EL GEÓLOGO ORDÓÑEZ ANTE ELVOLCÁN RECIEN NACIDO
Diálogo con EZEQUIEL ORDÓÑEZ UN rato de agradable charla con quien mejor está estudiando la evolución del volcán que acaba de nacer en México y que ya tiene varios nombres, sin que todavía lleguen a feliz acuerdo los padrinos.
El señor ingeniero Ezequiel Ordónez, sabio de sólida reputación, acaba de regresar de la zona en que el volcán continúa echando lava y estremeciendo la paciencia de los pacíficos habitantes de la comarca en que ha tenido su cuna.
Comisionado por la Secretaría de Educación para estudiar el estupendo fenómeno que en estos momentos pasea el nombre de México del uno al otro confín, el ilustre geólogo, ingeniero Ordóñez, ha tenido que venir en rápido viaje a esta capital, para restablecerse de la infección que ha sufrido a consecuencia de las pésimas condiciones de vida que ha tenido que desafiar desde su tienda de campaña científica.
Nos proporciona el ingeniero Ordóñez estos datos concretos, que hablan por sí solos de la magnitud del volcán en formación:
"El volcán crece a razón de 15 metros diarios. Su altura sobrepasa los 220 metros. La lava forma crestas que logran una altura de 100. La columna de humo se alza hasta 1,000 y las piedras son lanzadas a 50. Las cenizas haan caído hasta Pátzcuaro (60 kilómetros de distancia), Urupan, Los Reyes, Tingiiindín y otros lugares. La corriente de lava ha alcanzado en algunos sitios la velocidad de dos metros por hora. La lava ha invadido 60 hectáreas de terreno. Hasta el 10 de este mes, puede calcularse que el volcán ha echado 800,000 metros cúbicos. Quizá dentro de diez días se pueda decir algo más".
-Me regreso mañana- nos dice el ingeniero Ordóñez, casi repuesto de la enfermedad que ha contraído por la mala alimentación, el agua, quizá algunos gases tóxicos que ya se sosegaron en el volcán.
-Ustedes no se pueden imaginar la majestuosidad de ese espectáculo. Yo quisiera ser escritor para poder decir algo. Aún la palabra es pálida.
HUMO Y CENIZAS Y UN POCO MAS
Debe ser incómoda su situación en la tienda de campaña.
-Me he instalado a 700 metros de distancia del volcán. De repente, al estar comiendo, caen cenizas sobre los platos... Humo, cenizas, pero también algo más: nuevos conocimientos científicos. Estoy aprendiendo una maravillosa lección. Jamás imaginé que presenciaría este espectáculo abrumador...
¿Cuál es el área que invaden las cenizas?
-Muchos pueblos de Michoacán. Pero eso es nada con aquella erupción del Cosigüina, a principios del siglo pasado. Las cenizas cayeron desde Nicaragua hasta Oaxaca...
¿Y dónde dejamos al volcán que apareció en Hawai, y cuyas cenizas fueron aventadas alrededor del mundo? Me acuerdo cuando, en ciertas tardes, las veíamos desde México.
¿Cómo se llama, por fin, el nuevo monstruo?
-Todavía no están de acuerdo. Unos quieren que se llame Juiyux, porque así se llama el lugar en donde nació; otros, que Quisocho porque es el nombre del lugar que está ya invadido por la lava; otros que Paricutín, que Parangaricutiro, y hoy me informan los periódicos que se ha penado que se le bautice con el de Cuiyutzino.
¿Qué es lo más interesante que usted ha notado en esta investigación?
-Es que la lava acarrea por encima las masas enormes de piedra y las mueve a cien metros cada 24 horas. Es algo imponente. En la noche el fenómeno no de puede explicar?. Tengo que regresarme cuanto antes. No, no, tengo que seguir mis estudios. Es un espectáculo feérico. ¡eso de ver caer las piedras incandescentes, que luego ruedan hacia el cráter!.
EL PAROXISMO MAS INTENSO
Sigue diciendo el ingeniero Ordóñez, abrumado de satisfacción por haber sido testigo de este acontecimiento geológico, y no como turista que se recrea contemplando, pero sin darse explicaciones:
-El martes pasado comenzó un paroxismo más intenso, un recrudecimiento en la actividad. Lo que está sucediendo, lo que ha sucedido, nos permitirá explicarnos muchos fenómenos que no entendíamos.
Y con la modestia del auténtico sabio, que no tiene inconveniente para rectificar, el ingeniero Ordóñez dice:
-Por ejemplo, escribí una memoria de mi visita al Jorullo en 1906, y tengo que rectificar mucho de lo que dije entonces. He dicho falsedades. Hay que rectificar. Es que me faltaba esta sensacional experiencia.
¿A qué hora es más sublime la emoción?
-A las tres de la mañana es cuando se recrudecen las explosiones. Hay sucesión de truenos, duran varios minutos; son truenos formidables. No hay idea, es algo fantástico, fantástico. He tomado muchos apuntes, pero muchos.
¿Cuándo rendirá usted su informe oficial?
-Todavía falta tiempo. Hay que trabajar más, que observar más. Los indios de la comarca son algo conmovedor. ¡Que miseria! ¡Si yo pudiera escribir escenas que he presenciado! He visto a uno alzando las manos hacia el cielo, como haciendo un conjuro, para detener la erupción?
¿Y qué le han preguntado?
-Me temo que la lava obligue a cierto pueblo que está en los contornos-y no digo su nombre para no alarmar-, a que sea abandonado. Pero ya hice indicaciones al gobernador de Michoacán y los vecinos están prevenidos. Los indios me llaman "padre geólogo" y me piden que les haga anticipaciones de lo que pueda seguir. ¡Cuánta miseria en torno, cuánta desolación! Es un espectáculo único, indescriptible. No, las palabras nada pueden decir.
¿Y la ciencia qué?
Publicado en "Revista de Revistas" el 28 de marzo de 1943.