ESTUDIO INTRODUCTORIO
RAFAEL HELIODORO VALLE EN EL PERIODISMO
Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, 1891-Ciudad de México, 1959), historiador, poeta, literato, periodista y bibliógrafo, cumplía en 1957 cincuenta años en el periodismo, primera actividad que inició en su vida y que le permitió venir por primera vez a México a realizar sus estudios. Su adolescencia transcurrida en su ciudad natal Tegucigalpa, Honduras, estuvo marcada por un interesante acontecimiento: su tío, el ingeniero Crescencio F. Gómez, administrador del diario La Prensa que dirigía el licenciado Paulino Valladares, le permitió ocupar parte de su tiempo en enrollar la periódica que iba de canje al extranjero. De esos días Valle comentaba que la curiosidad lo había llevado no sólo a recortar los sellos de correos que traían los paquetes de prensa que del extranjero llegaban a Honduras, sino que se fascinaba leyendo los periódicos sudamericanos y en especial los de México.
Cuando en 1906 se matriculó en la Escuela Normal de Varones, en compañía de dos condiscípulos publicó un periódico manuscrito que tituló Topacio, y en la prensa hondureña apareció su artículo “El mineral de Cedros”. Gracias a la claridad y limpieza de su prosa, al año siguiente Paulino Valladares, lo invitó a colaborar en La Prensa. Sus artículos ya biográficos, ya históricos llevaban por título “Efemérides” y versaban, desde entonces, sobre toda clase de temas interamericanos.
El primero fue sobre el prócer hondureño Ramón Rosa; luego vinieron otros sobre Agustín de Iturbide, Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, Trinidad Cabañas, los guatemaltecos Justo Rufino Barrios y José Francisco Barrundia, el cubano Antonio Maceo, el argentino José de San Martín y los mexicanos don Miguel Hidalgo y Benito Juárez. Por sus méritos, estos trabajos dejaron de aparecer al lado del santoral del día y pasaron a la página principal, donde editorializaba el director.
La atracción que Valle sintió por los próceres mexicanos fue evidente en todos sus trabajos, de tal suerte que el artículo a cerca de Benito Juárez, considerado la “sensación de la semana”, motivó de tal manera a don José Manuel Gutiérrez Zamora cónsul general de México en Honduras, que éste invitó a Rafael Heliodoro a conversar con él en su despacho. Ahí, el diplomático le preguntó si estaría dispuesto a estudiar en nuestro país y, ante la respuesta afirmativa del joven hondureño, Gutiérrez Zamora le prometió gestionar con el presidente de Honduras, general Dávila, una beca para que pudiera sostener sus estudios aquí. El día 6 de febrero de 1908, en compañía del cónsul Gutiérrez Zamora, Rafael Heliodoro Valle, zarpaba del puerto de Amapala, Honduras rumbo al puerto mexicano de Salina Cruz.
Una vez instalado en la ciudad de México y matriculado en la Escuela Normal de Tacuba, en 1909, con el apoyo del poeta Juan de Dios Peza, ingresó a colaborar, sin recibir remuneración alguna, en el periódico La República dirigido por Heriberto Barrón. Gracias a la calidad de sus trabajos, Barrón decidió invitarlo al Congreso de Periodistas que ese año se efectuaría en el Tívoli del Eliseo, con la encomienda de redactar la crónica del banquete de inauguración. Por la excelencia de la tarea desempeñada, Valle fue doblemente gratificado: conoció a varios destacados periodistas con los cuales mantendría correspondencia durante varios años, entre ellos don Nemesio García Naranjo, y recibió del director de La República la cantidad de veinte pesos.
La sobresaliente actividad de Valle en la Escuela Normal y el trabajo desempeñado en el diario señalado le brindaron otras oportunidades de desarrollar el periodismo. Días después de efectuado el Congreso de Periodistas, ingresó al Diario del Hogar. Ahí trabajó como ayudante de las páginas de sociales y tuvo la oportunidad de publicar su primer artículo fuera de Honduras, titulado “Salve, oh, México”. Ingresó también por esos días a la redacción de las revistas Artes y Letras y La Semana Ilustrada.
El movimiento revolucionario obligó a Rafael Heliodoro Valle a regresar a Honduras. A la espera de que la situación en México mejorara y le permitiera volver, colaboró desde su patria en Revista Mexicana y Revista de Revistas. Para 1921, año en que retornó a México, invitado por Jaime Torres Bodet, el hondureño ya colaboraba en los principales periódicos latinoamericanos.
Enterado José Vasconcelos de su regreso a México, inmediatamente lo invitó a participar en la revista El Maestro. Al respecto, la misiva que éste le hizo llegar contenía lo siguiente:
Muy distinguido señor mío. La Universidad Nacional, por acuerdo del C. Presidente de la República, va a fundar el 1º de abril próximo la revista El Maestro, con las más amplias proyecciones educativas. Se trata de realizar, en una publicación de máxima importancia por su circulación, la obra de cultura más intensa y eficiente. Estimando en cuanto valen los méritos de usted, me honro invitándolo a colaborar en esta empresa de alta cultura. Seguro de contar con su valiosa cooperación me permito rogarle se sirva escoger el tema o temas que desee tratar, para lo cual hallará usted adjunta la lista de las secciones que contendrá el sumario de la revista. Sírvase usted aceptar mi anticipado reconocimiento y la atención de S. S.1
La oportunidad de volver a radicar definitivamente en México marcó los derroteros de su obra y de su quehacer en el periodismo. Volvió a dialogar con sus amigos Salvador Díaz Mirón, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Ramón López Velarde, entre otros y no solamente reanudó sus relaciones con los articulistas destacados de los países centro y sudamericanos sino que retomó sus actividades periodísticas en El Universal y en especial en Excélsior en donde trabajó, hasta el final de su vida con indiscutible talento y desbordante energía.
Entre 1921 y 1930, como miembro del cuerpo diplomático hondureño, Valle asistió a un buen número de acontecimientos culturales de los cuales obtuvo material para elaborar varios artículos periodísticos y cumplir, en primer lugar, con su compromiso en los principales diarios mexicanos entre los que destacaron El Universal y Excélsior y otros importantes de Latinoamérica. Década de febril actividad en el periodismo le permitió adquirir una sólida madurez y un reconocimiento que lo llevaron a colaborar en varias publicaciones estadounidenses como The Hispanic American Historical Review con artículos, reseñas y ensayos sobre historia de América y en especial de México, y años después a ser galardonado con la máxima presea correspondiente al oficio.
