¿RUBENS ESTUVO EN MÉXICO?
Diálogo con ALFONSO REYES Un autorretrato de Rubens, legítimo ?esto es lo que se sospecha? se halla en la ciudad de México se están haciendo las investigaciones más sutiles para identificarlo, pues su poseedor me dice que no se sorprendería de esa joya -única joya de pinacoteca entre nosotros -sino para que fuera a dar a una de esas galerías en que arde y brilla la magnificencia en dólares de los magnates yanquis.
Le ruego que no diga que yo tengo esta joya? exclama, sobresaltado, viendo hacia el norte y el sur, el afortunado dueño de ese retrato impar -porque no sería remoto que un buen día de estos los ladrones se colaran hasta mi aposento.
Pero ¿es posible?
-Aquí tiene usted el tesoro. Fíjese amigo, es la misma técnica de Rubens en los días espléndidos en que el oro y la gloria ?la gloria, sobre todo?le envolvían en torbellinos de luz. ¡Que técnica! Y usted lo que dice la firma. Es la misma firma, de 1612. Este asunto lo tengo perfectamente definido. No hay dudas sobre la cuestión cronológica. Rubens, un Rubens en México?
Y arrellanándose a todas sus anchas, en la silla de estilo colonial, mientras en un ángulo se perfila ahogándose en el lindo campanile del templo de Jesús María, la masa blanca del edificio que ya se alza en el Pasaje de Yucatán, mi amigo comienza a narrarme las vicisitudes de ese cuadro, al darse cuenta de a que intrigado mi curiosidad.
-Verá usted. La historia de este cuadro es bien sencilla. No sé qué emperador de España?
¿Carlos V?
-Puede que haya sido él. Es el caso que la tela vino a México.
¿De dónde vino?
-De Antwerp, es decir, Amberes. Primero fue comprado por el Duque de Lerma, nada menos que el famoso ministro de Felipe III. El cuadro ostenta la firma que Rubens usó en ese año, pues ha de saber ustedes que Rubens tuvo tres diversos periodos de su producción estética y en cada uno de ellos se afirmó de manera distinta.
Pero ¿estaba él en Amberes en ese año? ¿Está usted seguro?
-Exactamente. El retrato presenta las características de la manera de Rubens.
Ahora bien, ¿cómo llegó a México?
-Este retrato fue enviado a Puebla de los Ángeles y de allá traído por una señora de la aristocracia que vino a mal durante la Revolución de 1910, y que tuvo que malbaratar una serie de magníficos cuadros que poseía. Entre ellos estaba este de Rubens.
¿Y qué dicen los peritos?
-Varios de los que han visto el cuadro están de acuerdo en que la técnica es perfectamente rubensiana, en que ostenta la manera de firma del gran pintor y en que la tela en que está hecho es también de la época.
En el caso de ser comprobado todo, a perfección, ¿qué valdría el cuadro?
-En ese caso valdría unos $200,000 mexicanos. Nos vamos para Europa amigo. Lo invito sinceramente. Pero la diferencia es que no hay en México quien lo compre, y que es muy difícil llevarlo a los Estados Unidos?
Entonces, ¿cómo lo venderemos? -Pregunto yo, preocupado porque el viaje a Europa se nos va de las manos.
-Vendérselo a un ricachón que venga por aquí. Deles usted las señas: pero no haga alboroto.
-El monarca español fue el que envió el fino presidente. No me ha complacido la forma vaga en que se ha hablado de Carlos V, de Felipe III. Cuestión cronológica. Por otra parte, la fecha 1612 es mucho después de la conquista de México.
-El cuadro vino ?me lo dice en tono dogmático? a manera de regalo de Felipe III a Puebla.
Pero ¿a quién fue enviado?
-Es el dato que todavía me falta verificar. Revolveremos papeles.
Hay que preguntar a don Federico Gómez de Orozco, a don Ignacio del Villar y Villamil, al maestro Antonio Cortés. ¿Quiere usted que les preguntemos para salir de una vez de estas dudas?
-Muy bien, me parece muy bien.
Y no se olvide de que don Demetrio García, que entiende mucho de estas cosas. Es un hombre serio que le dirá la verdad y que no tiene escrúpulos para decirla.
