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RAFAEL HELIODORO VALLE EN EL PERIODISMO


María de los Ángeles Chapa Bezanilla


Rafael Heliodoro Valle cumplía en 1957 cincuenta años en el periodismo, primera actividad que desarrolló en su vida y que le permitió venir por primera vez a México a realizar sus estudios. Su adolescencia, transcurrida en su ciudad natal Tegucigalpa, Honduras, estuvo marcada por un interesante acontecimiento: su tío, el ingeniero Crescencio F. Gómez, administrador del diario La Prensa, que dirigía el licenciado Paulino Valladares, le autorizó ocupar parte de su tiempo en enrollar la periódica que iba de canje al extranjero. De esos días Valle comentaba que la curiosidad lo había llevado no sólo a recortar los sellos de correos que traían los paquetes de prensa que del extranjero llegaban a Honduras, sino que se embelesaba leyendo los periódicos sudamericanos y de México.

Cuando en 1906 se matriculó en la Escuela Normal de Varones, en compañía de dos condiscípulos publicó un periódico manuscrito que tituló Topacio, y en la prensa hondureña apareció su artículo "El mineral de Cedros". Gracias a la claridad y limpieza de su prosa, al año siguiente Paulino Valladares lo invitó a colaborar en La Prensa. Sus artículos ya biográficos, ya históricos, llevaban por título "Efemérides", y versaban sobre toda clase de temas culturales interamericanos.

El primero fue sobre el prócer hondureño Ramón Rosa; luego vinieron otros sobre Agustín de Iturbide, Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, Trinidad Cabañas, los guatemaltecos Justo Rufino Barrios y Barrundia, el cubano Antonio Maceo, el argentino José de San Martín y el mexicano don Miguel Hidalgo y Costilla, para finalizar con Benito Juárez. Por sus méritos, estos trabajos dejaron de aparecer al lado del santoral del día y pasaron a la página principal, donde editorializaba el director.

La atracción que Valle sintió por los próceres mexicanos fue evidente en todas sus colaboraciones, de tal suerte que el artículo sobre Juárez, considerado la "sensación de la semana", motivó de tal manera a don José Manuel Gutiérrez Zamora, cónsul general de México en Honduras, que invitó a Rafael Heliodoro a conversar con él en su despacho. Ahí, el diplomático le preguntó si estaría dispuesto a estudiar en nuestro país y, ante la respuesta afirmativa del joven hondureño, Gutiérrez Zamora le prometió gestionar con el presidente de Honduras, general Miguel Rafael Dávila, una beca para que pudiera sostener sus estudios aquí. El día 6 de febrero de 1908, en compañía del cónsul Gutiérrez Zamora, Rafael Heliodoro Valle zarpaba del puerto de Amapala, Honduras, rumbo al puerto mexicano de Salina Cruz. Una vez instalado en la ciudad de México y matriculado en la Escuela Normal de Tacuba, en 1909, con el apoyo del poeta Juan de Dios Peza, ingresó a colaborar, sin recibir remuneración alguna, en el periódico La República, dirigido por Heriberto Barrón. En respuesta a la calidad de sus trabajos, Barrón decidió invitarlo al Congreso de Periodistas que ese año se efectuaría en el Tívoli del Eliseo, con la encomienda de redactar la crónica del banquete de inauguración. Por la excelencia de la tarea desempeñada, Valle fue doblemente gratificado: conoció a varios destacados periodistas con los cuales mantendría correspondencia durante varios años, entre ellos don Nemesio García Naranjo, y recibió del director de La República la cantidad de veinte pesos.

La sobresaliente actividad de Valle en la Escuela Normal y el trabajo desempeñado en el diario La República le brindaron otras oportunidades de desarrollar el periodismo. Días después de efectuado el Congreso de Periodistas, entró al Diario del Hogar de don Filomeno Mata. Ahí trabajó como ayudante de las páginas de sociales que dirigía doña Dolores Jiménez y Muro, y tuvo la oportunidad de publicar su primer artículo fuera de Honduras, titulado "Salve, oh, México". Ingresó también a la redacción de las revistas Artes y Letras, cuyo director y jefe de redacción eran, respectivamente, Ernesto Chavero y Luis Larroder, y en La Semana Ilustrada, de Enrique Uhthoff.