En el transcurso de los siguientes años Rafael Heliodoro Valle fue creando un estilo periodístico que lo caracterizaría a lo largo de su trayectoria en este ámbito. Durante mucho tiempo entrevistó a destacadas personalidades como Alfonso Caso, Sylvanus Morley, Enrique Díez-Canedo, Carmen Romero Rubio de Díaz, Salvador de Madariaga, Jaime Torres Bodet y otros más, convirtiéndose en el periodista hispanoamericano que mayor número de conversaciones llevó a cabo con gente de reconocido prestigio. Aunque se ha llegado a decir que realizó mas de mil entrevistas, esto resulta totalmente falso, en la parte documental de su acervo aparecen únicamente cuatrocientas. Sus trabajos, en esta temática, publicadas en Excélsior y Revista de Revistas, pilares de sus trabajos periodísticos más relevantes y que años después volvieron a publicarse en otras revistas como la de la Universidad de México, no se distinguieron únicamente por lo bien escritas, sino por su amenidad y por su labor de prosa literaria que atraía al lector, acostumbrado a la tradicional sequedad reporteril.
La contribución de Valle en el periódico Excélsior no se limitó a los artículos, ya que con el respaldo de esta casa editorial organizó una gran variedad de actividades. Desde principios de 1926 se fue concretando en su mente la idea de organizar un homenaje al poeta Salvador Díaz Mirón. Con la anuencia de sus superiores, en el diario señalado se conformó el Comité Díaz Mirón, con José de Jesús Núñez y Domínguez como director, consagrado a la tarea de enviar correspondencia a todos los hombres notables del ámbito humanístico, radicados dentro y fuera del país, para pedirles su opinión respecto del homenaje planeado y, en caso de estar de acuerdo con ello, su colaboración intelectual. La respuesta fue en verdad sorprendente y Rafael Heliodoro Valle recibió innumerables cartas de apoyo. Entre aquel cúmulo de misivas destacaron, entre otras, las de Alfonso Reyes, Federico Gamboa y Xavier Villaurrutia.
Cuando Valle tuvo la noble idea de organizar el homenaje ya descrito, no se imaginó que, sin proponérselo de manera consciente, estaba labrándose un largo camino de riqueza, crecimiento y satisfacción intelectual por el que transitaría el resto de su fructífera vida. Las invitaciones para colaborar en otras publicaciones no se hicieron esperar, entre ellas las revistas Mexicana de Estudios Históricos, Forma, y Mexican Folkwais. Por otra parte, la Hispanic American Historical Review, de Carolina del Norte, lo nombró editor asociado y La Prensa de Buenos Aires, corresponsal.
Los nueve años que transcurrieron de 1931 a 1940 fueron de plenitud intelectual para Valle. Tenía una sólida formación humanística, era un erudito de reconocida trayectoria en América, había publicado obra literaria e histórica entre las que se destacaron Mèxico Imponderable, Iturbide, varón de Dios, Indice de escritores, La anexión de Centroamérica a México, Bibliografía maya, Bolívar en México, etc., y sus tareas periodísticas lo habían convertido en el más ubicuo colaborador de la mayoría de las publicaciones hispanoamericanas: La Prensa de Buenos Aires; El Universal, Excélsior, El Nacional, Novedades y ABC de México; Diario de la Marina de La Habana; La Crónica y El Comercio de Lima; Diario de Yucatán de Mérida; El Norte de Monterrey; La Prensa de Nueva York y de San Antonio Texas; La Opinión de Los Ángeles, California; El Dictamen de Veracruz; La Noticia de Managua; Diario Latino de San Salvador; Diario de Costa Rica; El Día de Cali, Colombia, y La Crónica y El Comercio de Lima, Perú.
De su quehacer periodístico en estos años Valle supo hacer una verdadera especialidad. Ésta comenzó a gestarse con sus primeras colaboraciones en Revista de Revistas en donde perfeccionó su estilo hasta darle un matiz único, muy característico e inconfundible. Posteriormente lo hizo extensivo a las secciones que tenía en el periódico Excélsior y en especial en aquella dedicada a las entrevistas.
El interés del hondureño siempre fue más allá del simple afán periodístico, pues generalmente aprovechaba la oportunidad de cada entrevista para formalizar con sus interlocutores lazos académicos y culturales que más tarde alimentaba y enriquecía hasta convertirlos, con el transcurso de los años, en sólidas amistades.
Jamás imaginó Rafael Heliodoro Valle que su actividad sumada a su quehacer por Iberoamérica y su erudición, puesta a prueba durante tantos años de brega periodística, fueran reconocidos y premiados mediante la mayor presea consagrada a tan destacada actividad: el premio Marie Moors Cabot. El 7 de noviembre de 1940 en la Universidad de Columbia, en presencia del claustro en pleno, recibió la distinción de manos del rector, Dr. Murray Butler. A partir de este momento también inició sus colaboraciones en el Boletín Bibliográfico de la Universidad de Washington.
La entrega del premio Cabot le trajo un aumento de reconocimiento intelectual a su ya larga trayectoria, por lo que, en la mayoría de la correspondencia recibida por ese motivo, abundaban las designaciones para fungir como presidente, vocal o miembro de un sinnúmero de asociaciones culturales, en las que se le consideraba como uno de los más destacados investigadores de ciencias históricas y periodismo de Hispanoamérica. Con orgullo recibió el nombramiento de presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía.
El cambio de gobierno en Honduras, el año de 1949, significó para Rafael Heliodoro Valle un cambio total en su quehacer intelectual. Uno de los primeros nombramientos diplomáticos que realizó el presidente hondureño doctor Juan Manuel Gálvez fue el de Valle como embajador extraordinario y plenipotenciario de Honduras ante el gobierno de los Estados Unidos de América. Lejos de dejar a un lado su actividad periodística para dedicarse a los asuntos propios de la embajada, se entregó a la tarea de organizar el Ateneo Americano de Washington, así como un Boletín en el que se publicaran los trabajos académicos emanados del Ateneo.
