MI ÚLTIMA ENTREVISTA CON DÍAZ MIRON
Diálogo con SALVADOR DIAZ MIRON Lo vi, la última vez en una celda del hospital militar, oliente a creolina y visitada asiduamente por los piojos. No se me olvidan los versos al naranjo que sombreaba el ventanal. Después supe de su viaje a Santander, sus cátedras por oposición en el Liceo Newton, en la Habana y las ofertas del "Diario de la Marina, que él desdeño porque no quería que afuera aprovecharan la sangre de su herida para afear el nombre de México.
Don Salvadorcito me dio la bienvenida de su abrazo en una modesta casa de Zaragoza, que es para él la torre de marfil de donde se ve la estrella de la mañana. Allí cerca la naval y la preparatoria donde explica Historia General y Geografía. Para comprender cierta poesía de Diaz Mirones bueno visitarlo en Veracruz. Pocas veces me ha parecido más personal el estilo de su prólogo en el libro "Azul" de Esteva que esta vez: vi sobre el ponto de azogue al vil zopilote "tendida e inmóvil el ala" pero en vano pregunté por las palmas del puerto bullente. El mar a un lado y el volcán de ópalo y símbolo al frente; y luego entrándose al alma el efluvio de los liquidámbares.
Don Salvadorcito explicaba al Subdirector de la Naval ciertas dudas sobre la teoría de Einstein y mientras hacía llegar un rayo de luz de este a oeste, yo me entregaba a las añoranzas con su hijo. Me hablaba éste de una invitación de Vasconcelos para cátedras en la Escuela de Altos Estudios? y yo pregunte porque no iba a México. El Maestro se puso todo irisado y modesto como la perla:
-No ando más que con lo encapillado. Si los notarios me invitasen a leer versos en una de sus fiestas no podría presentarme, además necesito vigilar mis pocos intereses en este puerto tengo unas casitas que me producían renta, es decir, antes de que se organizara el Sindicato de Inquilinos. Yo quiero vivir en México; podría asegurarte que a México lo quiero más que a Veracruz, porque en México se come el mejor pescado de Veracruz, hay más víveres, hay mejores sastres, hay un clima de luz y los inquilinos todavía creen justo pagar lo que se debe.
Volví a verlo, duro por la vida que no le encanece la melena ni le abate la garra. Garra de león o de águila andina, que donde se posa deja huella. El ojo negrísimo y avizor, la carne sin flaqueos, el cabello obscuro, como en los tiempos de la carta a gloria, la diestra accionando mientras la otra duerme como en un féretro y toda vez metido siempre en un sobretodo que ya ha pasado por las aduanas y se ha secado al sol de varias playas. De la boca de este niño loco siempre salen sapos cuando habla (como en el cuentecillo de Andersen) y ahora la vi con la dentadura ennegrecida por el tabaco: el poeta no se lo quita de la boca, pero cada 10 minutos hay que ensendérselo y es entonces el único momento en que se corta el hilo de su charla. Díaz Mirón carga más que antaño, cuando nos relataba el paso del Gránico o la batalla de Austerlitz. Por algo lleva en la leontina del reloj el camafeo de oro del "Petit Caporal". Todos los curiosos que pasan por este puerto y lo visitan, se llevan la impresión de que han escuchado a un amable maestro de escuela que, en cuanto habla del mimetismo de los animales discreta sobre ciertos pasajes de la Odisea o trata de aclarar las dudas de si don Rodrigo murió en la batalla de Guadalete o no hubo tal batalla.
Por supuesto, que vino al tapete el problema del galleguismo de Colón; pero don Salvadorcito no está de acuerdo con don Celso de la Riega y me explicó varias experiencias del viaje a la isla de Guanahani con una amenidad que un amplio reconocimiento pero si regocijó mis oídos. El catedrático hablaba con labios de poema. La obsesión de él es tener auditorio atento, pero no diálogo. El me lo decía:
-Hablar con facilidad no es difícil, pero es preciso ejercer mucha vigilancia sobre el pensamiento y la palabra. Me acuerdo de un amigo mío muy querido, que me distinguió sin que yo tuviera merecimiento (la perla estaba tornasolándose): habló de don Justo Sierra, quien vino un día a Jalapa, de vacaciones, y al visitar mi clase de Literatura a instancias mías dio un tema a uno de mis alumnos, y éste disertó con soltura?
No; no está callado Díaz Mirón: está silencioso. Los que preguntan si tiene algún nuevo libro, si publicará poemas últimos, no lo han oído hablar. Vive el, mariposa sidérea, rondando en la flor de su delirio, oyéndose como el mar hermano, vestido de estrellas como el cielo dulce de Veracruz. No se ha cortado la colecta sino para la publicidad exhibicionista y tiene el culto del horror al público: así me lo confesó.
