GUILLERMO JIMÉNEZ CAZADOR DE LUNA
Diálogo con GUILLERMO JIMÉNEZ En el palacio de las rosas perfectas vive Guillermo Jiménez, escritor lírico, amigo impar, que ha escrito en lirios de luna sus mejores cantos y maneja con habilidad de ajedrecista las figuras de imprenta, esos demonios irascibles que parecen patinar -fuera del tiempo y el espacio- sobre los espejos cándidos de los sueños?
Y en su apartamento de las calles de Colima se le puede ver algunas veces, cuando regresa de la Luna para ponerse al tanto de lo que en este planeta encendido de problemas de los hombres y lo desbaratan después con el regocijo del viento en las telarañas. Riéndose de los cambios del clima, de las formas poéticas que advienen, de las modas efímeras y defendiendo con los simples cosméticos del optimismo la frescura de su carcajada, ya que es ecuménico, Guillermo sería capaz -como el príncipe uruguayo don Eugenio Garzón- de no ajar al dormirse metido en ella, la pijama de colores cardenalicios y, por lo tanto, de hacer una evidente demostración de la posible existencia de aquel personaje que por medio del Vizconde Lazcano Tegui nos ha puesto cátedra sobre la elegancia en el dormir?
-Esta es mi Tebaida, dice Guillermo.
-Una Tebaida a la que vienen a consultar pecados de amor lindas y elegantes mujeres.
Delicioso ambiente para charlar. Un diván enorme lleno de cojines; libros, bellas encuadernaciones, ediciones numeradas e impresas en grandes papeles. Vidrios de Murano sobre las mesas. Vidrios mexicanos. La escultura de cierta princesa china que fue regalo de Pierre Loti. Admirables aguafuertes de artistas alemanes: la Krasawina bailando una gavota y en actitud expectante de "Es Espectro de la Rosa". Un interesante retrato de Isadora Duncan en compañía de su último marido el poeta suicida. Grabados de Durero. Retratos de famosos escritores: Maeterlinck, Valery, Unamuno, Gómez Carrillo, tres o cuatro encantadores apuntes de una preciosa mujer, hechos por Montenegro, Foujita y Francisco Miguel.
-Nuestra Señora de los Ojos Verdes- murmura Guillermo, haciendo esplendor en su sonrisa los dientes de lobo.
Tomó entre mis manos un frasco de cristal.
¿Y la firma?.
-¡Cosas de París!
Y al decir París le brilla la mirada, como a contraluz, en las aguas del recuerdo. Parece que pasara por sus ojos todo un panorama de misterio alucinador: mujeres perfumadas con las esencias de los jardines lujosos; besos a la pálida luz del gas; bullicios bulevarderos de Lutecia; paseos a la sombra de la Magdalena, con Gómez Carrillo.
¿Es cierto que Gómez Carrillo fue una verdadera reencarnación de Don Juan?
-¿Cual de los Don Juanes? ¿El de Tirso? ¿El de Byron?
El don Juan de todos los tiempos, peregrino alucinado que lo mismo besaba con devoción las alas de las falenas que se queman en la llamarada de París, que las piedras sagradas del Oriente. Pero lo hacía con labios puros, con liturgia, sin tomar precauciones; para después seguir pecando. Fue todo un hombre y el más grande prosista para mí, de los modernos escritores de habla española. El introdujo a la prosa rígida y fuerte la gracia y la elegancia de la prosa francesa.
-Por supuesto que García Calderón le ha superado en cultura, en universalidad, en pureza plástica.
-Enrique tuvo talento hasta para morirse; sin arrugas, sin panza y sin reuma? ¡Ay! Rafael, cuando un hombre como a mí le comienzan a doler las articulaciones no le queda más remedio que poner sus cosas en orden y meterse en un monasterio, menos cuando todavía puede besar los más bellos los más dulces ojos del mundo.
Y al decirme esto se le acobardaban las palabras y se ponía en esa actitud unciosa con que ha dirigido sermones convincentes a las muchachas quinceañeras, explicándolas el arte para ser graciosas.
Ventura no heredó el principado literario de Gómez Carrillo. Lo compartía con él. Te juro que Ventura es uno de los espíritus más finos que yo he conocido en la vida. ¿Ya sabes lo que pasó en el Perú?
-Lo han nombrado Embajador en Río de Janeiro.
-Algo mejor todavía: no pudo tomar en serio ese papel porque tuvo que volverse a París, a ganar menos dinero pero a vivir más vida.
Con esas cartas y esos recuerdos podrías escribir algo sensacional. Por ejemplo: el epistolario de tus amigos.
-Gran idea. Luminoso. Maravilloso.
-Es lo que debía hacer ese otro príncipe feliz que ahora vive en Washington en el recodo florido del Otoño, de un Otoño con luminarias fragantes, mientras en la coctelera bulle la ambrosía en que humedecen sus ojos las penúltimas sirenas. Ya sabes que hablo de José Tible Machado, quien me ha contado cosas inolvidables de Gómez Carrillo, su sobrino por añadidura. Y lo que ya olvidó Consuelito, la niña salvadoreña cuyo amor sirve de urna a las cenizas de adanida.