El Boletín del Ateneo comenzó a circular en octubre de ese año y en su primer número dio a conocer su directorio, formado por Rafael Heliodoro Valle, Jorge Basadre, Muna Lee, Manuel F. Rugeles y Aníbal Sánchez Reulet. Las cartas de felicitación no se hicieron esperar, una de ellas es la enviada por el escritor Miguel Ángel Asturias:
Recibí el Boletín del Ateneo, del que tú formas parte y adivino que eres el motor principal. La idea de agrupar a nuestros hombres de letras en una institución como el Ateneo Americano de Washington me parece importante, si se deriva su actuación en bien de aquellos que cultivan la prosa y el verso, y el bien, para éstos y para todo el mundo principia en la libertad de expresión. Que mejor tribuna para reclamar nuestros derechos de expresión libre en el continente que la que tú y tus ilustres colaboradores están forjando en Washington.2
Para sus colaboraciones en prensa y en revistas especializadas, el año de 1950 fue de importante producción, se vieron beneficiadas la Revista de Historia de América, Revista de la Universidad de México y el periódico Excélsior en el que inauguró una nueva columna denominada “Periferia de México”.
El 6 de abril de 1955, después de entregar su nombramiento de embajador al gobierno de Honduras, regresó a la ciudad de México. Debido a su estado de salud, la empresa intelectual de Valle se redujo durante los siguientes años. Prácticamente la única tarea que regularmente desempeñó fue el periodismo. Ahí puso de relieve la erudición, gracia, estilo iridiscente y sutileza que le fueron característicos, así como la probidad y la veracidad en la información, es decir, los dos elementos propios de la ética periodística que se advierten en sus artículos, reportajes y columnas.
En el campo del periodismo hispanoamericano Rafael Heliodoro Valle conquistó un sitio único. Todos sus colegas reconocían no sólo estas cualidades, sino también la extraordinaria rapidez con que redactaba sus notas y el estilo impecable de las mismas. Por ello, en 1957, un numeroso grupo de periodistas, entre los que había una gran cantidad de hombres de letras, historiadores e intelectuales, se reunieron para ofrecerle un homenaje por haber cumplido cincuenta años en el periodismo y en la vida literaria.
El acto lo organizó el Centro Mexicano de Escritores, que presidía el doctor Julio Jiménez Rueda; a él se adhirieron Alfonso Reyes, Jorge J. Crespo de la Serna, Francisco de la Maza, Javier Icaza, Manuel Peña Alonso, Manuel Becerra Acosta, José Ángel Ceniceros, Efrén Núñez Mata, Hernán Robleto, Salomón Kahan, Alberto María Carreño, Alfredo Cardona Peña, Salvador Azuela, Luis G. Basurto, Wilberto Cantón y José de Jesús Núñez y Domínguez, entre otros.
Estos destacados intelectuales no sólo premiaron la labor de un hombre de letras que jamás había abandonado el periodismo activo y que había hecho de esa profesión un centro de interés vital, sino también el tiempo de servicio en las filas del diarismo americano. El homenaje fue expresión de admiración para un intelectual que durante medio siglo había hecho uso del periodismo con el fin de estimular a mucha gente de letras, para consolidar prestigios y exaltar la calidad de las letras americanas.
Víctima de cuadriplejia, la madrugada del 29 de julio de 1959, Rafael Heliodoro Valle, falleció en el Instituto Nacional de Cardiología de la ciudad de México, en donde recibía la atención profesional de su amigo el cardiólogo Ignacio Chávez. El entonces presidente de México, Adolfo López Mateos, le concedió al recién fallecido la condecoración de la Cruz del Águila Azteca.
Consideraciones en torno al periodismo de Rafael Heliodoro Valle.
Honduras proclamó periodista a Rafael Heliodoro Valle. Tegucigalpa le proporcionó el ambiente, la atmósfera y los motivos para sus primeros artículos y reportajes. El periodismo fue en su vida la actividad que más horas le exigió y se volvió el centro de sus demás tareas, la preocupación primera; por ello en este género alcanzó una jerarquía excepcional.
Valle fue uno de los periodistas que dieron más prestigio y más lustre a la profesión en el continente hasta el punto de convertir el oficio de “gacetillero” en respetable actividad universitaria. Por ser uno de los hombres mejor enterados de cuestiones americanas, capitalizó extraordinariamente todas las posibilidades que le ofreció el periodismo para trabajar por América. A través de dicho quehacer Valle no sólo se caracterizó por la erudición, la gracia, el estilo iridiscente, o la sutileza. Hay en él dos esencias profundas que deben señalarse: la probidad y la veracidad en la información, es decir dos elementos consustanciales a la ética periodística. Informar con la verdad fue su credo y por eso rechazó toda forma de soborno. Fue siempre un periodista probo a quien no logró tentar ni la dádiva generosa ni la prebenda mezquina.
A la lista de periódicos en los que colaboraba regularmente, ya señalados en párrafos anteriores, se sumaron varias revistas en las que aparecieron sus trabajos: Revista de Historia de América (México), Revista Chilena de Historia y Geografía, Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales (Honduras), Centroamérica (Guatemala), Tikal Maya Than (México) y La Nueva Democracia (Estados Unidos), principalmente.
Característica especial de Valle en el periodismo fue la constante promoción de empresas culturales como ciclos de conferencias, congresos y coloquios. Cuando por alguna razón no participaba en ellas como ponente, lo hacía entonces como periodista, haciendo cuanta difusión podía del evento, entrevistando a los participantes y publicando interesantes crónicas y artículos en los diarios.
Los géneros periodísticos que Rafael Heliodoro Valle frecuentó fueron la crónica, el artículo, la columna y la entrevista, principalmente. En la crónica, el hondureño alcanzó una expresión, un estilo y una forma muy personal; a menudo comunicó con ella un señalado optimismo, brindó pizcas de buen humor, alegría y gracia, e hizo prevalecer el estilo sobre el tema o el pretexto de la crónica; aprovechó cualquier ocasión para abordar el género: los viajes, las visitas a museos y las escenas de la vida cultural de toda América.
En el artículo conformó su propio estilo y divulgó ideas originales nacidas de su vastísima ilustración; su excelente preparación en la materia lo inclinó con frecuencia a escribir sobre historia. Al exponer hechos fue siempre claro y profundo, características relevantes para quienes, como él, vivieron siempre del periodismo activo. Rafael Heliodoro, eternamente urgido para enviar buen número de artículos a los múltiples diarios ya señalados, practicó el análisis crítico de las ideas en cuanto a temas de esferas tan diversas como la política, la historia y la literatura.
