FÁBULA y REALIDAD DE MIGUEL N. LIRA
Diálogo con MIGUEL NICOLÁS LIRA Hemos llegado al momento en que la amistad es un clima. Elegancia de clima, diafanidad de aire, y alegorías, gozoso júbilo. Y el día -diamantino- se mira en el espejo de aquel año que en la Escuela Nacional Preparatoria tiene su luz perfecta en los horarios. Y la muchachada que en el aula de Historia de México infundía el pánico y hasta gustaba con diabólico deleite de sacudir con plumero de dinamita las imágenes labradas en la sillería del "Generalito": Gómez Arias, Azuela, Bustamante, Ahumada y un veracruzano bárbaro, de nombre Aurelio.
Y hemos reanudado muchas veces el diálogo, sobre problemas metafísicos de las artes gráficas, sobrenombres de la lírica actual, sobre tantas cosas que intrigan a la inteligencia? Y hemos conversado quietamente en su taller de tipógrafo; por qué Miguel N. Lira, además del terrible apellido y el nombre arcangélico, es maestro de tipografía y tiene imprenta propia y un hogar dichoso, y libros que le obedecen, y es editor ilustre que ha dado a la palabra "Fábula" su más pura dimensión.
-México, que fue el primer país de América que tuvo imprenta, está obligado a darle un impulso más serio a sus artes gráficas. No se ha hecho aún todo lo que se debe hacer. Algo, en esa "Historia Gráfica de la Tipografía Mexicana" de Enrique Fernández Ledesma. La colaboración de Francisco Díaz de León ha sido definitiva.
-Porque Díaz de León es de los que conocen su oficio; es el técnico de la tipografía en México. Díaz de León, francés; claro que los franceses no son los mejores tipógrafos actuales, aunque la sobriedad de la tipografía americana es muy recomendable, nada más que es seca. Así es que a Fernández Ledesma le ha de haber enseñado los mejores caminos, los más seguros.
-De lo que se ha publicado afuera, por mexicanos, "Oh, tú que comienzas", de Paco Orozco Muñoz, es casi perfecto. Y es que Paco me ha descubierto tildes mínimos que, para él, afean el libro. Ese libro es todo un ejemplo; señala posibilidades de resurrección a los grabadores, los impresores mexicanos.
-Pero es que el libro está hecho en Amberes. Y hay otro libro precioso, otros libros, los de Alfonso Reyes. El último "Minuta", hecho por Stols. Una maravilla. Éste si no tiene tacha, como la tiene "Romance del Río de Enero", porque Stols metió tipos que no eran de la misma familia, y aquí no, aquí sí está parejo. "Minuta", juego poético, grabado de Margueritte Barciano.
Lo conservo con placer. ¡Qué fiesta!
-El "Romance del Rio de Enero" no está perfecto, por allí hay títulos en los poemas, letras que no son de la familia, y capitulares que no están atrás de la línea, sino zafados, cosa que es inexplicable en este Stols que dicen que es ahora la cumbre?
¿Los caracteres Lutecia, el tono de la "Revista de Occidente"?.
-No; la revista tiene el tipo delgado y éste es redondo. Pero sí puede ser que éstos sean los dos mejores libros editados en el extranjero. El error fundamental en el de Orozco es este: que las capitulares, que no tenían tipos de ese tamaño, se tuvieron que reproducir sacándolos en fotografía y hacerlos en clisé. No es tipo la carátula, pero el libro está estupendo. Sobre todo ¡esos papeles que nos hacen tanta falta en México!
¿Qué es lo más fino que en papel hacen aquí?
-El "Malinche", y malo, porque es transparente, pero es infinitamente mejor que el "Biblos". Es muy mal papel. Lo que voy a hacer es usar papel de dibujo, y así voy a hacerle un libro a Alfonso. Lo haré a base de puro papel marquilla, y como no se pueden traer a México esos papeles, hay que aplicar los papeles de dibujantes. Es que cogen muy bien la tinta y hay la ventaja de que no se transparentan.
