ENTREVISTA CON AGUSTIN MILLARES CARLO
Diálogo con AGUSTÍN MILLARES CARLO-Cervantes de Salazar, se pasó la vida soñando alcanzar algún día el rango de obispo? Usted verá? ¡una figura tan interesante¡... Lo que he podido hacer es recopilar los documentos más importantes que sobre él he encontrado en el Archivo del colegio de las Vizcaínas? En su testamento nos deja la lista de sus libros? Si, naturalmente, Cervantes de Salazar era un gran humanista? Pero ¿qué es un humanista? Gustosísimo aventuraría una definición sobre lo que es un humanista; pero es un tema que requiere mucha meditación, espacio y tiempo.
¿Y cuál es el sueño de usted, maestro, a lo largo de sus investigaciones históricas y bibliográficas? ¿Cuál es el problema que más le ha apasionado en ellas?
-El estudio de los manuscritos españoles de la Alta Edad Media, como base del trabajo que tengo hace años en el telar, titulado Corpus de Códices Visigóticos, del que he dado a conocer algunos aspectos parciales. A base del estudio de la escritura, pretendo señalar influencias culturales entre pueblos, a veces distantes, durante ese obscuro período, y creo haber llegado a algunas conclusiones de interés. Algo apunté en mi discurso de ingreso en la Academia de la Historia de Madrid, en 1935.
-Al decir que estoy hablando con un paleógrafo, un bibliógrafo, un latinista, un humanista, un verdadero maestro, se comprende que se trata del ilustrísimo doctor Agustín Millares Carlo, uno de los españoles que más bien han hecho a las casas de estudio en que su magisterio ha florecido en conversaciones, en proyectos, en preguntas y respuestas y en numerosos libros y estudios que son ya más que suficientes para ponderar su erudición esclarecida, su probidad insigne, su cultura que se derrama cotidianamente, sin pausa, pero sin prisa, como la estrella de que nos habla Ortega y Gasset.
Por dondequiera que su curiosidad y su pasión por el trato diario con los valores del espíritu y por el trabajo que se acrisola en la pasión, el doctor Millares Carlo ha sido un ejemplo en el Archivo General de la Nación Mexicana, en la Biblioteca Nacional, en el Colegio de México, en su cátedra de latín medioeval, en todos los sitios en que el estudio erige altares y la meditación ordena números. Es uno de esos trabajadores que se ciñen al método más riguroso para inquirir, tomar notas, compulsar hechos, plantear problemas, formular soluciones, y tras batallas íntimas, después de haber buscado en las intimidades del saber atesorado por muchas generaciones las vetas del oro que no se aprecia en quilates, logra presentar el libro graciosamente estructurado, dándole airosa personalidad.
Rodeado de algunos de sus libros predilectos, en su sala de estudio que da hacia las frondas del Paseo de la Reforma -en que el oro de la tarde se arrebola, más allá de los presentimientos de Cervantes de Salazar, el primer biógrafo de la ciudad de México-, encuentro al maestro, entregado a las arduas disciplinas que son su premio y su orgullo.
-No he publicado aún la lista de libros que apareció en el testamento de Cervantes de Salazar, y habrá que identificarlos, porque algunos de los nombres en latín tienen muchos errores. Es curioso que se haya conservado todo lo que se refiere a su testamentaria; las ceras, las misas, el túmulo. El origen de ese documento se halla en el manuscrito que encontró Paso y Troncoso.
¿Como cuantos archivos ha consultado en México?
-Algunos, entre los más importantes, El Museo Michoacano, el de las Vizcaínas, el Archivo de Notarías, el General de la Nación. Alguna vez fui a Morelia en busca de papeles relativos a Fray Alonso de la Veracruz y fue allí en donde nació mi propósito de preparar uno de mis libros.
¿Cómo fue iniciándose en los estudios paleográficos?