Entre las formas del periodismo, la columna fue la que más practicó, no sólo en el ámbito geográfico de México, sino a lo largo de todo el continente. En América sus columnas alcanzaron notoriedad y relevancia, aunque fueron variando a lo largo de su vida. La que más fama le dio fue la denominada “Cosmópolis” que inició en 1940 y en la que impuso una nueva modalidad, consistente en iniciar el texto con el juicio de alguna personalidad expresado en algún libro, conversación o carta. El tema de ese juicio lo recogía Valle para tejer alrededor de él una serie de comentarios concatenados con los hechos a que hacía referencia.
“Cosmópolis” apareció exclusivamente en el periódico Excélsior durante dos veces por semana. Era tan apetecida por los lectores mexicanos, que muchos personajes preferían aparecer en ella antes que en cualquier otra sección periodística. Valle recibió infinidad de correspondencia en relación con ella.
Además de su memoria prodigiosa, Rafael Heliodoro Valle contaba con un archivo extraordinariamente rico para redactar su celebrada columna. Mantenía siempre a mano los recortes clasificados por orden alfabético de diversas notas provenientes de todos los diarios hispanoamericanos en que colaboraba, y que oportunamente recibía. Así se explica que, en un momento dado, pudiera ofrecer al público una serie de datos importantes a los que la mayoría de los lectores no tenían acceso. Con su amenidad y gran sentido del humor característicos, los revestía y los entregaba al lector, que de inmediato los hallaba por demás interesantes.
“Cosmópolis” mantenía un encabezado inconfundible: el título en negritas y, abajo, seis líneas cortas dispuestas, en algunas ocasiones, en dos columnas donde aparecían los subtítulos del contenido de la columna. Luego venía el cuerpo de la misma, armado, como ya se señaló, en dos columnas. En el quehacer periodístico cotidiano de Valle, América siempre estuvo presente. Su americanismo fue vertido en otras columnas cuyos títulos hablan por sí solos: “América tiene la palabra”, “Nuestra América”, “Esta América de sangre cálida”, “Columna de humo” y “Periferia de México”. En esta última publicaba regularmente bibliografía periodística, consistente en miles de fichas de todo lo que se difundía sobre México en el extranjero; de esta manera, los lectores interesados en cualquier rama del saber estaban al tanto de lo que se opinaba sobre nuestro país o sobre actos públicos en los que el nombre de México era el eje.
El año de 1943 resultó relevante en el quehacer periodístico de Valle. Durante este lapso de tiempo se puede encontrar un abanico de títulos de trabajos, prácticamente todos los abordados por el hondureño hasta ese momento: “Minucias de Historia”, “El maravilloso mundo de la realidad”, “Evocaciones”, “Viaje de orden suprema”, “Gazapos”, “La ciudad está de duelo”, “Tal día como hoy”, además de los ya mencionados en el párrafo anterior.
Generalmente, durante el mes de septiembre publicaba, aparte de los ya señalados, artículos cuyo contenido se relacionaba con el movimiento de independencia, por ejemplo: “El general Victoria y el Padre Mier”, a través de los cuales daba a conocer detalles biográficos e históricos poco o completamente desconocidos.
A lo largo de sus cincuenta años de labor periodística, Rafael Heliodoro Valle empleó más de cien seudónimos. El más conocido fue el de Licenciado Vidriera, con el que firmaba su columna “Cosmópolis”; otros fueron Luis G. Nuila, Orosmán Rivas, Ángel Sol, Argos, Ignotus y Próspero Mirador.
En América, entre otros grandes periodistas, dos se hicieron célebres por sus entrevistas: Juan José de Soiza Reylli en Argentina y Rafael Heliodoro Valle en México. El hondureño entrevistó durante su vida a cerca de cuatrocientos personajes importantes; tuvo frente a sí a científicos, humanistas, artistas, filósofos, presidentes y cuanta personalidad de reconocido prestigio mundial estuvo a su alcance. Gracias a ello pudo ufanarse de haber penetrado en el enmarañado mundo de la vanidad humana por la puerta que sólo es dable trasponer al periodista erudito.
Valle fue un verdadero maestro en el arte de la entrevista. Poseyó la cualidad de no repetirse nunca, de ser original en cada caso. Hizo que sus personajes sobresalieran en medio de un cuadro adecuado para cada ocasión. Supo captar con toda precisión la personalidad de su entrevistado y la hizo resaltar en su aspecto positivo a lo largo de la conversación. Gracias a ello, y a su excelente preparación y ágil memoria, sus invitados se sentían con plena confianza y comodidad frente a él. Valle comenzaba siempre con un diálogo sencillo que iba animándose poco a poco, a medida que los entrevistados abordaban los temas que dominaban, y el periodista conducía el diálogo por la senda más accesible. El escritor César Brañas recordó esa destreza del hondureño para realizar entrevistas:
Fue una lástima que no llegaran a conformar un libro, hasta hoy, muchos de sus trabajos escogidos de periodismo, así como sus notables entrevistas con figuras de gran relieve en las ciencias y las letras que servirían grandemente a la formación de la historia intelectual de su época, piezas galanas y salpicadas de detalles curiosos, de datos eruditos, de humorismo sabrosos y jovial. En esas entrevistas y diálogos, como usualmente los llamaba, quedan plasmadas las inquietudes de su carrera literaria, la estrecha vinculación que tuvo con muchedumbres de valores mexicanos e internacionales y, especialmente, con los valores nacientes que pronto serían descollantes y que vieron en él a un compañero y a un maestro.3
Dentro del periodismo hispanoamericano, Rafael Heliodoro Valle conquistó un sitio único, reconocido por todos sus colegas, no sólo por las cualidades ya mencionadas, sino por la extraordinaria rapidez con que redactaba las notas y el estilo impecable de las mismas. Cada una de sus colaboraciones periodísticas fue una cátedra de ferviente amor al trabajo, de dinamismo inigualable y de fertilidad inagotable de pensamiento, atributos regidos todos por una voluntad y una disciplina inquebrantables.
