FIDELINO DE FIGUEIREDO, CLARA VOZ DE PORTUGAL
Diálogo con FIDELINO DE SOUSA FIGUEIREDO Juan Rodríguez de Cabrillo, el navegante portugués que fue desde México hasta California, hace el viaje de regreso. Se llama ahora Fidelino de Figueiredo; es decir, es doctor en letras divinas y en humanas letras y sigue recorriendo costas, buscando países nuevos, midiendo alturas. Viene ahora de la Universidad de California, pasando por Lisboa, Praga, Salamanca y Madrid, ciudades radiosas de inteligencia, y debemos a Pablo González Casanova, el gran político universitario, que la Universidad haya traído a explicarnos, aunque sea homeopáticamente a quien conoce, pocos como él, la historia de la Civilización Portuguesa.
Sabemos aquí tan poco de Portugal -dice don Victoriano Salado Álvarez que ha visitado aquella tierra-, mientras un nombre vibra en nuestra conversación: Carlos Pereyra. He aquí como un nombre, un amigo, congrega sin necesidad de carta de presentación. Somos pues cinco personas en la tertulia y ésta ha comenzado en el vestíbulo del Hotel Regis, donde Pepe Beltrán estuvo explicándonos el pensamiento que Santoyo quiere dejar en los muros.
-Hace algo de calor- dice don Fidelino.
-Pero los árboles frescos que Santoyo está sembrando en estas paredes van a cambiar el clima?
Comenzamos con el Conde de Keyserling, cuyos comentarios sobre Portugal viene en la antología que González Guerrero nos da tarde a tarde.
-Qué tonterías está diciendo Keyserling -afirma don Fidelino- Keyserling es un periodista metido a filósofo, cuando deja de ser un filósofo que hace periodismo. Keyserling no entiende que Portugal tiene, al contrario de España, un camino a seguir. España tiene que inventarlo: claro que lo inventará. ¿Saben ustedes cuantos días estuvo Keyserling en Portugal?
El Conde es uno de los autores que más citan?
-Se explica esa popularidad porque viaja, y como se presenta en persona, cobra notoriedad. Pero cuando un filósofo es de verdad, cuando se llama Kant, hay su diferencia. A Kant muy pocos lo conocen.
Yo creía que usted tendría unos 60 años -dice don Victoriano-. Es que la producción de usted es considerable.
Y al doctor de Figueiredo le cae en gracia el piropo:
-Lo que ha pasado es que las letras me han absorbido. Mi mérito es la negación de otras actividades.
¿Y ha tomado parte en la política?
-Sí, he tomado: mejor dicho, soy una víctima de ella?
Nos explica que ha tenido que ausentarse, en voluntario exilio, de Portugal, porque no le cuadra el actual régimen militarista.
-Me parece que la inteligencia es la que tiene derecho a gobernar.
Nos parece. El abate González Casanova se reconcentra haciendo quizá el análisis filológico de la suma palabra: "inteligencia", que algunos adultos confunden con "intelligency", el servicio de vigilancia que ejercen ciertos gobiernos. Claro, la inteligencia sirve y vigilará pero, señoras y señores, hay que ir a las fuentes de las lenguas romances.
Eca de Queiroz tiene que ser otro nombre obligado en la conversación. Eca de Queiroz, más que por su obra novelística, crítica, autobiográfica es un símbolo para la cultura hispánica; fue uno de los paladines de la cultura, un protomártir del nuevo Portugal, y, ¿por qué no? de la nueva hispanidad.
-He ido a dejar unas flores a la tumba de Nervo. Para mí, dice don Fidelino, antes de venir a México, éste era el país de Nervo. Por eso me ufana ver como para ustedes Eca de Queiroz es Portugal.
De Figueiredo ha escrito entre 40 volúmenes ya publicados uno que es rica aportación a la bibliografía del maestro de "La ciudad y las sierras", "Crítica de exilio" en que está un capítulo sobre Eca de Queiroz, inédito.