-Mi abuelo don Agustín Millares Torres fue historiador de las Islas Canarias. Mi padre era notario, y por cierto que bajo su cuidado estuvo el Archivo de Protocolos del siglo xvi. Fue allá en donde empecé a enfrentarme con los papeles. Tomaba apuntes, puntualizaba hallazgos y semejanzas en ciertas abreviaturas y un buen día, pues desde muy joven tuve afición a leer las letras difíciles, vine a descubrir que había una ciencia, la paleografía?
No sabía que usted fuera canario? y, por lo mismo, coterráneo de Pérez Galdós.
-Le conocí mucho en Madrid. No volvió más a las Canarias, pero recordaba maravillosamente a las gentes, preguntaba por fulanito, aquel fulanito a quien dejo de ver hacía muchísimos años. Cuando le conocí ya estaba casi ciego. Aquí en México vive Rafaelita, la hija adoptiva, de su sobrino don José Hurtado.
La escritura española que ha encontrado usted en los papeles viejos de América debe serle tan fácil para reducirla como la de la misma época en España, seguramente.
-Está usted en lo justo. La del siglo xvi tiene algunas arbitrariedades, que reflejan caprichos personales de los notarios. Como fruto de mis experiencias he podido formar, con la colaboración de mi amigo el doctor Mantecón, el Álbum de paleografía hispano-americana colonial.
¿Está ya listo?
-Lo publicará en Buenos Aires la Cultural Española que dirige Rafael Vehils.
Me da usted una noticia que echará a vuelo muchas campanas.
-Ha sido la culminación de un verdadero trabajo de chinos. Para que resulte útil, llevará láminas en las que podrán apreciar muchas muestras de Paleografía en varios de los países americanos. Serán 75 láminas. Me enviaron algo de lo que se custodia en Washington, en la Biblioteca del Congreso.
En la Colección Harkness haya algo muy bueno.
-Precisamente, son éstas. Añadiremos unas que se refieren al Ecuador, Centroamérica, Chile, Cuba. Mi deseo ha sido el de servir a quien no sabe Paleografía. De Chile me ha enviado Donoso unas cosas preciosas. El libro llevará una introducción histórica además de ciertas definiciones y conceptos.
¿Percibe usted diferencias fundamentales en esas escrituras?
-No hay diferencias gráficas en América. La grafía es la misma. Es que los escribanos que vinieron con los conquistadores eran los mismos aquí y allá. Naturalmente que aquí hubo una segunda generación de ellos; digo aquí, por decir América; pero los de esa generación también eran idénticos.
¿No se le ha ocurrido catalogar los nombres de algunos de esos escribanos?
-Sería un trabajo muy largo, un trabajo ímprobo; pero ya lo hará alguien. Hay tanto que hacer en esta clase de investigaciones.
Y fuera de lo que usted pudo realizar en España ¿qué más puede mencionarme?
-Recuerdo con gran emoción mis labores en la Biblioteca Nacional de París, revisando todo lo que pude en su sección de manuscritos. Allí, por cierto, examine los códices visigóticos españoles. ¿No quiere usted que tomemos una tácita de chocolate? Como españoles, en mi casa siempre lo tomamos a estas horas.
Encantado, maestro.
-No quiero olvidar los días que pasé en el Archivo Nacional de Lisboa y en el Archivo de la Torre Dotombo, de la Biblioteca Nacional.
Le ruego aclararme ¿en dónde se halla el Archivo de Simancas? Se lo pregunto porque yo nunca he estado en España.
-Está cerca de Valladolid. Es un lugar frío, muy frío ¡uf!, terrible? De allí fue desglosada gran parte que se envió al Archivo de Indias en Sevilla. Se queda uno pasmado en presencia de la cantidad de volúmenes que estudia el Simancas? La manía grafológica de los Reyes? Alguna vez hice investigaciones en el Archivo Municipal de Madrid.
Por supuesto que antes de servir la cátedra de Paleografía en la Universidad de México, ya la había dado en España.