Dra. María de los Ángeles Chapa Bezanilla.ESTUDIO INTRODUCTORIO
RAFAEL HELIODORO VALLE EN EL PERIODISMO
Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, 1891-Ciudad de México, 1959), historiador, poeta, literato, periodista y bibliógrafo, cumplía en 1957 cincuenta años en el periodismo, primera actividad que inició en su vida y que le permitió venir por primera vez a México a realizar sus estudios. Su adolescencia transcurrida en su ciudad natal Tegucigalpa, Honduras, estuvo marcada por un interesante acontecimiento: su tío, el ingeniero Crescencio F. Gómez, administrador del diario La Prensa que dirigía el licenciado Paulino Valladares, le permitió ocupar parte de su tiempo en enrollar la periódica que iba de canje al extranjero. De esos días Valle comentaba que la curiosidad lo había llevado no sólo a recortar los sellos de correos que traían los paquetes de prensa que del extranjero llegaban a Honduras, sino que se fascinaba leyendo los periódicos sudamericanos y en especial los de México.
Cuando en 1906 se matriculó en la Escuela Normal de Varones, en compañía de dos condiscípulos publicó un periódico manuscrito que tituló Topacio, y en la prensa hondureña apareció su artículo “El mineral de Cedros”. Gracias a la claridad y limpieza de su prosa, al año siguiente Paulino Valladares, lo invitó a colaborar en La Prensa. Sus artículos ya biográficos, ya históricos llevaban por título “Efemérides” y versaban, desde entonces, sobre toda clase de temas interamericanos.
El primero fue sobre el prócer hondureño Ramón Rosa; luego vinieron otros sobre Agustín de Iturbide, Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, Trinidad Cabañas, los guatemaltecos Justo Rufino Barrios y José Francisco Barrundia, el cubano Antonio Maceo, el argentino José de San Martín y los mexicanos don Miguel Hidalgo y Benito Juárez. Por sus méritos, estos trabajos dejaron de aparecer al lado del santoral del día y pasaron a la página principal, donde editorializaba el director.
La atracción que Valle sintió por los próceres mexicanos fue evidente en todos sus trabajos, de tal suerte que el artículo a cerca de Benito Juárez, considerado la “sensación de la semana”, motivó de tal manera a don José Manuel Gutiérrez Zamora cónsul general de México en Honduras, que éste invitó a Rafael Heliodoro a conversar con él en su despacho. Ahí, el diplomático le preguntó si estaría dispuesto a estudiar en nuestro país y, ante la respuesta afirmativa del joven hondureño, Gutiérrez Zamora le prometió gestionar con el presidente de Honduras, general Dávila, una beca para que pudiera sostener sus estudios aquí. El día 6 de febrero de 1908, en compañía del cónsul Gutiérrez Zamora, Rafael Heliodoro Valle, zarpaba del puerto de Amapala, Honduras rumbo al puerto mexicano de Salina Cruz.
Una vez instalado en la ciudad de México y matriculado en la Escuela Normal de Tacuba, en 1909, con el apoyo del poeta Juan de Dios Peza, ingresó a colaborar, sin recibir remuneración alguna, en el periódico La República dirigido por Heriberto Barrón. Gracias a la calidad de sus trabajos, Barrón decidió invitarlo al Congreso de Periodistas que ese año se efectuaría en el Tívoli del Eliseo, con la encomienda de redactar la crónica del banquete de inauguración. Por la excelencia de la tarea desempeñada, Valle fue doblemente gratificado: conoció a varios destacados periodistas con los cuales mantendría correspondencia durante varios años, entre ellos don Nemesio García Naranjo, y recibió del director de La República la cantidad de veinte pesos.
La sobresaliente actividad de Valle en la Escuela Normal y el trabajo desempeñado en el diario señalado le brindaron otras oportunidades de desarrollar el periodismo. Días después de efectuado el Congreso de Periodistas, ingresó al Diario del Hogar. Ahí trabajó como ayudante de las páginas de sociales y tuvo la oportunidad de publicar su primer artículo fuera de Honduras, titulado “Salve, oh, México”. Ingresó también por esos días a la redacción de las revistas Artes y Letras y La Semana Ilustrada.
El movimiento revolucionario obligó a Rafael Heliodoro Valle a regresar a Honduras. A la espera de que la situación en México mejorara y le permitiera volver, colaboró desde su patria en Revista Mexicana y Revista de Revistas. Para 1921, año en que retornó a México, invitado por Jaime Torres Bodet, el hondureño ya colaboraba en los principales periódicos latinoamericanos.
Enterado José Vasconcelos de su regreso a México, inmediatamente lo invitó a participar en la revista El Maestro. Al respecto, la misiva que éste le hizo llegar contenía lo siguiente:
Muy distinguido señor mío. La Universidad Nacional, por acuerdo del C. Presidente de la República, va a fundar el 1º de abril próximo la revista El Maestro, con las más amplias proyecciones educativas. Se trata de realizar, en una publicación de máxima importancia por su circulación, la obra de cultura más intensa y eficiente. Estimando en cuanto valen los méritos de usted, me honro invitándolo a colaborar en esta empresa de alta cultura. Seguro de contar con su valiosa cooperación me permito rogarle se sirva escoger el tema o temas que desee tratar, para lo cual hallará usted adjunta la lista de las secciones que contendrá el sumario de la revista. Sírvase usted aceptar mi anticipado reconocimiento y la atención de S. S.1
La oportunidad de volver a radicar definitivamente en México marcó los derroteros de su obra y de su quehacer en el periodismo. Volvió a dialogar con sus amigos Salvador Díaz Mirón, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Ramón López Velarde, entre otros y no solamente reanudó sus relaciones con los articulistas destacados de los países centro y sudamericanos sino que retomó sus actividades periodísticas en El Universal y en especial en Excélsior en donde trabajó, hasta el final de su vida con indiscutible talento y desbordante energía.
Entre 1921 y 1930, como miembro del cuerpo diplomático hondureño, Valle asistió a un buen número de acontecimientos culturales de los cuales obtuvo material para elaborar varios artículos periodísticos y cumplir, en primer lugar, con su compromiso en los principales diarios mexicanos entre los que destacaron El Universal y Excélsior y otros importantes de Latinoamérica. Década de febril actividad en el periodismo le permitió adquirir una sólida madurez y un reconocimiento que lo llevaron a colaborar en varias publicaciones estadounidenses como The Hispanic American Historical Review con artículos, reseñas y ensayos sobre historia de América y en especial de México, y años después a ser galardonado con la máxima presea correspondiente al oficio.
