DON ANGEL GUIDO TIENE LA PALABRA
Diálogo con Hace pocas noches escuchábamos en el aula mayor de la Facultad de Arquitectura la palabra erudita y amena de un catedrático argentino que se halla en México haciendo investigaciones como becado de la Fundación Guggenheim. Durante más de una hora nos recreó formulando inteligente requisitoria al esteta francés Le Corbusier. Y era forzoso conversar con él sobre sus proyectos, sus planes, todo lo que podría decirnos después de ventilar su espíritu ante el maravilloso paisaje arquitectónico mexicano.
El doctor Guido es autor de varias obras y ensayos: "Fusión Hispanoindígena en la Arquitectura Colonial", "Orientación Espiritual de la Arquitectura en América", "La Arquitectura Hispanoamericana a Través de Wolfflin", "Eurindia en el Arte Hispanoamericano", "La Maquinolatría de Le Corbusier", "Definición de la Reforma Universitaria", "El Arte de Nuestro Tiempo", "Arqueología Estética de la Arquitectura Mestiza", y un libro de poemas: "Caballitos de la Ciudad".
Con esas credenciales ha llegado a México a conocer el material arqueológico típicamente mexicano y según me lo ha dicho con la satisfacción de colaborar -dentro de la posibilidad de su esfuerzo- en la magnífica labor emprendida por las Secretarías de Educación Pública y de Hacienda, cuyos trabajos de rehabilitación y conservación de los monumentos de la época colonial española, son dignos del alto elogio y pueden servir de ejemplo a lo que se haga en Iberoamérica.
El propósito primordial que mueve al doctor Guido en su viaje a México es el de estudiar el arte mestizo de los siglos XVII y XVIII. En segundo lugar conocer de cerca a los artistas, los hombres de estudio y los universitarios y colaborar un poco más eficazmente en ese conocimiento mutuo que debieran tener todos los que trabajan intelectualmente en nuestra América. Por medio del gran diario "La Prensa" de Buenos Aires, presentará aspectos, obras y artistas de México, que él cree serán interesantes para aquellos lectores.
Además, la orientación del arte moderno en pueblos de fuerte sangre indígena como el mexicano, constituye para él un espectáculo estético admirable y tratará de estudiarlo con verdadero entusiasmo. Dos programas de búsqueda ha traído: uno para este pasado, al investigar la influencia india en el arte colonial mexicano, y otro para el presente, al investigar esta producción moderna -la pintura especialmente- de la cual hay verdadero interés en Argentina por conocerla ampliamente.
Le preguntó: ¿Que espera encontrar de arquitectura mestiza en México?
-Me contesta: Como en Perú y Bolivia, tengo la certidumbre absoluta de encontrar en México una arquitectura y una ornamentación mestiza notables. Pienso exhumar un material arqueológico riquísimo, como elementos indígenas introducidos en la estructura hispana de aquellos siglos y también clasificar las transformaciones regionales originadas de las estructuras importadas de España. De esto último, deseo descubrir el proceso de originalidad de aquellas estructuras típicamente mexicanas, que llegaron hasta a reaccionar contra la misma España del siglo XVIII, a punto tal de influenciarla, como en el caso de la sacristía de la Cartuja de Granada (obra ejecutada entre los años 1730-1760). Esta influencia, aunque leve, del arte americano hacia Europa, da la medida del arte extraordinario que floreció en la América Latina de ese siglo, siglo un tanto abandonado por los historiadores y los críticos. En efecto, después de dos siglos, no hemos podido todavía registrar ni siquiera una unitación de arte americano en Europa.
Me habla luego del material arqueológico auténticamente mexicano, tramado en las estructuras españolas, afirmándose en la seguridad de encontrar aquí una riquísima variedad de elementos indios, fitomorfos, zoomorfos, antropomorfos, folclóricos, astroláticos, decorativos, etc. tal como descubriera en las artes contemporáneas de Perú y Bolivia en la antigua región del Tahuantinsuyu, centro que fuera de elevada cultura incaica. El doctor Guido ha puntualizado tales investigaciones en sus obras "Fusión Hispanoindígena en la Arquitectura Colonial", y "Arqueología y Estética de la Arquitectura Mestiza", editada por el Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires.
¿Y ha encontrado ya algo de la arquitectura mexicana en la arquitectura moderna de los Estados Unidos? Es mi siguiente pregunta, porque él viene de allá, siguiendo un itinerario de estudios que le permitirán conocer a fondo el material histórico de la arquitectura en este hemisferio.
Me hace notar que en el llamado "Mission style" de California, existe, por supuesto, influencia de la arquitectura mexicana y que cuando aquel estilo, inspirado en la sencilla arquitectura de las misiones jesuíticas, dominicas y franciscanas, requirió riqueza ornamental, los arquitectos norteamericanos acudieron al mal llamado "churrigueresco mexicano".