-El arte sólo es comprensible a los artistas o para las almas elevadas llevamos a oír la novena sinfonía a un señor de estos que pululan por ahí, oirá el rumor de las tinieblas y se dormirá? Pero si escucha el "Pasen a tomar atole" del jarabito, lo veréis animado y risueño?
Tiene dos libros siempre en prensa: "Triunfos" y "Flores Tardías". Me resisto nuevamente "A un profeta", que él considera una cúspide de su obra y lo hizo con tanta enternecedora gracia que no la olvido. Para el "Triunfos" explica mejor que nada su técnica: un día ?me dijo? releí aquello de "y su epitafio la sangrienta luna", y me pregunté por qué me seducía: era simplemente la no repetición de la vocal acentuada. En este libro Irán: "Palma no te enorgullezcas". "Acojo al recién nacido", varios romances, todo lo que está disperso en periódicos de 1910 para acá, en "El Debate" y "El Imparcial". No ha mucho publiqué en "El Dictamen" de este puerto unos versos que hice al Ixtlaccihuatl? Pero esos dos libros, según me escriben de España, están para llegar aquí dentro de unos dos meses.
Yo me atreví a insinuarle que porque no escribía un libro de texto, algo que fuera lo imperecedero de su obra magistral, un texto de Historia, por ejemplo. El poeta repuso:
-Los libros de texto, en general, deberían ser quemados por mano de verdugo en la plaza pública. Vea lo que dice Seignobos.
Y me leyó en tres páginas diversas la enmienda que él hacía al traductor del didacta francés por lo de "longer la cote". "Ir a lo largo de la costa" y no "alargar la costa".
-Yo he ido a la Poesía por la Ciencia y no al contrario. Pitágoras hizo saber los sagrados números. Yo me he amamantado a los diversos pechos de los clásicos griegos.
Recordaba enternecido la destrucción de su biblioteca de Jalapa, formada por tres generaciones de su familia y en la que tenía colecciones de los autores antiguos que envidiaba la Nacional.
-Los cavernarios entraron y la arrasaron. El jefe de los cavernarios ahora está en un manicomio. Siqueiros no hubiera robado para el polo hubiera convertido en biblioteca pública. Yo tenía dispuesto mi testamento que mis hijos no podrían dividirla, porque el tesoro era completo. Sólo es salvado por casualidad el Rivadeneyra. ¿En qué país del mundo a un trabajador se le embargan o secuestran o incautan sus herramientas?.
Hablamos de los poetas finiseculares españoles y se detuvo de preferencia en Zorrilla y Núñez de Arce. Gusta don Salvadorcito de hacer ?como los niños que van al cinematógrafo? la reconstrucción de los poemas que ha leído, y me hizo admirablemente la de "A un buen juez mejor testigo".
-¡Qué gran poeta era Zorrilla, desmelenado frente a Núñez de Arce tan afeitado y pulido! Verdad? Esto del romance es maravillosos.
Nada hablamos de los poetas de América ni de las actuales inquietudes. Alguna vez, años ha, de todo esto charlábamos en su cuarto del Hotel Iturbide en México. Recuerdo los reparos que hacía a la oda de Roosevelt por aquella violencia gramatical: "Es" con voz de la Biblia o versos de Walt Whitman "que", etc. Y no se me olvida lo que dijo de "Las Mieles del Rosal" de don Ramón; y cómo se lamentó comentando a otros. Ponderaba entonces las prosas refinadas de José Juan Tabalda, no sé qué versos de Lugones. Algún día yo comentaré el incidente de don Carlos y don Felipe, acaecido en mi presencia que me reveló el corazón de oro de don Salvadorcito.
De otras cosas hablamos en la tarde luminosa de enero que trascendía a liquidámbares y que se tornaba azul dormido en el poniente del mar. Las memorias del general Díaz no le habían interesado (y por cierto que hizo un paralelo entre la defensa de Puebla contra los franceses y la de Sagunto en España): la cuestión agraria, la de los alquileres (¡otra vez y con detalles interesantes!), el incidente del Delegado Apostólico, los artículos del señor Bulnes, el cierre de la Preparatoria en Veracruz, los homenajes que vive preparando el Consejo Artístico y Cultural...
En la tarde que se iba oscureciendo ya, el faro del puerto me suavizó el íntimo crepúsculo con una luz que tenía el ritmo de un verso caído de los luceros y en la bahía que se iba ahogando en la noche se me perdió de vista la proa de un barco que estaba para encallar en aquella noche turbulenta de mitología.
Publicado en "Universal Ilustrado" el 26 de abril de 1923.