SIMPSON CALANDO, EL ORO ENCOMENDERO
Diálogo con LESLEY BYRD SIMPSON La prohibición alcohólica tiene sus antecedentes en México, allá por 1608. Había entonces cincuenta mil vagabundos en esta ciudad y mil quinientas tabernas. Puedo probarlo?
Y Lesley Byrd, hombre de estudio que no se duerme sobre las fechas, que anda en busca del oro de los encomenderos -el oro inmaterial por supuesto- extrayendo a los archivos mexicanos lo más que puede para labrar un libro que será presa de la investigación, comienza a contarme algunas de sus aventuras entre los legajos como un viajero entre árboles carnívoros.
-Permítame- le dijo, entreabriendo la puerta de su cuarto de estudiante universitario de California. Un estudiante que tiene título pero que sigue estudiando.
-Estoy leyendo estas obras de don Carlos Pereyra. Claro, tenía que leerlo despacio. ¿No le parece que Pereyra es el gran historiador mexicano de esta época?
Hablamos, comentamos, nos hacemos preguntas. Simpson no tiene escrúpulos para elogiar y para decir sus desdenes. De repente se alza en la conversación la cabeza de Mr. Bancroft y la obliga a que se esconda. Quiere fray Bartolomé de las Casas terciar en la disputa y también le va mal.
-Hace falta una historia social y económica de México. ¿No lo cree? Ya es tiempo de que se haga.
Y subraya esta noticia de lector sagaz que está al día, que afina sus instrumentos de trabajo:
-¿Ya leyó "La Reforma Agraria", por don Valentín Gama? Vale la pena. Es de lo mejor que conozco sobre el tema. Pero muy bien, muy bien. Seguramente que es el estudio más alto, brillante, con alto sentido de crítica.
Simpson se expresa muy bien en español. Pues tiene que manejar este idioma, no sólo el de hoy, sino el del siglo XVI, como todo el que tiene que nadar en las revueltas aguas paleográficas.
-No tengo ya tiempo. Es mucho papel en estos archivos. Miren lo que he tenido que hacer. Me compré mi camarita?
Y me enseña, en apretadas filas de sobres epistolares, las negativas de sus fotografías de documentos que ilustrarán su libro sobre el encomendero, su segundo libro, porque el primero no ha sido más que un dibujo del cuadro mural que ahora está haciendo.
¿Qué es lo que más ha consultado?
-¡Uf! Tierras, indios, mercedes, reales cédulas. Y un poco del ramo de "Historia". Donde he encontrado más datos es en "Tierras". Ha habido días que he tenido que meterme en montañas de papel adonde creo que muy pocos han entrado.
¿Y qué tal la paleografía?
-Sí, hecho y derecho. El Sr. Ceballos me ha ayudado mucho en el Archivo General.
¿Hay otros americanos explorando allí?
-El señor Tate, que trabaja para la biblioteca del Congreso de Washington. Muy competente, por cierto.
Por supuesto que irá a otros archivos de México?
-Tenemos mucho en la biblioteca de Bancroft de California. Naturalmente que muchas copias fotostáticas. Conozco todo aquello. Manuscritos no, sino copias de manuscritos.
Pero de todo lo que ha podido encontrar aquí, ¿cuál asunto novedoso le ha llamado más la atención para otras investigaciones?
-Las congregaciones de las aldeas indias, que comenzaron en 1595. Se trata de un movimiento social que fue más grande de lo que hasta ahora se creía. Aquí tiene usted, firmado por don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros y Virrey de Nueva España.
De manera que?
-Esas congregaciones eran como trescientas en todo el virreinato. He reunido datos concretos que me parece que van a ser muy valiosos para mi estudio. Y es probable que haga un mapa de ellas, aunque sería una tarea terrible.
Y Simpson abre el ropero en que guarda -como el buen catador de la bodega donde esperan su turno los finos vinos- varios cuadernos de apuntes que ha ido tomando. El método es el mismo que sigue en sus investigaciones sobre Sor Juana Inés de la Cruz, el señor Abreu Gómez, que ya viene siendo algo así como el misterioso caballero que pasa, fantasmalmente, por los cristales poemáticos de la monja, sin atreverse a levantar el rostro.
-Lo que me espera ahora es la labor de hacer este índice. Aquí tengo material para muchos meses de trabajo. Hay que aprovechar todo esto. Yo no me imaginaba que me iba a encontrar con tantos documentos.
El tema hierve en la mente del historiador californiano. Baraja fechas, circunscribe personas, se pasea por esas tierras que se antojan de encomendero por ser de su "posesión".
Si -le digo-, porque la "propiedad" de esos documentos es como la de los encomenderos, temporal mientras no se halla una nueva célula. Y a propósito, ¿cual es para usted el encomendero de mayor importancia que ha encontrado?