El estallido de la rebelión encabezada en el norte por Pascual Orozco, obligó a Rafael Heliodoro Valle a regresar a Honduras. A la espera de que la situación en México mejorara y le permitiera regresar, ocupó su tiempo en impartir cátedra en la Escuela Normal de Profesores en Tegucigalpa. Con los alumnos más sobresalientes publicó el periódico La Juventud Hondureña, una de cuyas secciones se dedicó a divulgar los trabajos literarios más destacados de los estudiantes, impulsando a algunos jóvenes escritores a iniciar su carrera en las letras.

A raíz del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, el presidente de Honduras Francisco Bertrand nombró a Valle canciller del Consulado de Honduras en Mobile, Alabama. Poco a poco, al parejo de su actividad consular, recibió varias invitaciones para colaborar en diversas publicaciones, entre ellas: la Revista Mexicana, cuyo director era Nemesio García Naranjo, y Revista de Revistas, que tenía como gerente general a Rafael Alducin. Para 1920, Rafael Heliodoro Valle ya colaboraba en los principales periódicos latinoamericanos. Al año siguiente regresó a México al aceptar una invitación que le hiciera Jaime Torres Bodet.

Enterado José Vasconcelos de su regreso a México, inmediatamente formalizó sus primeros nombramientos: profesor de historia patria y de literatura hispanoamericana en la Escuela Nacional Preparatoria; secretario particular del director general de Educación Pública y jefe interino del Departamento de Publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Conjuntamente aceptó la petición que le hiciera Vasconcelos para colaborar en la revista El Maestro. Al respecto, la misiva que éste le hizo llegar contenía los siguientes conceptos:

Muy distinguido señor mío. La Universidad Nacional, por acuerdo del C. Presidente de la República, va a fundar el 1° de abril próximo la revista El Maestro, con las más amplias proyecciones educativas. Se trata de realizar, en una publicación de máxima importancia por su circulación, la obra de cultura más intensa y eficiente. Estimando en cuanto valen los méritos de usted, me honro invitándolo a colaborar en esta empresa de alta cultura. Seguro de contar con su valiosa cooperación me permito rogarle se sirva escoger el tema o temas que desee tratar, para lo cual hallará usted adjunta la lista de las secciones que contendrá el sumario de la revista. Sírvase usted aceptar mi anticipado reconocimiento y la atención de S. S.1

La oportunidad de volver a radicar definitivamente en México marcó los derroteros de su obra y de su quehacer en el periodismo. Volvió a dialogar con sus amigos Salvador Díaz Mirón, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Ramón López Velarde, este último redactor, ahora, de la revista El Maestro, fundada por Vasconcelos. También reanudó sus relaciones con los periodistas destacados de los países centro y sudamericanos.

La cátedra de literatura hispanoamericana abrió a Valle las puertas de la docencia en la Universidad de México; entre sus alumnos se contaron jóvenes que con el curso de los años se convirtieron en brillantes personalidades: Salvador Azuela, Javier Gaxiola, Miguel N. Lira, Rubén Salazar Mallén y Miguel Alemán.

Acostumbrado a largas jornadas de actividad, Rafael Heliodoro Valle no se conformó con dedicar su tiempo sólo a la docencia y a la preparación de sus cátedras. De manera paralela retomó sus actividades periodísticas: colaboró en el diario El Universal que dirigía su amigo Félix F. Palavicini y, por invitación de don Rafael Alducin, en Excélsior, donde trabajó durante veinticinco años con indiscutible talento y desbordante energía. Hacia mediados de 1921 la Comisión del Centenario para celebrar los cien años de la consumación de la Independencia, comenzó a hacer ruido. Considerados los antecedentes de Valle en el servicio consular de su país, la Secretaría de Relaciones Exteriores de Honduras lo nombró primer secretario de la Misión Especial acreditada ante el gobierno de México, para asistir a las festividades en representación de aquella nación centroamericana.

Como miembro del cuerpo diplomático hondureño, Valle asistió a un buen número de acontecimientos culturales organizados por la Comisión del Centenario. En varios de ellos coincidió con el general Obregón, con quien tuvo la oportunidad de platicar. De estos encuentros, el hondureño obtuvo material para elaborar varios artículos periodísticos y así cumplir con su compromiso en Excélsior.