¿Y los papeles antiguos, del XVI y XVII, que había en México? El color de las tintas era tan fijo, que aún nos parece que el libro acaba de salir. Un caso: la crónica de P. Vázquez.
-¡Pero era papel hecho a mano!
Pues que lo vuelvan a hacer. ¿Qué? ¿Ya se perdió el buen gusto?
-Hay un papel que se llama "Génova", con el que hacían antes los cigarritos. Bueno, pues he andado buscándolo, porque está hecho a mano y las impresiones han de quedar perfectas allí, y no lo hay, no lo hay. Para conseguir el "Guarro" anduve buscando en todas las librerías y conseguí alrededor de cinco cuadernos de cinco hojas cada uno: de manera que no hay en ninguna parte papeles para impresión propiamente hablando, porque el "Garamont" no existe ya, no lo hacen o no lo mandan porque cuesta mucho. El "Old Style" tampoco y esos son los papeles mejores que ha habido en México para imprimir. Uno tiene que refugiarse en San Rafael y San Rafael es lo único que hace.
Ese libro que Tablada hizo sobre Hiroshigué? Un papel importado.
-Ojalá que los de la "CIAP" vayan a hacer algo bueno. Puede que traigan el "Vangelder" de Holanda.
¿Y para ti, cuál es el libro más bien hecho, mexicano, con sabor mexicano?
-Desde luego el de Fernández Ledesma y el que Valton público en la Imprenta Universitaria sobre impresos del siglo XVI. Los libros que está haciendo Rómulo Velasco Ceballos, guiado por Díaz de León. Son maquetas perfectas. Perfectas.
Entonces ¿por qué Díaz de León no trabaja en artes gráficas o no da clases? Es lo que debía hacer. Ya que es un maestro, que tiene erudición amplia sobre esa técnica, debería entregarse en una cátedra, escribir un libro, dirigir un taller.
-Claro que debía de hacer eso. Pero yo creo que le interesa más su oficio; el grabado. Como que está haciendo preciosidades. Pero él sabe mucho, y tiene gran gusto y la prueba es que en el libro de Fernández Ledesma están unidos el tipo de Cumplido y luego una sobriedad francesa maravillosa y los perfectos grabados de Díaz de León. No en reproducción, porque los que hicieron allí están mal, pero yo he visto los originales del libro que tiene éste, porque hicieron dos. Uno para cada uno de ellos. Además, tiene esta grandísima ventaja: no tiene una sola errata, que es lo que más abunda en la tipografía castellana, porque no sabemos castellano.
Es lo más característico: o hay pereza para mover una letra o no sé qué pasa.
Por ejemplo, Salvador Novo, que adquirió la manía de corregir a lápiz las faltas que encontraba en el periódico, a la hora de corregir "El Joven" que le hicieron en la Mundial, dejó que se le escaparan unas erratas.
-Es que el autor no debe corregir las pruebas de imprenta de su libro.
Pero resulta que se confía mucho en la pericia para corregir?
-Quien sabe corregir muy bien es Guillermo Jiménez. Es que ha sido corrector de pruebas y sabe lo que son los traviesos duendes de las letras?
-Ahora, de lo que se ha hecho en imprentas particulares, tenemos un libro de don Erasmo Castellanos Quinto. Él lo hizo en su casa, sí, señor; y parece que hasta con tipos de madera, no de acero, de liga, sino con tipo de madera.
Esto quiere decir que el linotipo es el dueño de la situación, pero no puede desalojar un factor, un valor: el artista, la personalidad.
-En tipo siempre se obtiene un espacio constante o un poco más grande, pero imperceptible a la vista, y en el linotipo no.