-Muy bien amigo. Lo que le ruego es que no me hable de este asunto con gente desarrapada, porque no la quiero ver por acá. Esto es algo muy serio. Ni siquiera les diga que este cuadro existe en México.
Los colores del cuadro son sobrios. La carnación tiene una suave transparencia. Los labios de Rubens lucen una frescura que parece acabada de evitar con el pincel. La gorguera de encajes está ejecutada de manera maestra. En la mano izquierda descansada sobre el pecho, hay una turquesa vibrando límpidamente en la sortija. El fondo es oscuro, bituminoso, y en un verde apagado, lleno de sombras, de donde emerge la cara llena de matinalidad. En una palabra, algo extraordinario para que fuera vil copia.
Y hablamos de las pinacotecas particulares que ha habido en esta tierra de pinceles y de colores para los pintores. Aquel don Francisco Fagoaga, ahora don Francisco Iturbe.
Convendría que don Francisco nos mandara por acá a Rodríguez Lozano, que también su dictamen sería utilísimo. ¿Y el doctor Atl?
-El doctor Atl está dispuesto a dármelo por escrito. Que venga el peripatético doctor, que en sus tiempos azarosos en Italia hizo copias admirables de Tiziano y Veronéses. ¿Sabe usted?
No, hombre.
-Las falsificaciones son siempre peligrosas. Y se habla de las que a última hora se han descubierto en algunas galerías de los Estados Unidos, que estaban ufanísimas de tener joyas únicas. ¡Cuidado con la pintura, amigo!
Y me pongo a hacer el recuento de algunos precios fabulosos, desconcertantes. Un cuadrito que fue de Rafael, una "Madonna", lo compraron en los Estados Unidos en 1914?
¿En cuánto?
-Nada menos que en 700,000 dólares. Y en 1930 dieron 630,000 dólares por el retrato de Julián de Medicis, que también es de Rafael. "El joven azul", de Gainsborough. Que yo he visto, representa desde 1921 la bicoca de 170,000 libras esterlinas. Y hay un Rembrardt en 550,000 dólares. ¿Verdad que es para alucinarse?
Van pasando por nuestra imaginación, los diamantes de la india, las perlas de Ormuz y aquella Biblia políglota salida de los talleres de Gutenberg y ahora en la biblioteca privada de Morgan, quien pagó por ese ejemplar "princeps" la suma de un millón de dólares.
¿Y no podría usted hacer una donación a México? -Le preguntó emboscadamente.
-Sólo que no pudiera venderla a buen precio. O todo o nada. Estas cosas son muy delicadas.
Pero, amigo?
-Los príncipes ya van escaseando. Dichosa edad aquella y siglos dichosos cuando un minero como don José de la Borda regalaba a la Catedral de México una custodia labrada en el oro mejor de sus minerales, incrustada de joyas triunfales.
¡La de cien mil pesos!
-Esa misma, que según me dicen ha ido a parar a Notre Dame de París, donde mis ojos pecadores han de verla algún día.
Hemos llegado a la "región más transparente del aire". Le confieso, querido Alfonso Reyes, que cuando se divaga sobre estos temas, se siente el calosfrío de la serenidad. Y un Rubens auténtico en la altiplanicie bien vale la pena. Sobre todo porque no hiere la vista ni así, por eso, contraste con las tonalidades del cuadro que se atribuye al pintor divino.
En Tzintzunzan se dice que hay un auténtico Tiziano. La doctora Toor, en una de sus andanzas, habló sobre ello y algunos turistas se apresuraron a visitar el paraje michoacano para ver esa maravilla inédita, que no se sabe cómo fue a dar por allá. Murillos abundan, tanto como Cabreras. Y a falta de Sancios, de Veroneses, de Giottos, que eso ya fuera golleria, hemos de conformarnos con un Rubens, no importa que no salga del país, no importa que se frustre el viaje a Europa.
-¿Ya ve usted lo que anda por alli? Nada menos que la espada de Gengis-Khan, en poder de un caballero europeo que la compró en uno de sus viajes por el centro de Europa. Y no termina allí lo extraordinario: don Raymundo Ramírez, profesor de canto en los Ángeles, posee ?lo aseguran torvos doctores en antigüedades? óigalo bien, una de las cotas del Emperador Constantino. La camisa del emperador feliz.