En diciembre de 1922 Jaime Torres Bodet, designado por Vasconcelos jefe del Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública y el escritor Bernardo Ortiz de Montellano empezaron a publicar en corresponsabilidad la revista La Falange. Sin embargo, al inicio del nuevo año tuvieron que invertir todo su esfuerzo para que ese periódico no falleciera a las pocas semanas de fundado: "nuestro empeño hubiera sido insuficiente sin la ayuda que nos proporcionaron varios amigos, entre los cuales mencionaré a Rafael Heliodoro Valle, Julio Jiménez Rueda y Xavier Villaurrutia".2

En su número de presentación la revista dio a conocer un poema del colombiano Ricardo Arenales, una página inédita de Ramón López Velarde, escenas coloniales de Jiménez Rueda, apuntes de viaje de Manuel Toussaint y un artículo de Valle titulado "El perfume en la Nueva España". Tres secciones completaban el número: una de poetas jóvenes, otra de literatura popular y la última de crítica de libros.

En la búsqueda de material publicable en alguna de las secciones, Rafael Heliodoro Valle estableció correspondencia con todos aquellos intelectuales mexicanos, amigos y conocidos que se encontraban en el extranjero. Así lo hizo con Alfonso Reyes, a quien le dirigió en una carta este agradecimiento por su colaboración: "Lo que me dice respecto de nuestra publicación me servirá de estímulo para seguir adelante en el programa que nos hemos trazado y creo que si usted nos ayuda, como lo ha empezado a hacer con el envío de su interesante artículo sobre la edición de la Historia del padre Mier y con lo de las sugestiones y notas para nuestra revista, muy pronto podremos hacer de ella la primera en su índole, en los países de habla hispana".3 En ese contexto se inscriben también las respuestas que, para colaborar en la revista, recibió Valle de Pedro Enríquez Ureña, Luis G. Urbina y la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou.

El año de 1925 fue para Valle de febril actividad periodística. Además de las tareas ya asignadas en Excélsior, le confiaron traducciones del inglés, francés e italiano. Esa responsabilidad lo indujo a adquirir una sólida madurez y un reconocimiento como periodista que lo llevaron a colaborar en varias publicaciones periódicas estadounidenses como The Hispanic American Historical Review, con artículos, reseñas y ensayos sobre historia de América y, en especial, de México, y años después a ser galardonado con la máxima presea correspondiente al oficio.

En el transcurso de los siguientes meses Rafael Heliodoro Valle fue creando un estilo periodístico que lo caracterizaría a lo largo de su trayectoria en ese ámbito. Durante mucho tiempo entrevistó a destacadas personalidades como Manuel M. Ponce, Luis Cabrera, Martín Luis Guzmán, León Felipe, André Breton, Sergei Einsenstein y otros más, hasta convertirse en el periodista hispanoamericano que mayor número de entrevistas llevó a cabo con gente de reconocido prestigio. Posteriormente se difundieron en la Revista de la Universidad de México, con el título de "Diálogos", y aunque todavía no tenía una sección fija ni en El Universal ni en Excélsior, sus informaciones no se distinguieron únicamente por lo bien escritas, sino por su amenidad y su labor de prosa literaria que atraía al lector, acostumbrado a la tradicional sequedad reporteril.

La contribución de Valle en los periódicos El Universal y Excélsior no se limitó a los artículos, ya que con el respaldo de esas dos casas editoriales organizó una gran variedad de actividades. Desde principios de 1926 se fue concretando en su mente la idea de organizar un homenaje al poeta Salvador Díaz Mirón. Con la anuencia de sus superiores, en Excélsior se conformó el Comité Díaz Mirón, con José de Jesús Núñez y Domínguez como director, consagrado a la tarea de enviar correspondencia a todos los hombres notables del ámbito humanístico, radicados dentro y fuera del país, para pedirles su opinión respecto del homenaje planeado y, en caso de estar de acuerdo con ello, su colaboración intelectual. La respuesta fue en verdad sorprendente, y Rafael Heliodoro Valle recibió innumerables cartas de apoyo. Entre aquel cúmulo de misivas destacaron, entre otras, las de los escritores Alfonso Reyes, Federico Gamboa y Xavier Villaurrutia.

Cuando Valle tuvo la noble idea de organizar el homenaje ya descrito, no se imaginó que, sin proponérselo de manera consciente, estaba labrándose un largo camino de riqueza, crecimiento y satisfacción intelectual por el que transitaría el resto de su fructífera vida. Las invitaciones para colaborar en otras publicaciones no se hicieron esperar, entre ellas las revistas Mexicana de Estudios Históricos, Forma, y Mexican Folkways. Por otra parte, la Hispanic American Historical Review, de Carolina del Norte, lo nombró editor asociado, y La Prensa de Buenos Aires, corresponsal.

