SALVADOR CALDERON RAMÍREZ. De pensamiento liberal pero de filiación partidaria conservadora, fue un humanista dedicado a la pedagogía, no en Nicaragua, su tierra natal (1867- 1941), sino en El Salvador. Aunque probablemente no tuvo militancia política de ninguna orientación ideológica, compartió la posición antizelayista de sus hermanos nicaragüenses a quienes acompañó cuando éstos decidieron trasladarse a El Salvador como exiliados voluntarios en 1898.
En El Salvador desarrolló su humanismo a través de su vocación pedagógica, asumiendo la dirección del Instituto Nacional y de la Escuela Normal por algún tiempo. También ejerció el periodismo como director de El Diario de El Salvador. Desde estas posiciones recogió el reconocimiento de generaciones de salvadoreños trascendiendo su propia nacionalidad.
Como muchos de sus correligionarios de la época, Calderón Ramírez fue un conservador sui generis, pues era nacionalista en el sentido estricto del término: celoso de la historia y cultura patria, de la autonomía plena del Estado, rechazando cualquier menoscabo de la soberanía nacional, repudiando la intervención extranjera. Tanto, que se negó a presentar las credenciales correspondientes como Ministro Plenipotenciario en Misión Especial en Washington, nombrado por Adolfo Díaz durante su primer gobierno.
Con este trasfondo, pronto desarrolló simpatías por el heroísmo de Augusto C. Sandino en su lucha nacionalista contra la intervención armada de Estados Unidos en Nicaragua. Después del asesinato a traición del héroe, Salvador Calderón Ramírez asumió la obligación moral de exaltar su memoria, defendiendo al mismo tiempo la absoluta inocencia del presidente Juan Bautista Sacasa y, de alguna manera, de Sofonías Salvatierra. Después de esos lamentables sucesos, el presidente Sacasa nombró a Salvador Calderón Ramírez Embajador de Nicaragua en México, sin duda para acallar la indignación que en aquel pueblo había causado el asesinato atroz de Augusto C. Sandino, tan admirado y querido en ese país. Pero ya no tuvo tiempo, la muerte se le presentó repentinamente.
SALVADOR CALDERON RAMÍREZ. De pensamiento liberal pero de filiación partidaria conservadora, fue un humanista dedicado a la pedagogía, no en Nicaragua, su tierra natal (1867- 1941), sino en El Salvador. Aunque probablemente no tuvo militancia política de ninguna orientación ideológica, compartió la posición antizelayista de sus hermanos nicaragüenses a quienes acompañó cuando éstos decidieron trasladarse a El Salvador como exiliados voluntarios en 1898.
En El Salvador desarrolló su humanismo a través de su vocación pedagógica, asumiendo la dirección del Instituto Nacional y de la Escuela Normal por algún tiempo. También ejerció el periodismo como director de El Diario de El Salvador. Desde estas posiciones recogió el reconocimiento de generaciones de salvadoreños trascendiendo su propia nacionalidad.
Como muchos de sus correligionarios de la época, Calderón Ramírez fue un conservador sui generis, pues era nacionalista en el sentido estricto del término: celoso de la historia y cultura patria, de la autonomía plena del Estado, rechazando cualquier menoscabo de la soberanía nacional, repudiando la intervención extranjera. Tanto, que se negó a presentar las credenciales correspondientes como Ministro Plenipotenciario en Misión Especial en Washington, nombrado por Adolfo Díaz durante su primer gobierno.
Con este trasfondo, pronto desarrolló simpatías por el heroísmo de Augusto C. Sandino en su lucha nacionalista contra la intervención armada de Estados Unidos en Nicaragua. Después del asesinato a traición del héroe, Salvador Calderón Ramírez asumió la obligación moral de exaltar su memoria, defendiendo al mismo tiempo la absoluta inocencia del presidente Juan Bautista Sacasa y, de alguna manera, de Sofonías Salvatierra. Después de esos lamentables sucesos, el presidente Sacasa nombró a Salvador Calderón Ramírez Embajador de Nicaragua en México, sin duda para acallar la indignación que en aquel pueblo había causado el asesinato atroz de Augusto C. Sandino, tan admirado y querido en ese país. Pero ya no tuvo tiempo, la muerte se le presentó repentinamente.