FRANS BLOM, PRINCIPE MAYA
Diálogo con FRANS BLOM Es de Rusia -me dice- de donde más preguntas nos hacen sobre las viejas culturas de la América Media, Rusia uno de los ochenta y siete países con quienes tienen correspondencia en estos momentos, el Middle American Research Departament.
Frans Blom, el príncipe Maya, el joven Kukulcán de pelo de oro que se ha puesto a leer los jeroglíficos hace diez años, sale a mi encuentro en el vestíbulo del Ritz. Le conocí cuando con sus bagajes de cultura se pasaba de una negociación petrolera a los infiernos de la arqueología y la etnología que no trabajan sólo en los museos sino que se meten en los matorrales donde la nigua pulula, la malaria se engríe, el reptil se agazapa.
-Te presento a Dorothy Dix- me dice al saludarnos.
Y va de charla. Se me atropellan las preguntas que hay que hacer. Tenemos que hablar sobre asuntos disímbolos: la criminalidad espeluznante, la Casa de las Monjas en Uxmal que va a reproducirse en estuco en la Feria Mundial de Chicago.
Pero lo más que me preocupa en esta charla es que estoy frente a dos personajes que son materia prima para desmadejar asuntos que alzan ámpula en cualquier momento: la escritora que se cartea con millares de lectores y es una de las que más dólares recibe por su columna diaria; y el investigador, jefe de investigaciones, que vive en perpetuo diálogo con los enigmas y los símbolos de un pueblo que dejó vivas huellas.
Blom viene con el rostro quemado por el sol de las tierras bravas. Ha convalecido de una enfermedad que adquirió en las selvas húmedas del trópico, durante la última expedición; enfermedad que parecía maleficio o embrujo, acaso la revancha de los ídolos que se enojaron al verle llegar.
-Esta es -comienza- la Casa de las Monjas. La estamos reconstruyendo para la Feria de Chicago pero después quedará como edificio permanente en Nueva Orleans. Allí instalaremos nuestro museo. Será algo envidiable. Y la verdad es que lo merecemos.
Porque la biblioteca, el museo, las publicaciones, las expediciones del Middle American Research Departament tienen ya una calidad mundial indiscutible. Cinco expediciones, la mejor compilación que se conoce sobre documentos impresos y manuscritos relacionados con los mayas y entre lo publicado "Tribes and temples", de Blom y La Farge, ?The Ethno-Botany of the Maya?, de Roys, ?The Year-Bearer´s People?, de La Farge y Byers. Y todo lo que se ha dado a conocer en ?Art and Archeology? de Washington, en el ?American Anthropologist?, en el ?Holland Magazine?.
¿Y que es de Beyer?
-Lo he dejado en Chichén Itzá, entregado a labores arduas por invitación de Morley. Este lo oyó en una conferencia hace poco y se dio cuenta de que Beyer es algo muy serio. ¡Como que está siguiendo el catálogo de todos los jeroglíficos mayas!
Hablamos de Mr.William Gates. Los que están interiorizados de los pleitos que tienen los arqueólogos -no sólo en México sino también fuera de aquí sabrán que Gates tuvo una ruptura definitiva con Blom y compañeros de estudio.
-Gates ha publicado un estudio sobre los jeroglíficos que no vale la pena y, lo que es peor, que no vale lo que cobran por ejemplar. Beyer se lo ha demostrado claramente.
Magnífico momento para aludir a las joyas de Monte Albán. Blom está de parte de Caso y dice que no vale la pena mencionar ese incidente. Hay falta de probidad científica para haber dicho que hay ?bluff? en lo del Monte. Las joyas son auténticas. Se trata de una broma de humorista que ha sacudido un poco la espuma de la risa?
Y luego Blom se levanta para ir a traer algo que quiere enseñarnos. Me quedo en charla enredante con Dorothy Dix. Un mensajero del hotel le entrega cartas. Acaso cartas de sus súbditos espirituales que la persiguen aún en vacaciones y que saben que está en México, la tierra del ministerio en donde como dice una amiga rusa "se siente la sensación de lo infinito".