En el transcurso de los siguientes años Rafael Heliodoro Valle fue creando un estilo periodístico que lo caracterizaría a lo largo de su trayectoria en este ámbito. Durante mucho tiempo entrevistó a destacadas personalidades como Alfonso Caso, Sylvanus Morley, Enrique Díez-Canedo, Carmen Romero Rubio de Díaz, Salvador de Madariaga, Jaime Torres Bodet y otros más, convirtiéndose en el periodista hispanoamericano que mayor número de conversaciones llevó a cabo con gente de reconocido prestigio. Aunque se ha llegado a decir que realizó mas de mil entrevistas, esto resulta totalmente falso, en la parte documental de su acervo aparecen únicamente cuatrocientas. Sus trabajos, en esta temática, publicadas en Excélsior y Revista de Revistas, pilares de sus trabajos periodísticos más relevantes y que años después volvieron a publicarse en otras revistas como la de la Universidad de México, no se distinguieron únicamente por lo bien escritas, sino por su amenidad y por su labor de prosa literaria que atraía al lector, acostumbrado a la tradicional sequedad reporteril.
La contribución de Valle en el periódico Excélsior no se limitó a los artículos, ya que con el respaldo de esta casa editorial organizó una gran variedad de actividades. Desde principios de 1926 se fue concretando en su mente la idea de organizar un homenaje al poeta Salvador Díaz Mirón. Con la anuencia de sus superiores, en el diario señalado se conformó el Comité Díaz Mirón, con José de Jesús Núñez y Domínguez como director, consagrado a la tarea de enviar correspondencia a todos los hombres notables del ámbito humanístico, radicados dentro y fuera del país, para pedirles su opinión respecto del homenaje planeado y, en caso de estar de acuerdo con ello, su colaboración intelectual. La respuesta fue en verdad sorprendente y Rafael Heliodoro Valle recibió innumerables cartas de apoyo. Entre aquel cúmulo de misivas destacaron, entre otras, las de Alfonso Reyes, Federico Gamboa y Xavier Villaurrutia.
Cuando Valle tuvo la noble idea de organizar el homenaje ya descrito, no se imaginó que, sin proponérselo de manera consciente, estaba labrándose un largo camino de riqueza, crecimiento y satisfacción intelectual por el que transitaría el resto de su fructífera vida. Las invitaciones para colaborar en otras publicaciones no se hicieron esperar, entre ellas las revistas Mexicana de Estudios Históricos, Forma, y Mexican Folkwais. Por otra parte, la Hispanic American Historical Review, de Carolina del Norte, lo nombró editor asociado y La Prensa de Buenos Aires, corresponsal.
Los nueve años que transcurrieron de 1931 a 1940 fueron de plenitud intelectual para Valle. Tenía una sólida formación humanística, era un erudito de reconocida trayectoria en América, había publicado obra literaria e histórica entre las que se destacaron Mèxico Imponderable, Iturbide, varón de Dios, Indice de escritores, La anexión de Centroamérica a México, Bibliografía maya, Bolívar en México, etc., y sus tareas periodísticas lo habían convertido en el más ubicuo colaborador de la mayoría de las publicaciones hispanoamericanas: La Prensa de Buenos Aires; El Universal, Excélsior, El Nacional, Novedades y ABC de México; Diario de la Marina de La Habana; La Crónica y El Comercio de Lima; Diario de Yucatán de Mérida; El Norte de Monterrey; La Prensa de Nueva York y de San Antonio Texas; La Opinión de Los Ángeles, California; El Dictamen de Veracruz; La Noticia de Managua; Diario Latino de San Salvador; Diario de Costa Rica; El Día de Cali, Colombia, y La Crónica y El Comercio de Lima, Perú.
De su quehacer periodístico en estos años Valle supo hacer una verdadera especialidad. Ésta comenzó a gestarse con sus primeras colaboraciones en Revista de Revistas en donde perfeccionó su estilo hasta darle un matiz único, muy característico e inconfundible. Posteriormente lo hizo extensivo a las secciones que tenía en el periódico Excélsior y en especial en aquella dedicada a las entrevistas.
El interés del hondureño siempre fue más allá del simple afán periodístico, pues generalmente aprovechaba la oportunidad de cada entrevista para formalizar con sus interlocutores lazos académicos y culturales que más tarde alimentaba y enriquecía hasta convertirlos, con el transcurso de los años, en sólidas amistades.
Jamás imaginó Rafael Heliodoro Valle que su actividad sumada a su quehacer por Iberoamérica y su erudición, puesta a prueba durante tantos años de brega periodística, fueran reconocidos y premiados mediante la mayor presea consagrada a tan destacada actividad: el premio Marie Moors Cabot. El 7 de noviembre de 1940 en la Universidad de Columbia, en presencia del claustro en pleno, recibió la distinción de manos del rector, Dr. Murray Butler. A partir de este momento también inició sus colaboraciones en el Boletín Bibliográfico de la Universidad de Washington.
La entrega del premio Cabot le trajo un aumento de reconocimiento intelectual a su ya larga trayectoria, por lo que, en la mayoría de la correspondencia recibida por ese motivo, abundaban las designaciones para fungir como presidente, vocal o miembro de un sinnúmero de asociaciones culturales, en las que se le consideraba como uno de los más destacados investigadores de ciencias históricas y periodismo de Hispanoamérica. Con orgullo recibió el nombramiento de presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía.
El cambio de gobierno en Honduras, el año de 1949, significó para Rafael Heliodoro Valle un cambio total en su quehacer intelectual. Uno de los primeros nombramientos diplomáticos que realizó el presidente hondureño doctor Juan Manuel Gálvez fue el de Valle como embajador extraordinario y plenipotenciario de Honduras ante el gobierno de los Estados Unidos de América. Lejos de dejar a un lado su actividad periodística para dedicarse a los asuntos propios de la embajada, se entregó a la tarea de organizar el Ateneo Americano de Washington, así como un Boletín en el que se publicaran los trabajos académicos emanados del Ateneo.