Los nueve años que transcurrieron de 1931 a 1940 fueron de plenitud intelectual para Valle. Tenía una sólida formación humanística, era un erudito de reconocida trayectoria en América y sus tareas periodísticas lo habían convertido en el más ubicuo colaborador de la mayoría de las publicaciones hispanoamericanas: La Prensa de Buenos Aires; El Universal, Excélsior, El Nacional, Novedades y ABC de México; Diario de la Marina de La Habana; La Crónica y El Comercio de Lima; Diario de Yucatán de Mérida; El Norte de Monterrey; La Prensa de Nueva York y de San Antonio Texas; La Opinión de Los Ángeles, California; El Dictamen de Veracruz; La Noticia de Managua; Diario Latino de San Salvador; Diario de Costa Rica; El Día de Cali, Colombia, y La Crónica y El Comercio de Lima, Perú.

De su quehacer periodístico en estos años Valle supo hacer una verdadera especialidad. Ésta comenzó a gestarse con sus primeras colaboraciones en Revista de Revistas, y posteriormente, en la Revista de la Universidad de México. Con el título de "Diálogos", como ya se indicó en párrafos anteriores, inició por muchos años una serie de entrevistas con destacadas personalidades y perfeccionó el estilo empleado hasta darle un matiz único, muy característico e inconfundible. Posteriormente lo hizo extensivo a una sección especial que tenía en el periódico Excélsior.

Cabe señalar que algunos de los entrevistados durante 1933 fueron Aldous Huxley, Juan Marinello, Jorge Vera Estañol, Berta Singerman, la madre Conchita, Juan Bustillo Oro y Mauricio Magdaleno. El interés del hondureño siempre fue más allá del simple afán periodístico, pues generalmente aprovechaba la oportunidad de cada entrevista para formalizar con sus interlocutores lazos académicos y culturales que más tarde Valle alimentaba y enriquecía hasta convertirlos, con el transcurso de los años, en sólidas amistades.

Los acontecimientos mundiales de 1940 -la invasión alemana a Bélgica, Holanda y Luxemburgo; la batalla de Dunkerque y, en especial, la ocupación de París- sacudieron la conciencia de los intelectuales americanos. Su presencia fue clave en una serie de actividades que se organizaron en pro de la paz mundial; a ese llamado respondió con gran interés al colaborar en la fundación de la Sociedad Amigos de Francia y en la revista Noticias Gráficas, empeñadas en contrarrestar la fuerte propaganda alemana que circulaba en México.

Jamás imaginó Rafael Heliodoro Valle que esta actividad, sumada a su quehacer por Iberoamérica y su erudición puesta a prueba durante tantos años de brega periodística, fueran reconocidos y premiados mediante la mayor presea consagrada a tan destacada actividad: el premio Marie Moors Cabot. El 7 de noviembre, en la Universidad de Columbia, en presencia del claustro en pleno, recibió la distinción de manos del rector, doctor Murray Butler. A partir de este momento inició sus colaboraciones en el Boletín Bibliográfico de la Universidad de Washington.

La entrega del premio Cabot le trajo un aumento de reconocimiento intelectual a su ya larga trayectoria, por lo que en la mayoría de la correspondencia recibida por ese motivo, abundaban las designaciones para fungir como presidente, vocal o miembro de un sinnúmero de asociaciones culturales, en las que se le consideraba como uno de los más destacados investigadores de ciencias históricas y periodismo de Hispanoamérica. Con orgullo recibió el nombramiento de presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía.

El cambio de gobierno en Honduras, el año de 1949, significó para Rafael Heliodoro Valle un cambio total en su quehacer intelectual. Uno de los primeros nombramientos diplomáticos que realizó el presidente hondureño, doctor Juan Manuel Gálvez, fue el de Valle como embajador extraordinario y plenipotenciario de Honduras ante el Gobierno de los Estados Unidos de América. Lejos de dejar a un lado su actividad periodística para dedicarse a los asuntos propios de la embajada, se entregó a la tarea de organizar el Ateneo Americano de Washington, así como un Boletín en el que se publicaran los trabajos académicos emanados del Ateneo.

