ROMERA NAVARRO Y UNA PECHUGA AL VAPOR
Diálogo con MIGUEL ROMERA-NAVARRO Los ha presentado Mr. J. R. Spell, el universitario norteamericano que conoce al dedillo al "Pensador Mexicano", y sobre éste acaba de presentar una tesis doctoral. Es una de esas cartas que pueden decir: "Mis amigos tienen que conocerse".
Hacía tiempo que me sonaba este nombre: Miguel Romera-Navarro. Pero no sabía que era catedrático de español en la Universidad de Pensilvania, que de sobra lo sabemos, no necesita presentación. Romera-Navarro, uno de los biógrafos de Unamuno, el becado de la colegiatura para viajar que instituyó Jusserand, el autor de una "Historia de la Literatura Española", para uso de estudiantes norteamericanos.
Ha venido a pasar un par de semanas, casi un "week-end", al México alucinante, tan cerca y tan lejos para quien, como él, tiene deberes despóticos, cátedras, colaboraciones para revistas, libros didácticos, mesas redondas para discutir sobre hispanismo, panamericanismo versolibrismo.
-Es intensa la inquietud universitaria en los Estados Unidos para entender los problemas de nuestros pueblos. Y como tienen dinero para sus estudios, para sus investigaciones, no ponen reparos gastándolo. El conocimiento de México nos llega por la prensa, el cine, la pintura nueva, las artes populares, el radio. En fin, que hasta los temas de esta historia literaria apasionan a los estudiosos. Un caso es el de Mr. Spell.
Y hablamos de otros que, aunque no vivan en México de aquí extraen la materia prima para sus investigaciones desinteresadas: Irving A. Leonard cuyo libro sobre Sigüenza y Góngora aporta documentos inéditos que halló en Sevilla; L. Byrd Simpson, que está aquí perfeccionando lo que sabía sobre el encomendero español en América; Dorothy Schons, que después de trazar el mapa bibliográfico de Sor Juana se apodera de Ruiz Alarcón diciéndonos algo más que lo que dijo Henríquez Ureña y otros muchos que harían larga esta lista, otros que continúan buscando las simpatías que pueden construir para que se borren las diferencias.
Romera-Navarro es graduado en las Universidades de Granada, Madrid y Pennsylvania; fue Secretario de la Sección de Ciencias Morales y Políticas en el Ateneo madrileño; ha recorrido ciudades e ideologías, dando conferencias, sustentando cátedras, escrito nueve libros, concurrido a congresos. Y tiene tiempo para colaborar con monografías de fina calidad en "The Romanic Review", "The Modern Philology", "The Modern Lenguaje Notes", "Hispania" y "Bulletin Hispanique". Acaso su "Manual del Comercio" y su "Historia de España" sean las obras que más prestigio y dinero le han dado en el vecino país.
-Aquellas Universidades- me dice- necesitan de algo que podemos darles: libros de texto sobre cosas nuestras, pero conviene entender lo que es aquella didáctica para no dar un paso en falso.
¿Y su libro sobre Unamuno?
-Parece que no le satisfizo a don Miguel. Yo lo traté mucho antes de escribir este libro. Qué personalidad tan interesante, tan original, tan española. Nadie sabe a qué horas lee, se informa, se documenta; porque se le ve en muchas partes conversando de aquí para allí, con su eterna manía de andar. Es un andariego terrible. Y un gran amigo.
Luego hablamos de los grandes hispanistas que hay en los Estados Unidos y de las casas editoriales que dan preferencia a los libros sobre España y la América Española: Mc Millan, Heat, Holt, Ginn and Company. No faltan a la cita de Federico de Onís, que hace gran magisterio desde su sitio en la Universidad de Columbia; ni Alfred Coester, ni Rosemberg, ni el doctor Ford.
-De los nuestros hay magníficos trabajadores que en la cátedra y el ensayo sobresalen: Arturo Torres Ríoseco, Carlos Eduardo Castañeda, por ejemplo.
Romera-Navarro deplora que no se haya seguido publicando la excelente revista de estudios hispanoamericanos que dirigía Onís con la ayuda de la Universidad de Puerto Rico. Pero reconoce que "Hispania", de la Universidad de Stanford está en pie y que la labor de los maestros de español dispone de ricas savias de fuerzas vivas que trascienden a otros países, a la Rusia Soviet, uno de ellos.
Justamente -le digo- el profesor Scherefedesky, de la Universidad de Tomsk, en Siberia, me ha escrito pidiendo informaciones, buscando coordinar metodologías para enseñar nuestro idioma.
En la charla se alude al Servicio de Información en Lenguas Extranjeras que funciona en Nueva York. Y, como era lógico, a la Escuela de Verano en que la Universidad de México congrega numerosos estudiantes y profesores que buscan algo más que el sarape la jícara y la balacera?
-Volveré a México, y pronto -me dice Romera-Navarro- Este viaje me ha servido de coock-tail. Lo curioso del caso es que estando a un paso no haya venido antes. Casi todos hacemos las vacaciones en Europa.
¿Por qué no trae un buen grupo de estudiantes de Filadelfia? Hay que ponerles un mapa al frente para que vean que aquí hay mucho que ver.
Romera-Navarro con discreción que cautiva, deja traslucir sus inquietudes por los avances de la revolución social. Tenemos pues que darnos el santo y seña antes de que nos arrollen los acontecimientos. No hay que hacerse ilusiones. El mundo marcha, como diría Perogrullo repitiendo a Pelletán, y lo que no hagan los universitarios, las gentes de observatorio, de cátedra, de "ojos claros serenos" lo harán los pueblos en su afán de bienestar.
¿Conque, amigo don Miguel, ¿hasta cuándo?
-Hasta la vista. Le mandaré los menús que le he prometido. Y, sobre todo, la receta para el "mole de guajolote" que tiene una cocinera mexicana en Filadelfia.
Publicado en "Revista de Revistas" en diciembre de 1931.