¿DONDE ESTÁN LAS JOYAS DE MONTE ALBÁN?
Diálogo con ALFONSO CASO ANDRADE Seis mil dólares ha producido de ganancia líquida la exhibición de las joyas de Monte Albán en Chicago y Nueva York, y esa suma permitirá que se emprendan este año o a principios del entrante nuevas exploraciones en la zona arqueológica mixteca, bajo la dirección del doctor Antonio Caso, quien acaba de regresar a esta capital en momentos en que el recorrido del tesoro montealbino está para terminar en la ciudad de Monterrey.
He entrevistado al doctor Caso en extensa charla sobre sus últimas impresiones respecto a la jira que acaba de terminar con tan brillante éxito para la ciencia mexicana.
Nuestro Howard Carter se muestra más que ufano por el triunfo que ha conquistado de modo definitivo, en vista de los dictámenes que los más reputados americanistas de los Estados Unidos han dado sobre esas joyas únicas y del torrente de admiración que se precipitó especialmente durante la Feria Mundial de Chicago hacia las vitrinas en que el tesoro precolombino fue expuesto a millares de gentes.
Informa el doctor Caso que fue abierta la Exposición de las joyas de Monte Albán en una de las salas de la Unión Panamericana de Washington, bajo el patrocinio de dicha Unión y de la Carnegie Institution y la Smithsonian Institution, que con tanto entusiasmo solicitaron tener ese privilegio después de Nueva York. En seguida las joyas serán trasladadas a la ciudad de San Antonio Texas donde las está esperando la Colonia Mexicana con positiva ansiedad y serán huéspedes del Museo de dicha capital; y, por último, se detendrán rápidamente en Monterrey para terminar su ciclo sonoro, de manera que dentro de unos quince días volverán al Museo Nacional de Arqueología. Hasta hoy no han sufrido el menor deterioro, a pesar que han sido muchas las maniobras para empacarlas, ponerlas a bordo y volver a lucirlas en las vitrinas que expresamente, tratándose de algunas de ellas, como por ejemplo el vaso de cristal de roca y uno de los pectorales, ha sido necesario construir con mínimo gasto para que de ese modo sean instaladas en el lugar final de su residencia, el Museo.
¿En donde están las joyas?
Al hacer un recuento de las peripecias inolvidables que forman ya la historia de ese brillante recorrido, el doctor Caso me refería algo que es verdaderamente patético y que fue pretexto para que Kingsley, el gran reportero del ?Chicago Tribune?, redactase uno de sus comentarios más sensacionales, que ha dado la vuelta al mundo por tratarse de una nota de humorismo.
?Es el caso? nos dice nuestro interlocutor? que cierta ocasión una dama norteamericana se presentó a bordo del Tren Olivo en Chicago, y después de admirar el tesoro de Monte Albán, exclamó así: ?¿En dónde están las joyas?? A esto el doctor Caso contestó que estaba viéndolas que allí estaban; y como la señora insistiera en verlas a pesar de que las tenía muy a la vista, ya no pudo contenerse y dijo: -Es que yo únicamente llamo joyas a los diamantes?
Naturalmente que la noticia del suceso voló rápidamente por todo Chicago y al siguiente día Kingsley publicó en su rotativo un reportazgo encantador en el que, después de hablar de los Benvenutos mixtecas y de las maravillas realizadas en el jade, el hueso y tantos materiales glorificados por las plásticas de aquellos artistas insignes, hacía resplandecer la pregunta inquietante de la dama curiosa; y bien pronto los visitantes de la exposición, al acercarse a conocer los primores de nuestra orfebrería indígena, hacían la maliciosa interrogación: ?¿En dónde están las joyas??
Me dice el doctor Caso que, sin excepción, todos los hombres de ciencia, tanto norteamericanos como extranjeros que tuvieron oportunidad de visitar el tesoro de Montealbán, dieron su opinión a favor de lo incomparable de éste, calificando de fascinadora la técnica de los artistas mixtecas y que tales comentarios figuran en el álbum que con todo cuidado se formó.
?Tuve también el gusto? me dice? de que la Prensa Asociada pusiese en mis manos una copia de mensaje enviado de México, por persona cuyo nombre me callo, solicitando que se le enviasen opiniones en contra de las joyas. La Asociada tuvo la pena, como yo, de no poder enviar opiniones que no fueran las de Spinden, Morley, Tozzer, Saville, etc., es decir, de los ases entre aquellos arqueólogos y etnólogos. Pero, en fin, pasemos a otra cosa: dejemos, por ahora, descansar a los muertos?
Diego Rivera, hombre del día.
Durante mi entrevista con el doctor Caso, se refirió a la actuación de Diego Rivera en Nueva York, quien ahora está decorando los muros de una escuela comunista en aquella urbe.
?Rivera? me dijo? es, sin amor propio mexicano, el hombre de mayor notoriedad en Nueva York. De él hablan los grandes diarios, por lo menos una vez a la semana. Haga usted de cuenta de que su nombre suena tanto como el de Greta Garbo, como el de Mussolini, como el de Ghandi. Lo quieren y lo respetan. Me dijo que venía muy pronto a esta capital y que en dos meses espera concluir los trabajos que ha emprendido en el Palacio Nacional. Lo que ha hecho en Detroit es un testimonio perfecto de que Rivera es un maestro de composición pictórica. Uno de sus cuadros representa una fábrica de automóviles: algo extraordinario. En otro de sus trabajos hace aparecer al millonario Morgan enriqueciéndose con la venta de bombas que durante la guerra civil hacían explosión en las manos de los soldados.
¿Y las decoraciones que pagó Rockefeller?
-No las pude ver. No fue posible. Pero estoy seguro de que Antes de dos años su dueño dará permiso, mejor dicho, las dejará a la vista de todos.
Al terminar mi entrevista con el doctor Caso, me subrayó el hecho de que, descontados los gastos que se han efectuado con motivo del recorrido de las joyas por el vecino país, las ganancias netas de la exhibición ascenderán a unos seis mil dólares, suma que permitirá hacer en breve una nueva exploración en Monte Albán.
Publicado en ?Revista de Revistas?, el 26 de noviembre de 1933.