El Boletín del Ateneo comenzó a circular en octubre de ese año, y en su primer número dio a conocer su directorio, formado por Rafael Heliodoro Valle, Jorge Basadre, Muna Lee, Manuel F. Rugeles y Aníbal Sánchez Reulet. Las cartas de felicitación no se hicieron esperar, una de ellas fue la enviada por el escritor Miguel Ángel Asturias:

Recibí el Boletín del Ateneo, del que tú formas parte y adivino que eres el motor principal. La idea de agrupar a nuestros hombres de letras en una institución como el Ateneo Americano de Washington me parece importante, si se deriva su actuación en bien de aquellos que cultivan la prosa y el verso, y el bien, para éstos y para todo el mundo principia en la libertad de expresión. Qué mejor tribuna para reclamar nuestros derechos de expresión libre en el continente que la que tú y tus ilustres colaboradores están forjando en Washington.4

Para sus colaboraciones en prensa y en revistas especializadas, el año de 1950 fue de importante producción; se vieron beneficiadas la Revista de Historia de América, Revista de la Universidad de México y el periódico Excélsior, en el que inauguró una nueva columna denominada "Periferia de México".

El 6 de abril de 1955, después de entregar su nombramiento de embajador al Gobierno de Honduras, regresó a la ciudad de México. Debido a su estado de salud, la empresa intelectual de Valle se redujo durante los siguientes años. Prácticamente la única tarea que regularmente desempeñó fue el periodismo. Ahí puso de relieve la erudición, gracia, estilo iridiscente y sutileza que le fueron característicos, así como la probidad y la veracidad en la información, es decir, los dos elementos propios de la ética periodística que siempre se advierten en sus artículos, reportajes y columnas.

En el campo del periodismo hispanoamericano Rafael Heliodoro Valle conquistó un sitio único. Todos sus colegas reconocían no sólo estas cualidades, sino también la extraordinaria rapidez con que redactaba sus notas y el estilo impecable de las mismas. Por ello, en 1957, un numeroso grupo de periodistas, entre los que había una gran cantidad de hombres de letras, historiadores y eruditos, se reunieron para ofrecerle un homenaje por haber cumplido cincuenta años en el periodismo y en la vida literaria.

El acto lo organizó el Centro Mexicano de Escritores, que presidía el doctor Julio Jiménez Rueda; a él se adhirieron Alfonso Reyes, Jorge J. Crespo de la Serna, Francisco de la Maza, Javier Icaza, Manuel Peña Alonso, Manuel Becerra Acosta, José Ángel Ceniceros, Efrén Núñez Mata, Hernán Robleto, Salomón Kahan, Alberto María Carreño, Alfredo Cardona Peña, Salvador Azuela, Luis G. Basurto, Wilberto Cantón y José de Jesús Núñez y Domínguez, entre otros.

Estos destacados intelectuales no sólo premiaron la labor de un hombre de letras que jamás había abandonado el periodismo activo y que había hecho de esa profesión un centro de interés vital, sino también el tiempo de servicio en las filas del diarismo americano. El homenaje fue una profunda expresión de reconocimiento hacia un intelectual que durante medio siglo había hecho uso de tal actividad con el fin de estimular a muchas gentes interesadas en el buen desempeño del mismo, para consolidar prestigios y exaltar la calidad de las letras americanas.

Víctima de cuadriplejia, la madrugada del 29 de julio de 1959, Rafael Heliodoro Valle falleció en el Instituto Nacional de Cardiología de la ciudad de México, en donde recibía la atención profesional de su amigo el cardiólogo Ignacio Chávez. El entonces presidente de México, Adolfo López Mateos, le concedió al recién fallecido la condecoración de la Cruz del Águila Azteca.
 

Consideraciones en torno al periodismo de Rafael Heliodoro Valle
 

Honduras proclamó periodista a Rafael Heliodoro Valle. Tegucigalpa le proporcionó el ambiente, la atmósfera y los motivos para sus primeros artículos y reportajes. El periodismo fue en su vida la actividad que más horas le exigió y se volvió el centro de sus demás tareas, la preocupación primera; por ello en este género alcanzó una jerarquía excepcional.

