DIJO MANUEL TOUSSAINT
Diálogo con MANUEL TOUSSAINT Hablar con Manuel Toussaint -sobre todo después de un viaje por tierras para él desconocidas, él, que es tan curioso, tan ávido- es una verdadera, exquisita delicia. Porque Toussaint sabe tantas cosas?
He hablado con él a su retorno de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Sucre, y las ciudades en donde ha podido -gracias le sean dadas- encontrar que hay una arquitectura nueva: la andina. He procurado encontrarle en el momento más plácido de sus evocaciones, de sus erudiciones (permítaseme la palabra en plural, ya que él tiene tan singular erudición). Y me pasma, me confunde, casi me anonada, la puntualidad con que cita sitios, fechas, nombres, hasta plurales de verbos andinos?
En su sosegada residencia de las calles de Santa Rita, en esa Colonia del Valle donde el agua potable ha escaseado a últimas horas, a pesar del pozo artesiano y de la lluvia franciscana, me recibe Manuel, mi antiguo amigo, siempre alerta, quieto, con esa hosquedad aparente que sólo puede ostentar quien, como él, es dueño de itinerarios que no saben en donde tienen la terminal.
-Quiero invitarlo -me dice- a mi próxima excursión.
Gracias. ¿Para cuándo?
-Ya veremos. Será pronto. Usted necesita ir con nosotros.
De modo que, Manuel?
-Sí, continuamos trabajando en la redacción del Catálogo Monumental Artístico de México. Ya le contaré. Usted tiene que venir con nosotros.
Pero, hombre, Manuel.
-Y ya le hablaré de lo que he encontrado en mi último viaje. Un viaje maravilloso, estupendo?
Cuénteme, Manuel?
Y Manuel suelta la hebra -una hebra áurea, fina, espléndida- como gran conversador que es y que tiene dominio cabal de lo que estudia.
El barroco, ¿Qué tal en Sudamérica?
-Un barroco precioso, que merece toda nuestra atención y del cual querría hablarle detenidamente; pero eso será en una conferencia, en una charla más formal? Es un barroco muy serio.
¿Y lo del siglo XVI?
-Traigo entre ceja y ceja una teoría, mejor dicho, una hipótesis. Visité muchas ciudades del norte argentino, menos la comarca de Misiones: visité el Perú y antes Bolivia.
¿Y el Ecuador?
-No pude visitar el Ecuador. Pero me conformo con haber llegado hasta Lima y el Cuzco. No cabe duda que he podido conocer testimonios efectivos de que ha habido, de que hay, un magnífico arte mestizo en Sudamérica. La ciudad del Cuzco es española; pero la parte de abajo, que está construida sobre las antiguas murallas incaicas, eso es algo grandioso, algo que me ha dejado estupefacto. Lo mismo le diré de algunas ciudades bolivianas. ¡Y qué paisajes!... ¡Y qué gentes!... La hospitalidad de aquella gente es algo único, inolvidable. No tengo palabras?
¿Y Buenos Aires?
-Una ciudad que es orgullo de América. Buenos Aires tiene en estos momentos, tres millones de habitantes. No nos conocemos. Hay que confesarlo. Buenos Aires es nuestro orgullo. Imposible contar a usted todo lo que me sorprendió en Buenos Aires. Una ciudad europea. No cabe duda que hay en Argentina toda una cultura, que se trabaja en serio, que debía estimularnos.
¿Y vio a Pedro?
-Pedro Henríquez Ureña está perfectamente instalado. Le estiman, le respetan, le consultan. Ahora es catedrático de la Universidad de La Plata. Y colabora en "La Nación", y le pagan bien. Y por sus libros, al hacer balances de año, recibe dos, tres mil pesos argentinos.
Los catedráticos, entonces, ganan bien en Argentina?
-Por dar tres clases a la semana, un catedrático tiene, en Buenos Aires, trescientos cincuenta pesos argentinos. De modo que uno puede dedicarse a la cátedra y vivir holgadamente, entregarse con entusiasmo, con pasión a su cátedra, que es lo que debía hacerse en México. ¿No le parece?