-Después de profesarla en la Universidad de Granada en 1923, fui invitado para dirigir en Buenos Aires el Instituto de Filología. Aquel instituto que dirigió primeramente Américo Castro; yo le sustituí. Después llegó Amado Alonso. El decano era nuestro gran amigo don Ricardo Rojas.
¿Y después pasó usted a México?
-No. De Buenos Aires volví a España. Gané por oposición la misma cátedra de Paleografía en Madrid.
¿Pero antes estuvo en el Brasil?
-Encontré en Río las copias de documentos referentes al célebre jesuita José Han Anchietta, el autor de la primera gramática del guaraní, que es rarísima, y de la que la Biblioteca Nacional de Madrid tiene un ejemplar. Anchietta me ha interesado mucho, muchísimo?
¿y por qué?
-Porque también es canario.
¡Entonces debe interesarle también la personalidad de otro gran canario, Fray Pedro de Bethancourt, el famoso Hermano Pedro, como le dicen en Guatemala!
-No he visitado Guatemala y me gustaría saber algo más sobre el fundador de la orden de los Betlemitas.
Cuando yo conocí su sepulcro en una iglesia de la Antigua Guatemala, me dijeron que si la tocaba tres veces con los nudillos, ya que el Hermano Pedro hace milagros, me concedería realizar tres cosas que yo pidiera mentalmente. De modo que ya lo sabe usted. No sé si el venerable también interviene en la mejoría de algún dato bibliográfico cuando cae enfermo, ya que el Hermano Pedro fundó hospitales.
-Conozco algo la bibliografía del Hermano Pedro; pero habría que hacer investigaciones más a fondo?
¿y cómo se inició usted en los estudios bibliográficos?
-Mis aficiones datan de hace mucho tiempo y se iniciaron con la lectura del Ensayo de una Biblioteca española de libros raros y curiosos de don Bartolomé José Gallardo. Cuando más tarde conocí los trabajos del benemérito y modesto sacerdote don Cristóbal Pérez Pastor, uno de ellos sobre La imprenta en Toledo, otro La imprenta en Medina del Campo y más tarde su Bibliografía madrileña, comprendí las perspectivas que podía tener esa disciplina como auxiliar de los estudios literarios, científicos, etc.
¿cuáles fueron las primeras expresiones de sus afanes en bibliografía?
-En primer término el trabajo que llevé a cabo acerca de escritores de las Islas Canarias, de los siglos xvi a xviii, que fue publicado por la Biblioteca Nacional de Madrid, y enseguida inicie una investigación, inédita aún, sobre la imprenta en las Canarias. Más tarde trabajé la Bibliografía de la imprenta en Barcelona, siglo xvi, que fue premiada por la misma Biblioteca Nacional y que no llegó a publicarse por causa de la guerra; y para redactar la del siglo xvii, ya reuní los materiales y logré traerlos conmigo a México.
Hábleme algo sobre sus maestros españoles.
-Los que más recuerdo, por haber sido maestros directos y por haber dejado honda huella en mi formación son: don Cayo Ortega Mayor, profesor de Biología en la Universidad de Madrid, quien editó La Celestina en la Biblioteca Clásica Hernando; don Enrique Soms y Castelin, hombre extraordinario, autor de una adaptación de la gramática griega de Curtius, y que lleva prólogo de Menéndez y Pelayo, acerca de los estudios gramaticales helénicos en España; don Ramón Menéndez Pidal, a cuyo lado trabajé algunos años en el Centro de Estudios Históricos de Madrid y don Américo Castro, mi maestro en los estudios de Gramática Histórica Española, pero ninguno como Soms, helenista, latinista, paleógrafo, un hombre arrebatado prematuramente a la ciencia.
¿De modo que su primera experiencia de bibliógrafo no es tan remota como podría creerse?