El Boletín del Ateneo comenzó a circular en octubre de ese año y en su primer número dio a conocer su directorio, formado por Rafael Heliodoro Valle, Jorge Basadre, Muna Lee, Manuel F. Rugeles y Aníbal Sánchez Reulet. Las cartas de felicitación no se hicieron esperar, una de ellas es la enviada por el escritor Miguel Ángel Asturias:
Recibí el Boletín del Ateneo, del que tú formas parte y adivino que eres el motor principal. La idea de agrupar a nuestros hombres de letras en una institución como el Ateneo Americano de Washington me parece importante, si se deriva su actuación en bien de aquellos que cultivan la prosa y el verso, y el bien, para éstos y para todo el mundo principia en la libertad de expresión. Que mejor tribuna para reclamar nuestros derechos de expresión libre en el continente que la que tú y tus ilustres colaboradores están forjando en Washington.2
Para sus colaboraciones en prensa y en revistas especializadas, el año de 1950 fue de importante producción, se vieron beneficiadas la Revista de Historia de América, Revista de la Universidad de México y el periódico Excélsior en el que inauguró una nueva columna denominada “Periferia de México”.
El 6 de abril de 1955, después de entregar su nombramiento de embajador al gobierno de Honduras, regresó a la ciudad de México. Debido a su estado de salud, la empresa intelectual de Valle se redujo durante los siguientes años. Prácticamente la única tarea que regularmente desempeñó fue el periodismo. Ahí puso de relieve la erudición, gracia, estilo iridiscente y sutileza que le fueron característicos, así como la probidad y la veracidad en la información, es decir, los dos elementos propios de la ética periodística que se advierten en sus artículos, reportajes y columnas.
En el campo del periodismo hispanoamericano Rafael Heliodoro Valle conquistó un sitio único. Todos sus colegas reconocían no sólo estas cualidades, sino también la extraordinaria rapidez con que redactaba sus notas y el estilo impecable de las mismas. Por ello, en 1957, un numeroso grupo de periodistas, entre los que había una gran cantidad de hombres de letras, historiadores e intelectuales, se reunieron para ofrecerle un homenaje por haber cumplido cincuenta años en el periodismo y en la vida literaria.
El acto lo organizó el Centro Mexicano de Escritores, que presidía el doctor Julio Jiménez Rueda; a él se adhirieron Alfonso Reyes, Jorge J. Crespo de la Serna, Francisco de la Maza, Javier Icaza, Manuel Peña Alonso, Manuel Becerra Acosta, José Ángel Ceniceros, Efrén Núñez Mata, Hernán Robleto, Salomón Kahan, Alberto María Carreño, Alfredo Cardona Peña, Salvador Azuela, Luis G. Basurto, Wilberto Cantón y José de Jesús Núñez y Domínguez, entre otros.
Estos destacados intelectuales no sólo premiaron la labor de un hombre de letras que jamás había abandonado el periodismo activo y que había hecho de esa profesión un centro de interés vital, sino también el tiempo de servicio en las filas del diarismo americano. El homenaje fue expresión de admiración para un intelectual que durante medio siglo había hecho uso del periodismo con el fin de estimular a mucha gente de letras, para consolidar prestigios y exaltar la calidad de las letras americanas.
Víctima de cuadriplejia, la madrugada del 29 de julio de 1959, Rafael Heliodoro Valle, falleció en el Instituto Nacional de Cardiología de la ciudad de México, en donde recibía la atención profesional de su amigo el cardiólogo Ignacio Chávez. El entonces presidente de México, Adolfo López Mateos, le concedió al recién fallecido la condecoración de la Cruz del Águila Azteca.
Consideraciones en torno al periodismo de Rafael Heliodoro Valle.
Honduras proclamó periodista a Rafael Heliodoro Valle. Tegucigalpa le proporcionó el ambiente, la atmósfera y los motivos para sus primeros artículos y reportajes. El periodismo fue en su vida la actividad que más horas le exigió y se volvió el centro de sus demás tareas, la preocupación primera; por ello en este género alcanzó una jerarquía excepcional.
Valle fue uno de los periodistas que dieron más prestigio y más lustre a la profesión en el continente hasta el punto de convertir el oficio de “gacetillero” en respetable actividad universitaria. Por ser uno de los hombres mejor enterados de cuestiones americanas, capitalizó extraordinariamente todas las posibilidades que le ofreció el periodismo para trabajar por América. A través de dicho quehacer Valle no sólo se caracterizó por la erudición, la gracia, el estilo iridiscente, o la sutileza. Hay en él dos esencias profundas que deben señalarse: la probidad y la veracidad en la información, es decir dos elementos consustanciales a la ética periodística. Informar con la verdad fue su credo y por eso rechazó toda forma de soborno. Fue siempre un periodista probo a quien no logró tentar ni la dádiva generosa ni la prebenda mezquina.
A la lista de periódicos en los que colaboraba regularmente, ya señalados en párrafos anteriores, se sumaron varias revistas en las que aparecieron sus trabajos: Revista de Historia de América (México), Revista Chilena de Historia y Geografía, Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales (Honduras), Centroamérica (Guatemala), Tikal Maya Than (México) y La Nueva Democracia (Estados Unidos), principalmente.
Característica especial de Valle en el periodismo fue la constante promoción de empresas culturales como ciclos de conferencias, congresos y coloquios. Cuando por alguna razón no participaba en ellas como ponente, lo hacía entonces como periodista, haciendo cuanta difusión podía del evento, entrevistando a los participantes y publicando interesantes crónicas y artículos en los diarios.
Los géneros periodísticos que Rafael Heliodoro Valle frecuentó fueron la crónica, el artículo, la columna y la entrevista, principalmente. En la crónica, el hondureño alcanzó una expresión, un estilo y una forma muy personal; a menudo comunicó con ella un señalado optimismo, brindó pizcas de buen humor, alegría y gracia, e hizo prevalecer el estilo sobre el tema o el pretexto de la crónica; aprovechó cualquier ocasión para abordar el género: los viajes, las visitas a museos y las escenas de la vida cultural de toda América.
En el artículo conformó su propio estilo y divulgó ideas originales nacidas de su vastísima ilustración; su excelente preparación en la materia lo inclinó con frecuencia a escribir sobre historia. Al exponer hechos fue siempre claro y profundo, características relevantes para quienes, como él, vivieron siempre del periodismo activo. Rafael Heliodoro, eternamente urgido para enviar buen número de artículos a los múltiples diarios ya señalados, practicó el análisis crítico de las ideas en cuanto a temas de esferas tan diversas como la política, la historia y la literatura.