¡En México se pueden hacer tantas cosas, Manuel! Aquí tenemos material incomparable si lo comparamos con otros países de Nuestra América. Pero sobre esto hablaremos otro día.
-Lo curioso es que en Argentina, en Chile, en Bolivia, en el Perú, no se nos conoce como ya sería tiempo?
Pero es que?
-Sí, ya sé lo que me va a decir. Pero es que se conocen los que tienen correspondencia, que se canjean libros, ¿pero el gran público?; ese desconoce lo que pasa en otros países. Por eso está bien que hayamos resuelto fundar el Instituto de Arte Americano.
¿Dónde estará la cabeza de ese Instituto?
-La idea surgió en una charla en la que estaban presentes Uriel García, del Perú; Torres Revello y Levene, de Argentina; Donoso, de Chile, ¿para qué citar más?...El Instituto tendrá su asiento principal en Buenos Aires, por múltiples razones que a usted no se le escapan, una de ellas la de que fue en Buenos Aires en donde la idea surgió; la otra, la de que en Buenos Aires tienen elementos para llevar adelante la idea. Usted se sorprenderá si le digo que en Buenos aires, cuando preparé una conferencia sobre el Arte Mexicano, fue un catedrático, don Mario J. Buschiazzo, de la Universidad de Buenos Aires, quien me facilitó las dispositivas para ilustrarla. ¡Una verdadera maravilla! Dicho catedrático, sin haber salido de aquella capital, es un profundo conocedor del panorama del arte de América. Y, como él, hay coleccionistas y hombres de estudio que están magníficamente documentados. ¡Con decirle, por ejemplo, que don Alejo González Garaño es un admirable conocedor de la Historia de Buenos Aires y que hay coleccionistas como Crespo, Santa marina, Llovet, que tienen notables colecciones para estudiar pintura europea! Usted puede estudiar en Buenos Aires a Picasso, Monet, Gaugin, en fin, ¿a que citar nombres?
¿Y los resultados del Congreso de Historia de América?
-Excelentes. Pues basta decirle que por primera vez figuró la Sección de Historia del Arte. Y que en ella se trabajó concienzudamente y de ella surgieron ideas que tratamos de llevar a realización lo más pronto posible.
Así va, interesantísima, colorida, la conversación de Manuel Toussaint, desde el Museo de Luján, que está cargado de Historia Argentina, hasta la Casa de Torre-Tagle, en Lima, pasando por las ferias indígenas en Bolivia, las estampas vivas del Perú, la tierra solar de Arequipa, el paisaje gris, árido, de Bolivia, las telas, la cerámica, el Museo Larco Herrera, la hospitalidad de aquella gente, que tiene sus curiosidades dirigidas hacia México -tal me lo dice Manuel en su charla tan fértil en temas, en sugerencias, en evocaciones.
¿Haremos ese Instituto de Arte Americano?
-Voy a convocar dentro de pocos días a quienes me parece que deben organizar la Sección de México. Voy a dar un par de conferencias en torno a las impresiones que traigo. Habrá una revista en Buenos Aires para dar a conocer los trabajos de todos los países americanos. Ese instituto no tendrá carácter oficial, sino que será privado, a fin de que tenga más asegurada la vida.
¿Las huellas de lo indígena en la arquitectura que usted conoció?
-No cabe duda que hay un arte mestizo. ¿Razones? ¿Argumentos? Ya hablaremos?
Y Manuel Toussaint pone punto y coma a nuestra conversación, que no puede ser más agradable, más cautivadora, porque en ella ha procurado relacionar las influencias españolas de arte en México con las que hubo en la grande área sudamericana, produciendo ejemplares que son motivos de fascinación para quien, como él, es un verdadero hombre de estudio, que, ahora más que nunca, se ha dado cuenta de que, a través de los valores estéticos, hay una íntima, profunda realidad americana. Y esta es la lección que ha podido aprender con la modestia que le ennoblece y que es uno de los dones más hermosos de su personalidad, a la vez que un venero inagotable para su erudición y su fino, depurado, tan depurado gusto.
Publicado en "Revista de Revistas", en noviembre de 1937.