-Me encanta Nueva Orleans aunque he vivido en Nueva York. Tiene un rostro tan diverso al de las otras ciudades de allá. ¡Y la gente! ¿Usted conoce el Times Picayune?? Va a cumplir noventa y cinco años?
Y yo evoco a nueva Orleáns la ciudad donde pasé un año de inquietudes, de actividad inolvidable, envuelto en emociones fértiles. Dorothy Dix lleva al pecho un camafeo antiguo en el que se clavan las admiraciones. Ya tiene la madurez de una abuela, pero sus ojos irradian una simpatía de tal suerte benévola, simplicísima, que me dejo llevar por el acento de su voz y la distinción de sus ademanes.
-Quiero ver a la gente del pueblo, en el mercado, en la feria. Iremos hoy en la tarde a ver el antiguo canal Azteca. Ya Mr. Blom me ha dicho que se coronan de flores para saludar a la primavera.
Y Blom regresa con un rollo de papeles. Me pide que hasta a mediados de la otra semana desnude el secreto que me va a confiar. Se trata de un códice.
-Es el Códice Tulane -exclama-. Estaba depositado en un banco de los Estados Unidos. Sus colores en gran parte se manifiestan espléndidos en el fondo de la piel de venado. Es una sorpresa la que vamos a dar. Fíjate en este personaje, en la seguridad del dibujo.
Y es postcortesiano- digo al ver unos caracteres en español.
-Pero muy cerca de la llegada de Cortés. Mañana lo llevaré al ingeniero Reigadas Vértiz, para que lo conozca. Es mi deber que sea él quien tenga la primera noticia.
¿De manera que el ?Middle American Reaearch Departament está al habla no sólo con México sino con otros países?
-Nos cambiamos publicaciones, noticias, proyectos. Mi secretario me ha informado que en la correspondencia que recibimos hay timbres postales de ochenta y cinco países. Para un filatelista la ocasión es insólita.
¡Para un filatelista!
Y admírate, de Rusia es de donde más preguntas nos hacen. Hay allá mucho interés por saber de los mayas.
-Bueno, es que les ha encendido la curiosidad por todo lo que signifique cultura. Eso que han publicado ustedes sobre la botánica maya es una hazaña científica.
¿Y cuando vuelve usted a nueva Orleáns? -Me pregunta la joven abuela.
-Tengo haya tantos amigos que valdría la pena de volver. Su barrio francés, su arquitectura, sus gentes, sus muelles.
-Pues hay que ir en abril -sugiere Blom-. No dejes de ir. La American Library Association tendrá allá su próxima asamblea.
Daré la noticia a don Francisco Trejo, el Jefe del Departamento de Biblioteca y Archivos Económicos en la Secretaría de Hacienda. Allí también está don Francisco Gamoneda. Hay que hacer ese viaje. Y estamos a la puerta siguiente.
La lanzadera de la conversación sigue de aquí para allá. A veces se detiene, luego se vuelve a animar, como si recibiera una vibración emocional. Elogiamos unánimemente ?Little México? de Spratling, otra interpretación de México. Dorothy Dix se despide porque tiene que salir a la calle. Blom insiste en que mi atención se concentre en el proyecto de reconstrucción de la Casa de las Monjas. Y me presta uno de los dibujos que le han estilizado.
Surge en la charla y el áureo pectoral azteca que es uno de los trofeos que tiene allá en nueva Orleans. La técnica del orfebre es la misma que refulge en el que tiene el Museo Nacional de México, de procedencia totonaca, y se repite en uno de los que se hallaron en el hipogeo siete de Monte Albán.
Y ya para despedirnos:
-Te tengo una mala noticia. Acaba de morir en Barranquilla el doctor Schuller. Murió de repente. Estaba dando una conferencia?
Rudolf Schuller el sabio austriaco, el gigante malhumorado y andariego a quien una vez entrevisté en el Hotel Iturbide, donde vivía como un asceta entre sus libros y sus códices.
Schuller, Beyer, Seler, Morley, Nuttall, Spinden, y en esa lista, el más joven Frans Blom uno de los príncipes mayas, el de la inteligencia en pleno solsticio de alegría?
Publicado en ?Revista de Revistas? en marzo de 1932.