¿Y Tible te habló de la Mata Hari?
-Por cierto que sobre ese asunto tan escabroso en el que aparece complicado Enrique con la mala suerte de la bailarina javanesa, Tible tiene una documentación que no piensa publicar como obra póstuma.
La leyenda de Gómez Carrillo es toda una sucesión de aventuras.
-Y bien. Todo el mundo las tiene. Todas son iguales. Lo que cambia es el paisaje, la atmósfera, el perfume, el refinamiento y hasta la maldad que cada uno pone en ellas. Que al fin y al cabo, en la oscuridad todo viene a ser lo mismo?
Pero lo de la muchacha mora si es verdad?
-Fantasías. Lo que realmente pasó es que Gómez Carrillo después de una de sus andanzas por tierras africanas, llevó a París una mora que contrató en uno de los zocos de Argel. Enrique tuvo que salir para su quinta "El Mirador", que tenía en Niza y me la dejó encargada. Dos o tres días Aischa anduvo conmigo, pero me daba pena dejarla en un hotel y los amigos inventaron que yo había comprado una esclava en El Cairo. Malas informaciones geográficas. Al cuarto día no supe más de ella porque la muchacha se marchó dejándome como recuerdo una de sus ajorcas. Eso fue todo.
Lo del viaje a El Cairo ¿cómo fue?
-Eso sí parece leyenda. Porque tuve el valor de no permitir que me retrataran con turbante egipcio y a horcajadas de camello como lo hacen los turistas cursis. Me encontraba un día en una esquina de las calles de Bolívar, cuando Bojórquez me pregunto en qué pensamientos estaba tan hondamente sumido. Le contesté en broma que me hallaba en un conflicto al no saber qué camino debía tomar en esos momentos: si seguir calle abajo o tomar la ruta de París. Como él me preguntara si deseaba en serio la segunda ruta, continué la broma; pero Bojórquez que hablaba en serio me llevó ante el Secretario de Relaciones y le dijo sencillamente: "Guillermo quiere ir a París". Y pocos días después me anunciaron que tenía yo nombramiento y viáticos de empleado consular. Y eso fue todo. De París fui a El Cairo, pasando por otras partes?
¿Porqué no has vuelto a Zapotlán?
-Hay que pronunciar con respeto el nombre de esa ilustre ciudad, que hoy los geógrafos llaman con el de Ciudad Guzmán. Debes saber que en Zapotlán nacimos Roberto Montenegro, José Clemente Orozco, Lupe Marín y yo.
De modo que Zapotlán viene a ser en el mapa algo así como Lagos de Moreno, la tierra de Azuela, de Pancho González León y otros sabios que en el mundo han sido?
Ríe Guillermo a grandes pausas, estremeciendo los espectros de la luz que pasan por los vidrios de Murano y de México que guarda como relicarios del viento en su estancia de eremita. Esa risa que hace eclosión en carcajada bajo el cielo abierto y que aprendió a gozar desde niño en Zapotlán, cuando todavía las viejecillas se regalaban con platillos inenarrables, a través de las bardas cimbrándose al peso de la Primavera.
¿Y nada más?
-Ahora me tienes entregado a mi revista "Número". Es una carta literaria para mis amigos de lejos. Es una sala de recibir donde todos ellos tienen lugar preferente. Por ellos ha tenido éxito que me asombra. Siguen llegándome colaboraciones: poemas, aguafuertes, gouaches, ensayos de crítica. Han colaborado ya las firmas que aquí ves.
Y Guillermo a todos puntualiza: José Juan Tablada, Enrique González Martínez, Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Julio Torri, Acevedo Escobedo, Jorge Cuesta, Orozco Muñoz, León Felipe, Massimo Bontempelli, Gino Gaspar Napolitano, Gonzalo Saldumbide, Bofa, André Warnod, Paul Valery, René Daumal, Cardoza y Aragón, Pedro y Máx Henríquez Ureña. Y entre los dibujantes: Roberto Montenegro, Francisco Díaz de León, Jules Depaquit y Angelina Beloff.
-En las ediciones de "Número" publicaré un admirable ensayo de Alejandro Quijano: "El Quijote y la Academia" que repartiré como suplemento. El Lic. Quijano quiere su edición igual a la "Bibliografía de don José Cecilio del Valle", también dirigida por "Número".
Un aroma de incienso raro traído de la India, invade el apartamento. Al salir de vemos en una pequeña habitación varios baúles llenos de etiquetas internacionales: son una eterna invitación al viaje, tarjetas de visitas del mar, guiños de las sirenas que merodean en los arrecifes. Porque es muy probable que en un buen día de paz sonora de este monje cazador de Luna sea interrumpida por el grito antiguo de la sal y del sol.
Publicado en "Revista de Revistas" en julio de 1934.