-El encomendero duró hasta el siglo XVIII en América. Tuvo otros nombres que pueden ser: corregidores, alcaldes mayores, hacendados. Pero usted me pregunta y debo contestarle: claro que el más grande fue Hernán Cortés.
¿Y ha trazado usted los límites de aquella encomienda que iba desde Xochimilco hasta Oaxaca?
-No tanto. Imposible. No hay límites. No puede haberlos. Son cosas vagas. El rey decía, por ejemplo: "Encomendamos al señor X el pueblo tal".
Y agrega sin hacer alarde de avaricia:
-He tomado mil películas de fotografías en el Archivo General. Es todo un tesoro. Un tesoro desconocido. No hay índice de esos documentos. De modo que tuve que echarme a nado en un mar de papeles. El Ramo de Indios tampoco tenía índice. Cada tomo lleva como cuatrocientas hojas de letra apretada. En fin, una labor aburrida. Semanas enteras para dar con un buen dato.
Me describe lo que eran las congregaciones de indios. La tierra de comunidad era para los tributos, para los salarios de los oficiales, para sostener al señor cura.
Pero -me advierte- y esto es muy importante, tales organizaciones nada tienen que ver con el comunismo, como ha dicho alguien por allí. La Congregación era forzada. Mire usted?
Comenzamos a repasar algunas copias fotostáticas. Las casitas y los límites que les pusieron los que dibujaron los planos son algo ingenuo. Así los primeros mapas de este hemisferio, las páginas de los códices postcortesianos, los trazos de la jurisdicción que sobre tierras aledañas tenía una villa a la que el Rey concedía su título y su escudo. Mapoteca infantil que tiene que ver con la caligrafía de entonces, con el escribano que tenía unas por una escuela de dibujo al aire libre.
Hablemos de otras cosas?
-Sí, he hallado datos para un tema curioso, que será muy interesante en los Estados Unidos cuando lo dé a conocer.
¿Un contrabando de licores?
-Algo mejor todavía. En 1540 siendo virrey Mendoza, comenzó la reglamentación de las bebidas embriagantes en México. El problema era formidable aquí porque al terminar la dominación azteca, los "mazehuales" se dedicaron a beber de una manera increíble.
-El padre Mendieta habla de la afición que tomaron los indios a las bebidas españolas.
-Y vaya que hubo aquí buen vino de la tierra. No me refiero al pulque sino al de los viñedos que más tarde tuvieron que arrancar. Pues bien: había en 1609 en sólo la Ciudad de México 1,500 tabernas y hasta 50,000 vagabundos. ¿Verdad que era todo un problema? Me parece que fue en tiempo de uno de los Velasco, cuando se dio una ley severa castigando la embriaguez.
¿Y de los orígenes del tequila que ha encontrado?
-No se llamaba así al principio. No me acuerdo cómo, pero si tiene deseos de saberlo, yo le diré. Puede que haya tomado el nombre en el pueblo de Tequila por la mejor calidad que se pudo lograr.
Yo divago: Soconusco por su cacao; Jipijapa por los sombreros de Junco; Tequila por la bebida peligrosa. Un mapa de las producciones siguiendo orden cronológico, ya es necesario, para que sepamos a qué atenernos. Dejemos estas ideas y sigamos a Simpson en sus viajes a través de los magueyes.
-Yo tengo mi teoría, a ver si la aceptan: que el pulque surgió en tierras donde no había agua para beber. Fue una providencia. ¿Qué le parece?
¿Y no cree usted que los primeros conquistadores tuvieron que beber pulque a falta de vino?
Me enseña Simpson un documento firmado por López de Armendáriz en que se habla del pulque amarillo y la miel negra. Sigo pensando en mi mapa con colores y jeroglíficos.
-En 1608 se dispuso que las tabernas nuevas estarían bajo la vigilancia de indias betas, "de buena opinión". Y lo que sorprende es el dato: 1,500 tabernas se convirtieron en 150 pulquerías, conforme al bando relacionado con los cuatro barrios de la capital y el de Tlatelolco.
Nuestra charla no ha olvidado a los conquistadores viejos y arruinados que pidieron encomienda; ni a la ausencia de encomenderos en las colonias inglesas del Norte, ya que aquellos indios eran más agresivos que éstos, porque no estaban organizados, no eran sedentarios como los de aquí, carecían de agricultura.
-Por eso -dice Simpson- los ingleses no se mezclaron con los indios. Además el español no trajo familia al emprender la conquista pero el inglés, sí.
-Enteramente de acuerdo, debe aprenderse la historia de esos países.
Falta una historia de México desde el punto de vista económico y social. ¿No cree?
-Voy a mi gallo?
¿Cuál?
-Algo debemos a don Carlos Pereyra, sólo que Pereyra no externa a veces sus pasiones y de allí que algunas de sus páginas crean polémica.
Pero Es posible que la Historia se escriba sin pasión?. ¿Quién dijo por allí que era la maestra de la vida?.
Publicado en "Revista de Revistas" en mayo de 1932.