El diálogo continúa, en torno a temas de la tipografía mexicana. Y lo interrumpo en afán de hacer un balance de la obra editorial que ha realizado "Fábula". Y Miguel dice:
-Llevo dos años. Comencé el 12 de agosto de 1933. No tenía más que esta máquina. El primer libro fue mi "Segunda Soledad", el siguiente "Luna Silvestre", de Octavio Paz Lozano. Luego "Nocturno", de Villaurrutia; "Una Vida", de Juan Manuel Ruiz Esparza; "Caracol de distancia", de Ernesto Hernández Bordes, y enseguida la "Iconografía de Berta Singerman", de la que tiré 1000 ejemplares, el mayor tiraje que he hecho; y "Vírgenes muertas", de Gómez Mayorga. En todos ellos intervino el maestro Fidel Guerrero. Después?
Va enumerando Lira todo lo que "Fábula" ha hecho después: "Veinticinco fotografías de México", de Adrián Osorio; "Mujeres", de Eduardo Colín; "Poema", de Eduardo Villaseñor; "La teoría general de Cagancho", de Octavio N. Bustamante; "Aguasfuertes", de Eduardo Rivera Lengerke; "De un momento a otro", de Rafael Alberti; "Absoluto amor", de Efraín Huerta; "Verte y no verte", de Alberti y Manuel Rodríguez Lozano; "El señor don Juan mi marido", de Amalia Fernández Castillón;"Ausencia en Roma" y "Centena del desamor", de Enrique Asúnsolo; "Glosas", de Renato Leduc, y el libro de Anselmo Mena y el de Arturo Torres Ríoseco "Mar sin tiempo" y las páginas de "Bélgica en la paz", de Orozco Muñoz.
Pero este colofón?
-Sí, este colofón dice que el libro "se terminó en 1935", pero es para despistar a los bibliófilos, aquí tiene la edición más reducida que he hecho: 28 ejemplares, sólo tres fuera de comercio, uno para Julio Prieto, que fue el encuadernador, otro para el autor del libro, Osorio, y el otro, claro, para mí.
El ideal sería saber también encuadernar.
-Sería mucho. El oficio de encuadernador lo aprendí en la Escuela Preparatoria; pero ese trabajo no hay para qué hacerlo, cuando ya se pueden pagar quince centavos por trajear un libro.
Escribir, imprimir, como García Icazbalceta. Todas las artes del libro. Desde engendrarlo hasta vestirlo. En aquel tiempo había humanistas.
-No sé si por Díaz de León o por Valerio Prieto, padre de Julio, he sabido que García Icazbalceta hacia todo eso. Su hijo, García Pimentel, siguió la tradición.
Y fue el primero que hizo fotograbado en México.
-De los escritores que entienden de tipografía, me parece que los que más saben son Orozco Muñoz, Genaro Estrada, Salvador Novo. Pero primerísimamente Díaz de León, porque tiene gran gusto y una estupenda sensibilidad que le permite hacer una desviación, sorprender un matiz.
Y Montenegro, que es un aceptable ilustrador de libros.
-Pero ya en la tarea material de hacer el libro, deformarlo, aunque no lo trabajen con el tipo, está Julio Prieto, quien lo aprendió a conciencia. Julio Prieto y? creo que nada más.
Entonces, Prieto hace todo.
-Hace como Díaz de León: hace maquetas. Por ejemplo, para las invitaciones tiene una habilidad incomparable. Díaz de León me está haciendo una maqueta para el libro próximo y yo sé que al entregármela no haré más que desarrollar su esquema. Mis días de León, ni Prieto saben la caja, ni saben cómo se compone ni cómo es el trabajo material de la imprenta. Ahora, en cuanto a gusto, hay dos: Novo y Orozco Muñoz. El segundo tiene un gusto completamente europeo.
Es que Paco ha viajado mucho.
-Y es un conocedor de libros preciosos. Sin ser un bibliófilo profesional, es un aprendiz de bibliófilo elegante.
También Alfonso.