Valle fue uno de los periodistas que dieron más prestigio y lustre a la profesión en el continente, hasta el punto de convertir el oficio de "gacetillero" en respetable actividad universitaria. Por ser uno de los hombres mejor enterados de cuestiones americanas, capitalizó extraordinariamente todas las posibilidades que este ejercicio le proporcionó para trabajar por América. El periodismo de Valle no sólo se caracterizó por la erudición de éste ni sólo por la gracia, el estilo iridiscente, o la sutileza. Hay en él dos esencias profundas que deben señalarse: la probidad y veracidad en la información, es decir, dos elementos consustanciales a la ética periodística. Informar con la verdad fue su credo, y por eso rechazó toda forma de soborno. Fue siempre un periodista probo, a quien no logró tentar ni la dádiva generosa ni la prebenda mezquina.

A la lista de periódicos en los que colaboraba regularmente, ya enunciados en párrafos anteriores, se sumaron varias revistas en las que aparecieron sus trabajos: Revista de Historia de América, Tikal Maya Than (México); Revista Chilena de Historia y Geografía, Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales (Honduras); Centroamérica (Guatemala) y La Nueva Democracia (Estados Unidos), principalmente.

Característica especial de Valle en el periodismo fue la constante promoción de empresas culturales como ciclos de conferencias, congresos y coloquios. Cuando por alguna razón no participaba en ellas como ponente, lo hacía entonces como periodista, haciendo cuanta difusión podía del evento, entrevistando a los participantes y publicando interesantes crónicas y artículos en los diarios.

Los géneros que Rafael Heliodoro Valle frecuentó fueron la crónica, el artículo, la columna y la entrevista, principalmente. En la crónica, el hondureño alcanzó una expresión, un estilo y una forma personalísimos; a menudo comunicó con ella un señalado optimismo, brindó pizcas de buen humor, alegría y gracia, e hizo prevalecer el estilo sobre el tema o el pretexto de la crónica; aprovechó cualquier ocasión para abordarla, entre otros, los viajes, las visitas a museos y las escenas de la vida cultural de toda América.

En el artículo, Valle conformó su propio estilo y divulgó ideas originales nacidas de su vastísima ilustración; su excelente preparación en la materia lo inclinó con frecuencia a escribir sobre historia. Al exponer hechos fue siempre claro y profundo, características relevantes para quienes, como él, vivieron siempre del periodismo activo. Rafael Heliodoro, eternamente urgido para enviar buen número de artículos a los múltiples diarios ya señalados, practicó el análisis crítico de las ideas en cuanto a temas de esferas tan diversas como la política, la cultura en general, y la literatura.

Entre las formas del periodismo, la columna fue la que más practicó, no sólo en el ámbito geográfico de México, sino a lo largo de todo el continente. En América, sus columnas alcanzaron notoriedad y relevancia, aunque fueron variando a lo largo de su vida. La que más fama le dio fue la denominada "Cosmópolis", en la que impuso una nueva modalidad, consistente en iniciar el texto con el juicio de alguna personalidad expresado en algún libro, conversación o carta. El tema de ese juicio lo recogía Valle para tejer alrededor de él una serie de comentarios concatenados con los hechos a que hacía referencia. "Cosmópolis" apareció exclusivamente en el periódico Excélsior durante 20 años, dos veces por semana. Dicha columna era tan apetecida por los lectores mexicanos, que muchos personajes preferían aparecer en ella antes que en cualquier otra sección periodística. Valle recibía infinidad de correspondencia en relación con ella.

Además de su memoria prodigiosa, Valle contaba con un archivo extraordinariamente rico para redactar su columna. Mantenía siempre a mano los recortes clasificados por orden alfabético de diversas notas provenientes de todos los diarios hispanoamericanos en que colaboraba. Así se explica que, en un momento dado, pudiera ofrecer al público una serie de datos importantes a los que la mayoría de los lectores no tenían acceso. Con su amenidad y gran sentido del humor característicos, los revestía y los entregaba al lector, que de inmediato los hallaba interesantes.

Cada una de las colaboraciones periodísticas de Valle fue una cátedra de ferviente amor al trabajo, de dinamismo inigualable y de fertilidad inagotable de pensamiento, atributos regidos todos por una voluntad y una disciplina inquebrantables.


1. Fondo Rafael Heliodoro Valle, Biblioteca Nacional de México, correspondencia particular.
2. Jaime Torres Bodet, Obras escogidas. México: Fondo de Cultura Económica, 1961, p. 282.
3. Fondo Rafael Heliodoro Valle, Biblioteca Nacional de México, correspondencia particular.
4. Fondo Rafael Heliodoro Valle, Biblioteca Nacional de México, correspondencia particular.



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