SALVADOR DE MADARIAGA PRINCIPE DE LA PAZ
Diálogo con SALVADOR DE MADARIAGA Los Estados Unidos son el obstáculo más fuerte para la paz del mundo -me dice Salvador de Madariaga, el gran ensayista de "I. Americans", cuyo capítulo sobre la diplomacia imperialista es una obra de arte de la ironía-. Y lo son, porque no queriendo trabajar dentro de la Sociedad de las Naciones, defiende su Plan Kellogg y ponen con su conducta de violencia un ejemplo perturbador. Su fuerza se la dan quienes van a ellos, en busca de apoyo. En Washington, y no hago una revelación, está la clave de muchos problemas hispanoamericanos.
Así, con la libertad de quien alza su voz insobornable, porque nadie le ata la lengua, me habló Salvador de Madariaga el sábado de gloria de este año del terremoto en Nicaragua, aceptando mi invitación a ver en las calles de México la quema solemne de los "judas". Y me reconstruyó las palabras que le adulteraron, hace poco, en un cablegrama enviado a México, que le valió un comentario de plana editorial, en que hasta se dudaba de que fuera catedrático de Oxford.
-No me diga doctor, ni menos profesor?
¿Y cómo estuvo ese lío?
-Un lio padre -me responde con su orgulloso acento español, este misionero que es la más clara voz hispánica haciéndose oír en el mundo de habla inglesa-. Ello fue así? La Foreign Policy Association me invitó a tomar parte a mi llegada a Nueva York en una de sus reuniones periódicas a que acuden gentes de todas las tendencias, pero que desean estar informadas; y allí me encontré con Waldo Frank, que hizo una brava defensa de la América Española denunciando atropellos del imperialismo y el Embajador de Chile don Carlos Dávila, que sostuvo con desenfado que no hay tal imperialismo que la política de los Estados Unidos hace mucho bien a estos países, etc. etc. Entre esas dos actitudes paradójicas la de un norteamericano defendiendo a esta América y un hispanoamericano defendiendo la política yanqui mí posición no podía ser más difícil y más aún por el tema que se le había señalado: "¿Es posible tender un puente sobre el abismo que hay entre las dos culturas, la del Norte y la de Sur?"
Aunque Madariaga no llevaba investidura de Embajador, supo terciar -ya lo sabíamos por cartas de amigos- con mucha habilidad en esa controversia. Hizo notar que el puente estaba siendo tendido del Norte hacia el Sur (Frank) y viceversa (Dávila), por trabajadores que tratan de que se llegue a un acercamiento; y una vez que pasó el agua debajo del puente, el gran hombre internacional se zambulló en esa poza azul que se llama la Doctrina Monroe en la cual nadan actualmente tritones de gran calado y una sirena, Gabriela Mistral, esa panamericanista forrada de jerga franciscana?
-Le diré lo que les dije, porque así verá usted en qué consistió el error bárbaro del cablegrama que llegó a México en que se me hacía decir esto: "La doctrina Monroe es un dogma". Les hice notar que la tal Doctrina tiene dos características, primero, que los americanos ignoran lo que es, y segundo que nadie la puede tocar, es decir, no es una doctrina, sino un dogma. Pero es un dogma que a su vez se divide en dos dogmas: el de la infalibilidad del Presidente de los Estados Unidos que la aplica y el de la inmaculada concepción de la política americana.
¿Y lo de la "España pasteurizada"?
-Esto fue una expresión mía en California delante de aquellos periodistas. ¡Pero qué idiotas! ¡Nada! Que después de hablar con usted, uno de ellos para el caso se fija en el lechuzo de oro que usted lleva en la solapa, y se olvidan de lo mejor de un tema para hablar sobre el lechuzo que vieron al final y con eso encabezan la entrevista.
El hecho es que García Sanchiz le decía delante de aquellos reporteros, que California le recordaba mucho a Valencia: el paisaje, el cielo, las ventanas, los árboles. Si -comentó Madariaga- una España pasteurizada. El epíteto hecho alas desde el "Chronicle" y se hizo otro lío padre. Y un editorialista escribió al siguiente día: "Denos tiempo de echar hondas raíces en el rico suelo americano" y luego herido por lo de la superficie limpia aseada, pero que carece por dentro de la vitalidad que España dijo en aquella tierra, cuando California era nuestra, el periodista citó a Job, el Talmud y el Corán en apoyo de la limpieza. Es que hemos estado atareadísimos en abrir la brecha; no hemos enraizado; pero espere, señor Madariaga.
¿Y cuando estarán maduras esas raíces?
-¡Eso! ¿Cuándo? frente al Reino Unido del Norte- el Reino (?) Desunido del Sur; frente a los Estados Unidos del Norte los Estados Desunidos del Sur, pero queda el hombre.
Y mientras nos disponemos a salir a la calle, me dice que pasemos a otro tema.
-A mí me gusta cambiar de casa y de ocupación cada cinco años.
Y me va explicando con una modestia "mesuradamente graciosa" (este epíteto es de San Francisco, señores que citáis el Corán): cinco años fue ingeniero de minas en el Norte de España, cinco fue crítico teatral en Madrid, cinco jefe de la Sección del Desarme en la Sociedad de las Naciones; y ahora catedrático de Literatura Española en Oxford. Pero seguirá siendo lo que me dijo: el Príncipe de la Paz y elevo la categoría del epíteto señores que sabéis la biografía de don Manuel de Godoy mejor que la de doña María Luisa.
Esto va pareciendo una de las páginas penetrantes de "Ingleses, franceses, españoles". O quizá uno de las 10,000 historietas que se sabe por qué Madariaga que en una anécdota cabe, como la nuez la biografía de un pueblo.
Hemos seguido el diálogo en la calle. Le interesa ir a una librería, para saber algo más sobre Cortés ya que han leído el Bernal Días prologado por don Carlos Pereyra, editado por Aguilar.
-Merecía una vez Cunninghame Graham uno de los ingleses que mejor describe Silvio, que le explicara el sentido de cierta frase en una de las Cartas de Conquistador. Y la casualidad; yo estaba leyendo las. Cuando volvemos a encontrarnos en Londres, le dije que me parecía Cortés del tamaño de Julio César. Más que Julio César me contestó. Y ahora que el elevó a Bernal cuyo libro me recuerda mucho el Amadís de Gaula me convenzo de que Cortés era más grande que el Emperador Habsburgo. Los Habsburgo los Habsburgos no merecían tener a su servicio a los españoles del siglo XVI. Cortés debio haber sido el virrey de nueva España y no Mendoza. Pero de eso hablaremos otra vez. Vamos ahora a ver a los Judas?
Y con una curiosidad de chiquillo, Salvador de Madariaga se revuelve conmigo entre la muchedumbre callejera. Y con su aparato de cine, toma una película folklórica de esta tierra que, según me dicen, es la primera que visita en Hispanoamérica y la que más le interesa por su riqueza racial.
Publicado en "Revista de Revistas en abril de 1931.