-El estilo neocolonial de California -me dice- se ha divulgado tanto que hasta el turista sabe anotar pilastras, coronamientos, guarnecidos, etc., del Sagrario Metropolitano, pongamos por caso, en ejemplares de Los Ángeles, Hollywood, San Diego y otras poblaciones. Cabe indicar, sin embargo, que el "Mission style" y los rascacielos son los únicos aspectos originales de la arquitectura moderna del vecino país. Ya en otro lugar he explicado con amplitud que lo demás de su gran arquitectura procede de Europa.
Lo invito a disertar sobre las nuevas características de la arquitectura americana. Mi sagaz entrevistado se conduce exigentemente, porque el tema le parece peligroso. Califica de gigantesca la dimensión de mi pregunta; pero no puedo retirarla. Insisto. Comienza a contestar:
-Acaso con amable indiscreción me lleva usted a un campo de anchas responsabilidades, imposible de concretar en una breve charla. Pero comprendo su ansiedad. Vivimos una época de exigencias de ideas claras y limpias y usted no ha perdido la ocasión por lo visto.
Haciendo un homenaje cabal a mi indiscreción, el doctor Guido me dice que procurará satisfacerme dentro de lo posible en una conversación. Me recuerda que al comentar Benjamín Jarnés un ensayo suyo, "Orientación Espiritual de la Arquitectura en América" concretó en una palabra el concepto que ya él había formulado sobre tan arduo problema. Y esa palabra -cabe repetirla- es: cautela.
-En efecto- añade cautelosamente el doctor Guido, al no poder evadir mi pregunta -para mí, con cautela debemos recibir el vanguardismo que nos llega de Europa y también, con cautela, debemos exaltar nuestro espíritu vernacular. En el primer caso, podríamos caer en snobismo, rastacuerismo y otras enormidades estéticas. En el segundo caso, fácil es caer también, sin "cautela" en folklorismo, arqueologísmo, anecdotismo, igualmente funestos para el arte de nuestro tiempo.
Guido invoca la cautela para decir conocimiento previo, profundidad, seriedad investigativa, antisnobismo, antirreclamamismo. Al arte moderno europeo -según él- debemos conocerlo hondamente y sentirlo sin animadversión alguna, con coraje; pero, si, con cautela, no echando en saco roto nuestra atmósfera de América, que es absolutamente distinta de la atmósfera -real y espiritual- de Europa. Aquella atmósfera -me lo advierte con el orgullo de quien ha respirado en ella- ha modelado nuestro espíritu y la debemos "descubrir" si una exacerbación europeizante nos ha desubicado o enceguecido.
Cautela pues, no es cobardía. Es retenido coraje inteligente, ansioso de atrapar ideas únicamente limpias y profundas. Y no se repita ya el estribillo del "arte por el arte" o de la espontaneidad en nuestro tiempo. El Renacimiento, el siglo de Pericles, el siglo XIII, el de las catedrales magníficas, no fueron espontáneos. Y todo nacimiento de un gran siglo de arte jamás fue espontáneo y fácil es advertir que vivimos el "comienzo" de una gran revolución estética.
Guido proclama cultura, conocimiento, honradez intelectual, sinceridad, seriedad, calidades que favorecerán toda inspiración creadora en el difícil arte de nuestro tiempo. Para él el conocimiento no quita frescura al arte nuevo y la cultura cuanto más ancha será mejor para el joven artista de América. De ahí que le escuden ideológicamente estos dos apotegmas: uno de Vitrubio: "En arquitectura no debe hacerse absolutamente nada de lo cual no se puedan dar buenas razones", y uno de Leonardo: "El gran arte es hijo de un gran conocimiento".
El doctor Guido considera que la arquitectura moderna de Europa ya cumplió su misión de ponerse a la altura de nuestro tiempo y, como es el conocimiento general, el pulso de la arquitectura moderna, fue el mismo que de la pintura, por ejemplo hasta hace pocos años. Pero la pintura ha doblado ya la esquina de las abstracciones y se perfila en una actitud con intenciones casi definitivas: una suerte de retorno a la naturaleza, a lo popular, a lo antropomórfico, aunque sea en forma ecorzada o mágica, según los términos habituales de la crítica moderna de arte.
Para el doctor Guido la arquitectura moderna persiste en tanteos: ideologías "técnicogenéticas" como la de la "Osa" en Rusia, el "funcionalismo" de Gropius, el "seudoclasicismo" de los hermanos Perret, el "seudopurismo" de Mendelshon, el "maquinismo" de Le Corbusier, el "organicismo" de Frank Lloyd Wrigth.
-El problema inquietante de la arquitectura moderna europea -termina diciendo- está en el peligro de su propio "cansancio", ante la falta de un gran ideal de reconstrucción social o espiritual. De aquí que la arquitectura moderna, observada panorámicamente, no es más que una competencia de ingeniosidades -mucho se ha confundido ya, subraya, lo genial con lo simplemente ingenioso- entre arquitectos, sin duda inteligentes: juegos habilidosos de luces, planos, etc., en forma afichesca; abusos de la arquitectura de cartel, hasta para la vivienda; escenografía más que arquitectura con escaleras ortopédicas, muebles de enfermería, pasarelas de trasatlántico y otras curiosidades que dejan un poco atónito nuestro provincianismo americano.
Publicado en ?Revista de Revistas? en agosto de 1934.