mismo con algunas artistas que han caído en sus redes, porque se trata de una mujer que conoce plumas, pelos y metales?
¿El treinta por ciento?
-Va un artista inexperto se deja atrapar por ella, ella tiene relaciones, cuenta con una galería, prepara la publicidad y luego cobra. México produce más de lo que nos imaginamos puertas adentro.
Pero se nos dice que Alma Reed?
-La novia de Carrillo Puerto, la que se quería casar con él a condición de que su mano valía cien mil dólares. Va a escribir un libro sobre su novio. Me gustaría escribir una serie de crónicas que llevase el nombre de "México de Noche y de Día", pero mientras tanto habrá que seguir escribiendo "New York de Noche y de Día". Los japoneses, como los antiguos mexicanos, encontraron una deliciosa simbología en el conejo. Hay que seguir como el conejo con la oreja lista y el ojo abierto mientras la aurora llega y el dinero de Rockefeller se emplea bien, no en obras de misericordia, como pasa algunas veces, sino en una labor inteligente que está dirigida por quienes sientan bien a México y lo estudien sin afán de llenarse la hucha.
Podría haber una exposición permanente de las artes industriales mexicanas en Nueva York, algo que continuase estimulando la curiosidad que suscitaron las joyas de Monte Albán.
-Y aquí se me ocurre contarle algo delicioso. El otro día Rockefeller recibió la solicitud de una de tantas malas obras de las buenas señoras. Y es que algunas de ellas huelen el dinero antes que el vil metal haya salido a flor de tierra.
¿Por ejemplo?
-Conozco el caso de una muchacha americana que se hizo pasar por india maya y que llamó la atención en los Estados Unidos. Aquí se confirma nuestra sospecha de que los mayas están muy emparentados con los judíos quién sabe por qué avatares del destino.
Podría el actual embajador en Washington hacer una propaganda que rectifique?
-Muy bien, porque Castillo Nájera, una señora mexicana "que deseaba se protegiera al indio". El magnate contestó que había que proteger "a ese indio" sin darse cuenta de que el singular pluralizaba, dió a la señora una modesta suma de dólares para cierta exposición de arte indígena. Eso fue todo. Y para nuestra desgracia, se pudieron dar cuenta de que una rana de Limoge traída de Europa a New York para decorar un estanque tiene precio menor que una rana de las que en México se hace en cerámica o en cristal. Y lo que tiene que suceder es que los visitantes a una exposición que no prevé estos paralelos se convencen de que los artículos mexicanos cuestan más. Esto es lo que yo llamo: Castillo Nájera está en posición envidiable para hacerlo, además de que se hayan extraordinariamente acondicionado como diplomático modernísimo, que tiene a su disposición idiomas, simpatías personales, un dinamismo que ya quisieran muchos del vecino país y luego es un conversador que verdaderamente seduce. Castillo Nájera puede hacer mucho y estoy creyendo que lo hará.
¿Que se hizo aquel mexicano Carranza que metió tanto ruido hace unos quince años?
-Era hijo de uno de los de la firma Carranza y Dublán, impresores que hacía "Revista Moderna". Todavía está en Nueva York. Usted conoce bien la historia de él, que supera a su leyenda: las pobres libélulas cayeron en sus trampas de luz y creo que siguen cayendo?
Ahora estamos esperando a Krisnamurthi. Usted lo conocerá.
-Es uno de los buenos maestros que trae su mensaje sencillo y que ha demostrado tener honradez, pues no se quiso prestar a mistificaciones. Pero para mí, alguien que está más alto que los rascacielos y a quien considero mi maestro, mi orientador, es Claudio Blogdon el autor de "Los Eternos Polos", "Viejas Lámparas Para Cosas Nuevas" y otros libros preñados de sabiduría recóndita, de melodiosa esperanza. Blagdon es uno de los exploradores de la cuarta dimensión.
Al llegar aquí, Tablada parece moverse en el plano iluminado adonde gusta refugiarse cuando le fatigan las angustias de la emoción y de la sed de amar. Se refiere a la estructura del átomo que en 1880 fue anunciada por la señora Blavasky; a la conciencia cósmica, a los caballos blancos y negros de Platón.
¿Y el budismo?
-Hará unos 30 años que me inicié en esos estudios trascendentales. Hube de comenzar con la lectura de los textos búdicos que se custodian en la Universidad de Harvard. Pero sucedió que una tarde mi criado japonés me anunció que Ella, la inevitable Ella, estaba preguntando por mí y así fue como después de un inicuo despertar pude darme cuenta de que sobre los textos sagrados había impuesto su victoria total Venus Anadiómena. El Amor es goce, pero también es sufrimiento y toda la sabiduría antigua nada vale contra él. De nada sirve haber pisado los umbrales de la serenidad tras dolorosas disciplinas.
Tablada tiene brillante el rostro mientras habla así. Es el alquimista que se conforma con sus pasajeras derrotas después de haber escuchado la voz artral de los metales y de jugar al escondite entre los perfumes. Aviador audaz, con paracaídas teñido de colodión, ha volado por firmamentos resplandecientes porque es el poeta que goza con la transmutación de las palabras; pero también ha sabido batirse con el pecho desnudo contra la realidad negra.
-He sido comerciante en Pinos, vendedor de muebles, librero que fracasó, domesticador de cisnes y de serpientes, y ahora mire usted la colección de acuarelas en la que tengo unos 200 hongos. A eso me dedico ahora mientras puedo publicar otros libros. Aquí tiene estos monstruos preciosos, sutiles, fantásticos. Los hongos me permitirán escribir una monografía que yo mismo he ilustrado. Éste es, entre otros el "Clytocibe illudes", que florece en la noche como si fuera oro volador bermejo?
Y esas criaturas frágiles con apariencia de fantasmas o de larvas que se desvanecen, que se corporizan, que adoptan posturas de metafísica, sostienen largos soliloquios con el poste que ha visto pasar a las mujeres de la Quinta Avenida "tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida" y que, sin embargo a pesar de todo, a pesar del tiempo terco, todavía más allá más altos que los rascacielos cultiva sus sueños aéreos, feéricos, como en un "room garden" purificado a la intemperie, iluminando noche y día por la lámpara de Aladino que entre la bruma hace llamadas de amor con el ritmo de relojería de las estrellas.
Publicado en "Revista de Revistas" en septiembre de 1935.