Entre las formas del periodismo, la columna fue la que más practicó, no sólo en el ámbito geográfico de México, sino a lo largo de todo el continente. En América sus columnas alcanzaron notoriedad y relevancia, aunque fueron variando a lo largo de su vida. La que más fama le dio fue la denominada “Cosmópolis” que inició en 1940 y en la que impuso una nueva modalidad, consistente en iniciar el texto con el juicio de alguna personalidad expresado en algún libro, conversación o carta. El tema de ese juicio lo recogía Valle para tejer alrededor de él una serie de comentarios concatenados con los hechos a que hacía referencia.
“Cosmópolis” apareció exclusivamente en el periódico Excélsior durante dos veces por semana. Era tan apetecida por los lectores mexicanos, que muchos personajes preferían aparecer en ella antes que en cualquier otra sección periodística. Valle recibió infinidad de correspondencia en relación con ella.
Además de su memoria prodigiosa, Rafael Heliodoro Valle contaba con un archivo extraordinariamente rico para redactar su celebrada columna. Mantenía siempre a mano los recortes clasificados por orden alfabético de diversas notas provenientes de todos los diarios hispanoamericanos en que colaboraba, y que oportunamente recibía. Así se explica que, en un momento dado, pudiera ofrecer al público una serie de datos importantes a los que la mayoría de los lectores no tenían acceso. Con su amenidad y gran sentido del humor característicos, los revestía y los entregaba al lector, que de inmediato los hallaba por demás interesantes.
“Cosmópolis” mantenía un encabezado inconfundible: el título en negritas y, abajo, seis líneas cortas dispuestas, en algunas ocasiones, en dos columnas donde aparecían los subtítulos del contenido de la columna. Luego venía el cuerpo de la misma, armado, como ya se señaló, en dos columnas. En el quehacer periodístico cotidiano de Valle, América siempre estuvo presente. Su americanismo fue vertido en otras columnas cuyos títulos hablan por sí solos: “América tiene la palabra”, “Nuestra América”, “Esta América de sangre cálida”, “Columna de humo” y “Periferia de México”. En esta última publicaba regularmente bibliografía periodística, consistente en miles de fichas de todo lo que se difundía sobre México en el extranjero; de esta manera, los lectores interesados en cualquier rama del saber estaban al tanto de lo que se opinaba sobre nuestro país o sobre actos públicos en los que el nombre de México era el eje.
El año de 1943 resultó relevante en el quehacer periodístico de Valle. Durante este lapso de tiempo se puede encontrar un abanico de títulos de trabajos, prácticamente todos los abordados por el hondureño hasta ese momento: “Minucias de Historia”, “El maravilloso mundo de la realidad”, “Evocaciones”, “Viaje de orden suprema”, “Gazapos”, “La ciudad está de duelo”, “Tal día como hoy”, además de los ya mencionados en el párrafo anterior.
Generalmente, durante el mes de septiembre publicaba, aparte de los ya señalados, artículos cuyo contenido se relacionaba con el movimiento de independencia, por ejemplo: “El general Victoria y el Padre Mier”, a través de los cuales daba a conocer detalles biográficos e históricos poco o completamente desconocidos.
A lo largo de sus cincuenta años de labor periodística, Rafael Heliodoro Valle empleó más de cien seudónimos. El más conocido fue el de Licenciado Vidriera, con el que firmaba su columna “Cosmópolis”; otros fueron Luis G. Nuila, Orosmán Rivas, Ángel Sol, Argos, Ignotus y Próspero Mirador.
En América, entre otros grandes periodistas, dos se hicieron célebres por sus entrevistas: Juan José de Soiza Reylli en Argentina y Rafael Heliodoro Valle en México. El hondureño entrevistó durante su vida a cerca de cuatrocientos personajes importantes; tuvo frente a sí a científicos, humanistas, artistas, filósofos, presidentes y cuanta personalidad de reconocido prestigio mundial estuvo a su alcance. Gracias a ello pudo ufanarse de haber penetrado en el enmarañado mundo de la vanidad humana por la puerta que sólo es dable trasponer al periodista erudito.
Valle fue un verdadero maestro en el arte de la entrevista. Poseyó la cualidad de no repetirse nunca, de ser original en cada caso. Hizo que sus personajes sobresalieran en medio de un cuadro adecuado para cada ocasión. Supo captar con toda precisión la personalidad de su entrevistado y la hizo resaltar en su aspecto positivo a lo largo de la conversación. Gracias a ello, y a su excelente preparación y ágil memoria, sus invitados se sentían con plena confianza y comodidad frente a él. Valle comenzaba siempre con un diálogo sencillo que iba animándose poco a poco, a medida que los entrevistados abordaban los temas que dominaban, y el periodista conducía el diálogo por la senda más accesible. El escritor César Brañas recordó esa destreza del hondureño para realizar entrevistas:
Fue una lástima que no llegaran a conformar un libro, hasta hoy, muchos de sus trabajos escogidos de periodismo, así como sus notables entrevistas con figuras de gran relieve en las ciencias y las letras que servirían grandemente a la formación de la historia intelectual de su época, piezas galanas y salpicadas de detalles curiosos, de datos eruditos, de humorismo sabrosos y jovial. En esas entrevistas y diálogos, como usualmente los llamaba, quedan plasmadas las inquietudes de su carrera literaria, la estrecha vinculación que tuvo con muchedumbres de valores mexicanos e internacionales y, especialmente, con los valores nacientes que pronto serían descollantes y que vieron en él a un compañero y a un maestro.3
Dentro del periodismo hispanoamericano, Rafael Heliodoro Valle conquistó un sitio único, reconocido por todos sus colegas, no sólo por las cualidades ya mencionadas, sino por la extraordinaria rapidez con que redactaba las notas y el estilo impecable de las mismas. Cada una de sus colaboraciones periodísticas fue una cátedra de ferviente amor al trabajo, de dinamismo inigualable y de fertilidad inagotable de pensamiento, atributos regidos todos por una voluntad y una disciplina inquebrantables.
Dra. María de los Ángeles Chapa Bezanilla.