-Se lo mandaré de Madrid en cuanto llegué- me dice halagando mi curiosidad.
Todos nos quejamos de las dificultades para obtener libros portugueses. Ni siquiera sabemos nombres de libreros o de editoriales. ¡Cuando Portugal era un gran imperio colonial!. ¿Y ahora? Estamos tan aislados como cuando las flotas venían con sus cargas de ultramarinos. Salado Álvarez y González Casanova llevan la conversación hacia las diferencias entre el portugués de Portugal y el del Brasil. De Figueiredo advierte que no son tantas, tratándose de la gente distinguida, como es fácil de constatarlo. Luego surgen los vocablos del siglo XVI en el español campirano de México, y de pronto insurge la palabra "ringiera", que brilla en Cervantes y que González Casanova oyó a una vaquera de la Finojosa.
La conversación vuelve a su centro de gravedad. Poco se conoce de Portugal en México a pesar de que muchos portugueses tomaron parte en la obra hispánica en América, los que soportaron privaciones morales bajo la dominación española y hasta tuvieron que vérselas con la Inquisición.
-Díaz de Solís era portugués.
No hablemos de los navegantes -dice Salado Álvarez-. Los portugueses tomaron parte en la vida social de América.
-Y aunque no lo crea Keyserling, tan superficial, tan poco serio, tenemos que realizar un programa. Es que son muchos millones los que hablan portugués.
Y yo me pongo a pensar en el astrólogo Botello, el primer portugués que vino a México y que según Bernal Díaz pronosticó a Cortés que si no salían violentamente de la ciudad los indios los iban a hacer papilla, y a poco se echó encima la noche malhadada y el astrólogo fue el primero en morir. Y asoma también al recuerdo otro gran portugués que nació en Brasil, don Manuel de Oliveira Lima, cuyas memorias diplomáticas espera con ansiedad Salado Álvarez que también hace memorias.
-En el siglo XX -dice el doctor de Figueiredo- tiene que concluir la diplomacia ficticia, esa que nada hace, que se preocupa por no tener una arruga en la pechera?
Una voz zumbona:
Y por la cocina?
-Pero es que la cocina es superior a esa diplomacia.
Todo esto para insistir en que los mejores diplomáticos no son los puntillosos, los puntuales, sino los que representan algo, los verdaderos valores de un pueblo, los que acercan.
¿Cuándo se publicarán las memorias diplomáticas de Oliveira? -pregunta Salado Álvarez-.
-¡Ah! ¿Usted conoció a Oliveira? ¿Y qué hace ahora?
Con gran sorpresa don Victoriano se entera de que Oliveira murió. ¿Y su estupenda biblioteca? Y luego la caligrafía de sus cartas. Don Figuelino se deshace en elogios hablando de Oliveira. González Casanova me guiña el ojo cuando vibra el epíteto: "un amigo militante". Los cuatro que nos hemos reunido sabemos el valor de esas palabras.
-Oliveira, espíritu de contradicción; una inteligencia de "minorité"
Acabamos de ponernos de acuerdo. Primero el nombre de un amigo que nos convocó sin darnos cuenta de que era él, y luego la evocación de Oliveira de Lima, hombre que sufrió persecuciones por la justicia, que cuando se trataba de defender la cultura, las opiniones propias, no cedía en un ápice.
Un amigo militante. Eso queremos que sea usted, a donde quiera que vaya, amigo don Fidelino de Figueiredo, en este momento de trance para la historia hispánica. Usted viene de los Estados Unidos, de tierras que fueron de España y de México, y hace bien en afirmarse en que nuestra Raza tiene valores eternos que no es fácil "estandarizar". Nos ha dicho usted su más bello discurso al llegar a esta ciudad: "Amigos, me siento otra vez en Portugal".
Publicado en "Revista de Revistas" en mayo de 1931.