-Alfonso Reyes también. Sabe mucho, se confía en que le hacen bien un libro, de que éste no llevará erratas, porque ese es su más serio problema. Me contaba él esta anécdota: cuando salió "Huellas", uno de los escritores franceses, al ocuparse del libro, escribió lo siguiente: "Este maravilloso libro de erratas?"
Un viaje rápido, sobre el país de las ediciones maravillosas, deteniéndose en las de Paul Valery, uno de los autores que se venden inmediatamente, a precios tormentosos, gracias a que lo consiente su editor M. Coulomac, que se gasta el lujo de hacer papel especial que tiene la marca de agua con iniciales P.V.
Y los caracteres Lutetia y el papel Halcvon, y Stols y toda la tradición de Holanda, y las joyas editoriales de Italia, y el papel "Corsican".
-Ese es el que yo uso en lujos. Alfonso paga demasiado por sus libros. Se confía mucho. Allí tiene usted: esa editorial mexicana que ha dado ya tanto libro costoso, tiene que pasar a la historia tipográfica y literaria de México, pero nada novedoso por ahora. Ya "degolló". Allí se queda. Perfectos, estupendos impresores, si se quiere, pero sin gusto para hacer libros. Y hay que estar al día, que cultivar la sensibilidad?
La sensibilidad submarina, aerodinámica, ultraterrestre, de ese pescadito. ¡Qué admirable emblema para un exlibris, para una alegoría de heráldica! ¿En qué pescadería lo atrapaste? ¿En qué lago antiguo?
-Esto del pescadito es una cosa que tiene cierto significado. Yo no sabía que poner de marca de imprenta y entonces mi padre, que sabe dibujo, me hizo varios, del que más me gustó fue este, sin saber que éste era el signo; el exlibris del famoso tipógrafo Aldin, inglés, hasta que Díaz de León me lo advirtió, y entonces me hizo el grabado, con una impresión en papel Japón, hecho también por él.
Ya es tiempo de que México tenga un renacimiento de artes gráficas. Hay toda una tradición. Hay maestros. Hay discípulos.
-Y se podría hacer una revista que quiera cátedra siquiera una vez al año. Con un número bastaría. Papel delicioso, papel "Vangelder", por ejemplo. México tiene derecho y hasta de vez de hacerlo.
-Sobre todo, avecinándose el cuarto centenario de la imprenta. Porque así como hay pintura flamenca, orfebrería florentina, así hay tipografía mexicana, grabado mexicano. Y esa revista de lujo, hecho por trabajadores que entienden su oficio --uno de ellos, que no se olvide, es Gabriel Fernández Ledesma-, podría ofrecer un certamen de la inteligencia, novedades de todos los rumbos. Hasta poemas al alimón?
-Y a propósito, le diré que antes de iniciarse la hecatombe española pensaba hacer un libro así, con Manuel Altolaguirre. Él iba a imprimir en España lo mío y yo le mandaría sus poemas y yo los editaría aquí, y luego juntaríamos los dos libros.
Hay un momento en que las palabras se quedan dormidas sobre el abecedario. La conversación se detiene, porque allá vienen las ruedas ruedas, sobre las ruedas rodando. La voz del poeta Lira, joven maestro que vive en el aire de su "Fábula" joven, reeducando al pez antiguo para que en ese aire florecido aprenda a nadar sin temor a los cambios de clima, esa voz suena en el recinto del taller en que su poesía, que tiene agregia calidad de la mano de obra, al fino pulso de la sangre, ha logrado hacerse un traje puro, nuevo, novísimo, en los ejercicios del corrido mexicano. Y cuando ha cesado el tropel de Domingo Arenas, el que empasteló todo un episodio tipográfico en una noche de duendes, sonámbulas todas las estrellas de la altiplanicie, se alza de pronto en el sueño del agua, más allá del amor, el milagro de la "Segunda Soledad".
Publicado en "Revista de Revistas" en enero de 1937.