POBRE, VIEJA, REMOTA BAJA CALIFORNIA
Diálogo con PABLO HERRERA CARRILLO Como si viniera de las imágenes del sueño en que brillan meteóricamente los delirios y se visten de lujo las alucinaciones, don Pablo Herrera Carrillo -el gambusino callado que desearía encontrar el oro de Cíbola tan sólo para hacer posible la edición más espléndida que merezca en este hemisferio un libro de historias- me trae palabras que parecen recién salidas de la sombra, leyendas que se sumergen en la pura mística, relatos que se diría encontrados en esa línea misteriosa en que se juntan el litoral y los bosques submarinos en que la Corriente del Kurosivo va depositando las preseas químicas que ruedan desde los mares del tifón y el escorbuto.
Se trata de escribir un libro que nunca se escribirá completo: la Historia de la Baja California. Y don Pablo viene a la Metrópoli para ver lo que hay en estos archivos, en estas bibliotecas, en las antesalas de la erudición. Después irá -me dice -al Norte, a tal Universidad, quizá pisando las huellas que dejaran Kino y Salvatierra en los arenales desérticos que tiene la doble providencia de la tinaja y el cactus? Después?
Han sonado en el ambiente acústico de la más devota atención, mientras don Pablo construye los ricos recuerdos de sus lecturas, algunos nombres de magia: navegantes españoles, jesuitas intrépidos, japoneses a la intemperie.
-Los japoneses y los jesuitas -exclama oteando hacia latitudes fabulosas- han sabido triunfar en aquel ambiente antropófago. Cuando la Baja California fue una desolada realidad, cuando gracias a los esfuerzos de los Padres Kino, Salvatierra, Juan de Ugarte, Link y Consag se precisó su geografía, deslindándola del misterio, la incorregible siguió seduciendo desde lejos el corazón de los hombres. De todos los hombres. Porque la Baja California ha enamorado al misionero y al pirata, al sabio y al hombre de empresa. Desde que era para los lectores de viajes extraordinarios "Las Sergas de Esplendían" una "isla" colocada "muy cerca del paraíso terrenal", poblada de Amazonas, aquella península ha continuado siendo una obsesión perdurable.
¿Un filtro en posesión de manos invisibles?
-Mientras fue Ciguatán, la Isla del Tesoro, los hombres la amaron obstinadamente porque era enigmática. Y lo sigue siendo. Aún no ha dicho su última palabra. Los exploradores desde Álvaro Saavedra hasta Iturbi el andariego fray Marcos de Niza, el pirata Drake que la bautizó "Nueva Albión". En fin el solo anhelo de escribir ese libro basta para enriquecer a la imaginación más pobre. Y es que aquella es la tierra "de los grandes destinos".
¿Y los filibusteros que se quisieron apoderar de ella?
-Ya en el diario íntimo del presidente Polk se descubren las intenciones de los Estados Unidos para apoderarse perpetuamente de la Península. Es la Tierra Incógnita a donde han ido a fracasar muchos sueños de colonización. Tiene todavía mala fama de país inhabitable. Pero pensar en su magnificencia geográfica, en sus riquezas de pesquería, en su terrible problema de agua. Porque ¿sabe usted? La Baja California se está muriendo de sed?
Y suenan otros nombres: Rodríguez Cabrillo, Vizcaíno, don Hernán Cortés, el asesino Ordoño Jiménez. Suenan en medio de aquella resonante mitología que se va ensanchando al paso de la expedición que guiaba Vázquez de Coronado en medio de la mezquina geografía oficial en que el milagro lo hará la música de los pozos artesianos. Es que los problemas de México allá se vuelven problemas insolubles.
-La falta de agua explica que haya malos caminos. Nuestro porvenir está en el mar, en la riqueza pesquera. Un programa marino para la Península. Se ha creído que Tijuana es la Baja California y no es así. Nuestro socio capitalista es ya y debe ser en adelante el Océano Pacífico, el de las riquezas increíbles, el que nos dará el dinero para aplacar aquella sed.
Habla don Pablo, exaltado por su fe apostólica de los maestros que tuvieron las cooperativas españolas de pescadores. Un procedimiento que no sería nuevo ya que en este país lo implantó Fray Juan de Zumárraga para que los indios pudiesen aprender las artes y los oficios europeos. Aquel Fray Juan que pidió se enviaran del reino de Granada algunos moriscos casados para que enseñaran a los aborígenes de la Nueva España la industria de la morera y de la seda. Y aprovechando esos tesoros dispersos, que crearían normas dinámicas a través de la agricultura intensiva, la pesca y la energía eléctrica, piensa que habría dinero suficiente para invertirlo en la construcción de presas.
-Le he dicho que las soluciones de la Naturaleza son, entre las más sorprendentes, la tinaja en lo cóncavo del granito, brindando su providencia en las sequías y la visnaga, el cactus jugoso un contrasentido en el desierto. Obras magníficas de la Naturaleza. Pero se necesita algo más: se necesita allá una gran ciudad mexicana, una de esas ciudades perfectas de que Vasconcelos ha hablado y que en su cascarón arquitectónico logran conformar el contenido humano. Un centro de la cultura mexicana que sea como atalaya de la nacionalidad frente a la expansión de fuerzas nada propicias. Una ciudad del porvenir que sea como un relicario bajo el cielo radioso de la pobre, vieja, remota Baja California.
