LUZ DE EINSESTEIN EN OJOS DE MEXICO
Diálogo con SERGEI EISENSTEIN Una vez con Bill Spratling, otra con el fotógrafo Luis Márquez, y luego gentes que llegan a pedirle órdenes, que se interponen para hacer una entrevista a mis anchas, que no dejan gozar este clima espiritual, este Eisenstein multánime, dinámico, que cuando se ríe da la impresión de que está riéndose un niño de esos que ponen los cromos para anunciar las excelencias de la vitamina que da más glóbulos rojos.
Me lleva a su apartamento del Hotel Imperial, en donde ha reunido finas cosas del arte popular mexicano, máscaras inverosímiles, juguetes fotogénicos, y comienza a mostrarme sus diabólicos apuntes y semblanzas en los que ha hecho puesto a gemir personajes que ahora se vuelven más célebres, gracias a la malicia y a la malignidad entreveradas de inocencia angélica, de este artistazo ruso que está preocupado por ser uno de los biógrafos de México y que lo logrará porque ha injertado la mitad de su sistema nervioso en los cien mil pies de película que ha ido tomando, sobre el mapa de este país, con la precisión con que una araña fabrica su urdimbre consciente de que las moscas siempre piensan con las patas?
-Cien mil pies, de los cuales van a aprovecharse unos diez mil -exclama sobrecogido de envidia, nuestro Luis Márquez-, Y ya ve usted agrega, él anda con muchos ayudantes y no le escatiman lo que pide para que su película resulte lo que se propone.
Y Einsenstein me invita a viajar por las grandes almas joviales que ha esquematizado en esos apuntes, con equis caballos de fuerza. Apuntes hechos de un solo trazo, sin intervención de lápiz con el propósito de que le sirvan para otros apuntes estilizados que podían colaborar en una nueva interpretación del "Corydón", por ejemplo, o para entender mejor cierto pasaje del Antiguo Testamento, aquel de José y la mujer de Putifar. Porque en sus ratos de ocio que son tantos como las variedades de cactus que ha ido estudiando con su ojo de operante clínico, -gran cirujano de paisajes mexicanos- Eisenstein diseña, urde, resuelve problemas de estática y dinámica, aplica su erudición que se antojaría infusa si no fuera que su curiosidad lo lleva a todos los libros, su curiosidad de eslavo, infantilísima que sólo por eso me lo explico, pues lo mismo se mete a estudiar la técnica del verso y de la prosa francesa, que las últimas investigaciones sobre el sistema nervioso de las plantas, que la hagiografía católica mexicana, que nuestro posible conflicto con la constelación de Hércules.
Eisenstein, iron and stone, hierro y piedra, lo dice el nombre de factura germánica. Para escribir la biografía del insigne director de cine, tendría que gastar los cien mil pies de película. Mundial figura, viajero sonoro que elude en estos días se le mencione en la prensa norteamericana, porque quiere dar un recio toque de alba y mientras no esté atrapado el México que vino a casar, ¿para qué?
-Lo va a acusar Mrs. Rublee- le informo-, porque ella también se ha propuesto antes que usted, hacer la verdadera película de este país. Parece creer que ustedes le robaron la idea.
-Una acusación sería el mejor reclame para mí, pero que la presente cuando yo le diga, porque ahora estoy muy ocupado.
Y después que me ha enseñado su Lady Macbeth, su Santa Teresa de Jesús, su Eva antibucólica, su Sansón y su Dalila, interpretaciones que no tienen precedente y que calofriarían a sus creadores conocidos, -Eisenstein me presenta una serie de sus destripados que se ríen, que tienen el placer de servir a usted lo que usted quiere para desayuno, y toda una Divina Comedia que dormía entre pañales y ahora se entenderá mejor sin necesidad de un curso en Bolonia.
Eisenstein vino a México a incitación de Diego Rivera, quien le conoció en Moscú. Antes había hecho su carrera de ingeniería en Leningrado y tuvo que truncarla porque fue al frente, hizo trincheras, leyó a Maeterlink a Ibsen, a quienes debe su educación sentimental. Para los soldados construyó un teatro en aquellas noches azarosas de 1918 a las que debe su devoción a las artes y los oficios.
-La primera pieza teatral que llevé a la escena en 1921, fue una de Jack London, "The Mexican": es un niño que recibe salario para aparecer como vencido en una lucha en que tiene que hacer el papel de vencido y gana el premio.
Hizo más tarde conocimiento de la gente de cine, siendo gran amigo de Chaplin, de von Stroheim, de Gloria Swanson, de Mickey Mouse. Y recuerda con emoción de cien grados centígrados sus días de maestro en la Cinema University, en Moscú, la única de esa clase en el mundo.
-¡Ah! ¿Con que Eisenstein ha venido a California? -Me dice cuando le subrayo la noticia. Einstein Einstein dos palabras que se prestan a maravilla para un ejercicio caligráfico sobre todo para los linotipistas y los que coleccionan sonrisas de celebridades.
-Tengo que verle -me dice- para proponerle la solución de uno de los problemas más complicados de la física y que puede ser resuelto por el cine. Y pongo un ejemplo en arquitectura, de que se puede representar un edificio con planta y fachadas para que el entendimiento del espectador se dé cuenta del volumen, es decir que no se necesitan más que dos dimensiones para entender la tercera.
Dejo este asunto a la disquisición de los arquitectos, ya que Pepe Beltrán se acerca a nuestro grupo, mientras Luis Márquez se devana en los sesos una cinta de plata ricamente untada de oros estelares y verdes de euforia.
Tissé, Alevandrov, Gregory, están manipulando en la terraza de la Secretaría de Educación, porque han llegado los huicholes. Allá vamos, para ver cómo trabaja el gran Sergio, en cuyos ojos se diría que como en los de la sierpe que hizo la felicidad del paraíso, surgen las luces sidéreas de la primera lección.
Publicado en "Revista de Revistas" en enero de 1932.