DIAS PERFECTOS DE MICHOACÁN
Diálogo con JESÚS ROMERO FLORES ¿Con que éste es Michoacán, la tierra de don Melchor Ocampo y el Arzobispo Labastida, donde los hombres hacen su desayuno y con sólo echar la red sacan a flote pescados y canciones y las mujeres cuidan el prestigio de los tamales, los panes y los quesos? Aquí está una de las alacenas de México, porque la otra es Guanajuato, cornucopia de los climas y las leyendas, de los paisajes y los frutos, la "Rusticatio Mexicana" de Landívar, el huerto en que fray Juan de San Miguel hizo coronas de flores para que los hombres se reconciliaran.
La laguna de Cuitzeo nos da la bienvenida. Caballeros, están ustedes en casa. Y nuestra respuesta es la del artillero que mandó escribir en el cinturón: "No me preguntes, que voy de paso". La laguna está de plácemes porque es el vivero de las estrellas. La laguna es el prólogo del bello libro de las aguas que en seguida hojearemos: Pátzcuaro. El colofón será Zirahuén.
Consignación de esdrújulos milagrosos: Jarácuaro, Nocupétaro, Tzararácua, y el más largo de todos que asustan al japonés Arai: Juruandiritzirimícuaro.
-Oiga este nombre -nos dice Romero Flores- que suena como tres dardos: Tzintzuntzan.
Hemos mandado traer la silla de oro y el manto morado de la cuaresma para entrar en el reino purépecha. En Tiripitio tuvo una entrevista don Pedro de Alvarado con el Virrey Mendoza, cuando el primero iba en pos de las islas de la Especiería. En Morelia está el acueducto de Fray Antonio de San Miguel, que fue Obispo de Comayagua, y en el códice que sirvió de guía a Fermín Revueltas para reconstruir en la quinta "Eréndira" del General Cárdenas, la escena en que Cristóbal de Olid, conquistador de Honduras recibió la sumisión de Caltzonzin.
¿Cárdenas es purépecha?
Romero Flores lanza un tercer dardo al pecho desnudo de mi pregunta.
Bajo el palio del mediodía entramos en la antigua Valladolid, hoy Morelia, y lanzamos un cohete a la memoria del señor cura de Carácuaro. Esta es Morelia, la del nombre eufónico, el color de cantera, los dulces edificantes y las mujeres que ven y no se dejan ver. Esta es Morelia. Ahora voy entendiendo mejor la guerra de Independencia, a don Agustín de Iturbide y al señor Morelos, a don Melchor y a don Pelagio. Todas las jerarquías, todos los climas, todos los caprichos en el yantar y en la siesta.
Nos han recibido como no lo merecíamos. Al entrar a la Catedral hacen sonar el órgano, que es el segundo de América. Carranca y Trujillo nos hace la confidencia de que el organista de la de Berlín le daba audiciones gratis. En el Museo nos enseñan la pierna de palo de Santa Anna, varios retratos del obispo San Miguel y la carroza en que el medioeval y teológico Munguía salió por vez última en el Corpus de 1866. En la biblioteca del Colegio Nicolaíta, los calzoncillos de don Melchor.
Casas de piedra, arquitectura para almas recias, luz intensa, ambiente callado, cielo abierto y unos artesonados de madera bien labrada que se hacen duros de roer por el tiempo.
-Aquí tienen el templo de Santa Rosa de Lima, con lagartos en las gárgolas. En esa casa estuvo doña Ana María Huerta de Iturbide.
Y mientras nos atropella la historia de México visitando la casa que fue de Morelos, quedamos convencidos de que sin Romero Flores no es posible conocer bien Michoacán. Es quien tiene las llaves de esta deliciosa alacena: aquí un amigo, haya una comadre, más allá de la leyenda, un paisano, y detrás del paisaje, almas. Sabe hasta los nombres de cada pez en el lago de Pátzcuaro. La genealogía de cada jilguero en Uruapan.
Vamos a bailar, que arde en fiestas la juventud nicolaíta, porque han llegado los estudiantes japoneses. Gabriel Martínez deplora no poder asistir porque enseñaría un nuevo paso en el danzón. No me detengas, que yo también voy de paso?
REDES AL SOL
¿Que esdrújulo convendría para agradecer al joven Gobernador michoacano, licenciado Gabino Vázquez sus atenciones insignes? ¿Cuál epíteto para ponderar las del Rector Díaz Barriga, ilustre biólogo que sabe ser anfitrión?
-Amigos, estamos a orillas del lago de Pátzcuaro, en el mirador de la residencia del General Cárdenas. El lago está de fiesta, estrenando lejanías, y de pronto las nubes que no faltan en los lienzos de los pintores que imaginaron la Trinidad o la Asunción. Nubes, luces de gala, canoas que van hacia el mercado.
¿Pues qué, Pátzcuaro a orillas de su lago era un error de los geógrafos?
Carrancá evoca a Suiza. Si tus lagos son azules de mirar tanto tus cielos o viceversa. Pátzcuaro no es azul, ni transparente, ni se deja copiar. Es, sencillamente, Pátzcuaro. Y sus peces nada tienen que ver con la zoología, como sus culebras de agua con las anguilas que merodean en los ríos. ¿Una batea michoacana? Los que lo han comparado con eso, no tienen imaginación. No hagan preguntas, que vamos de pasada, no queremos nada. Sería como querer definir a Janitzio la isla de los pescadores, las redes y los tejados rojos. Ulises no vio Janitzio, y por eso no se enredó en las barbas del maíz en elote. Lo único que les diré es que en Janitzio la gente vive mucho, y que allí conocí a don Eleuterio Campos, para servir a ustedes, que tiene los dientes enteros como las mazorcas y se acuerda de los franceses imperialistas y de la coronación de la Virgen de Guadalupe.
En la iglesia está mi Señor Santiago, sobre una silla charra mexicana, con botas de minero. Y ni presume. Cuando regresamos a la canoa las redes de Janitzio tenían más sol.
Publicado en "Revista de Revistas" en septiembre de 1931.