Y luego, poseído de una seguridad que se diría heredada de los "pionners" de los constructores que iban cantando mientras hacían el bien, mientras las pepitas de oro se desvanecían a medida que andaban, piensa en los hombres que fueron mitad anacoretas, mitad aventureros y que tuvieron aliento para trabajar en torno a la mísera "misión" de adobe que le servía de cuartel general para sus expediciones. Servicio social, fe en el trabajo, miradas hondamente puestas en el futuro, clamor religioso en lo más íntimo.
-El paisaje antropófago -añade el señor Herrera- ese hay que ir a buscarlo valientemente en la tierra adentro; es el paisaje de las grandes soledades bajacalifornianas. Es como una droga que embriaga en la plenitud de la desolación, una desolación de paisajes que se hacen silencio en torno, que se cierra, que aprieta como trampa. Y luego, cuando aquella posesión mística y material es completa, sentimos que nos hemos vuelto paisaje; y este nos ha devorado y ya sólo queda el resto de lo que fuimos en la llanura maldita: una sombra.
Nuestra conversación nos ha transportado a las latitudes cálidas del sueño. De pronto viene a despertarnos con una realidad bibliográfica, con una joya encontrada en sus búsquedas el anticuario Demetrio García quien ha podido sacar a flote entre la espuma de sus papeles viejos un barco largos días surto en el Mar de Cortés.
¿Acaso la mismísima relación que presentó a su regreso de Sudamérica Fray Marcos Niza?
-Hay una íntima Baja California, la Baja California para muy hombres? Es la que vive tierra adentro, la que lleva una fuerte vida interior; no es la parasitaria, la de la línea internacional, la de la zona de tolerancia. Es la que erige su arquitectura airosa en el nopal sobrio?
Pasan nombres de contrabandistas, de filibusteros, de botánicos, de pescadores que codician el abulón, uno de los pescados más deliciosos para el "gourmet". Los nombres de los hombres recios, de los hombres-cactus, los hombres-hombres. Don Pablo tiene una memoria venturosa para evocarlos a todos, para reconstruir sucesos que tienen épica seducción.
-Hay que trazar el itinerario de las semillas y de las plantas que de Europa pasaron a México. Esa es la obra de España, no importa que haya habido pecados. Es la novela de España.
Nos evoca el primer trigo que se sembró en México a la llegada de Cortés. Y deplora que no conozcamos la ruta que ese trigo siguió para llegar a la Nueva Galicia y pasar a la vertiente del Pacífico. El trigo que fue desde las comarcas del Bajío. Los árboles frutales, las hortalizas, las almácigas, las huertas conventuales: todo eso que daría datos para reconstruir la ruta de España diseminando el trigo, el arroz, las plantas exquisitas, hasta reposar en Alta California. Y todos los viajes, todas las expediciones que hubo que emprender, las poblaciones que hubo que construir para que las plantas nuevas del peral -y esto lo recuerda atinadamente Pereyra- pudiesen pasar por ese maravilloso itinerario ciñéndose a la realidad más que a la leyenda como si fueran el cíngulo sagrado del Pacífico. Labor de los franciscanos, tarea de los jesuitas, obra callada de los dominicos. Y luego el fondo piadoso (mejor dicho "fundo") que crearon con los productos de sus haciendas la Marquesa de las Torres de Rada y el Marqués de Villa-Puente, magnates del Bajío para diseminar el cristianismo en las Californias.
-Sobre este "Fundo Piadoso" ya hablaremos -nos dice García desde el rincón de sus libritos - Se puede hacer un libro de magia con todos esos documentos.
¿Y don Gastón Vives?
-Vive don Gastón. Fue el soñador metido a hombre práctico, a quien se debe una industria maravillosa: el cultivo artificial de la concha perla. Unido a don Manuel Sepúlveda pudo fabricar corazas protectoras de la concha natural. Buscó la manera de hacer sus siembras en la arena de los fondos marinos, las protegió con bloques de cemento, pabellones de fierro y mallas. Y en la Isla del Espíritu Santo levantó un emporio. La envidia lo acechaba. El emporio fue destruido; pero pasma ver a este hombre que a pesar de estar arruinado está seguro de poder levantarse de nuevo. Es uno de los hombres ejemplares, de los pioneers?
Aquí termina nuestra conversación. Hemos visitado tierras malditas y tierras puras. Hemos charlado a través de esa plática enredadora con los piratas y los gambusinos, con los cartógrafos y los buceadores; pero sobre todo con Fray Marcos de Niza el peregrino alucinado que encontró la piedra filosofal en las siete magníficas ciudades que hoy anda buscando otro amigo mío en tierras del Ecuador, porque Fray Marcos también anduvo por allá-el señor Florencio Caamaño que ojalá sienta aunque sea de lejos la atracción irresistible de aquel mundo que es otro mundo. Porque se alimenta a la vez de la realidad y del ensueño.
Publicado en "Revista de Revistas" en abril de 1933.