-En el Ensayo de una bibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias ensayé la bibliografía tal como la concibo; notas sobre el autor, su biografía, bibliografía sobre él, y luego la descripción de sus obras y los documentos inéditos que sobre él pueda reunirse en lo que se refiere al aspecto literario. De este modo me parece que se sigue el método que practicó Cristóbal Pérez Pastor a fines del siglo pasado.
¿Tuvo oportunidad de conocer a Menéndez y Pelayo?
-Le conocí personalmente, recién llegado yo a Madrid, y a pesar de que yo era un estudiantón tuve el gusto de recibir una carta suya en la que me daba noticias sobre Gonzalo Argote de Molina. Yo trabajaba en el Ateneo, cerca de la Academia de la Historia. Más de una vez vi a don Marcelino salir a la calle envuelto en su capa. Mi abuelo tuvo con él excelente amistad. Por cierto que cuando estaba preparando Los heterodoxos españoles, mi abuelo le proporcionó muchas noticias sobre las Islas Canarias. Mi padre sostuvo larga correspondencia con él, así como con toda la gente importante de entonces. Todo lo que yo pudo reunir sobre Argote de Molina se lo proporcione a don Francisco Rodríguez Marín para un libro que preparaba.
¿Y ahora qué prepara usted?
-Puedo decir que además del Album de paleografía hispanoamericana colonial en colaboración con el doctor Mantecón, son de inminente publicación: Bibliografía de archivos mexicanos -también colaborará conmigo el doctor Mantecón-, Las literaturas griega y latina (historia y antología), la traducción del De procuranda Indorum salute del Padre José de Acosta en colaboración con J. Sapiña; la edición del texto latino con traducción y notas, del libro De las Islas del Mar Océano de Juan López de Palacios Rubios; una selección, prólogo y notas de Virgilio y Horacio, y la edición de La Celestina con la colaboración de Mantecón.
Es indudable que su permanencia en la América Española ha sido fructuosa en numerosos bienes espirituales para usted y para quienes han gozado su cátedra.
-Esos beneficios han sido muy considerables, pues me han permitido conocer -no con la intensidad que yo lo deseara- la literatura y la historia de algunos de estos países, y contribuir a su estudio con algunas monografías en la medida de mis modestas fuerzas.
El doctor Millares Carlo ha enriquecido su producción, durante su permanencia en México, con obras que son de utilidad admirable y de orientación eficaz para los estudiosos: Nuevos estudios de Paleografía española, la segunda edición de su Gramática elemental de la lengua latina, Antología de la lengua latina, Índice y extractos de los libros de protocolos del Archivo de Notarías del D.F., Bibliografía de bibliografías mexicanas, Introducción al estudio de la lengua latina (Gramática, antología, vocabulario), Manual antológico de literatura latina. Resumen de historia universal de la literatura y Cartas recibidas de España por Francisco Cervantes de Salazar; a lo que hay que añadir sus traducciones anotadas y algunas con prólogo, de Utopía de Tomás Moro, Cuestiones académicas y De los deberes de Cicerón, Obras completas de Salustio, La germanía de Tácito, Discursos referentes a América de Feijóo, las Décadas de Pedro Mártir de Anglería (lo concerniente a México), Del único modo de atraer a los pueblos a la verdadera religión y De la destrucción de las Indias por Fray Bartolomé de las Casas, y prólogos a la Biblioteca Mexicana de Eguiara y Eguren, una edición de Don Quijote, Antología poética de Fray Luis de León y una traducción completa de Cornelio Nepote.
Pero antes había publicado en Madrid: Tratado de Paleografía española, Ensayo de una bibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias, Documentos pontificios en papiro de archivos catalanes (estudio paleográfico y diplomático), Contribución al Corpus de códices visigóticos. La biblioteca de Gonzalo Argote de Molina. Estudios paicográficos. Gramática elemental de la lengua latina, en colaboración con A. Gómez Iglesia, Nueva colección de documentos del Archivo Municipal de Madrid, en colaboración con E. Varela, El libro boradado del Consejo Madrileño, Libro de cédulas y provisiones de Madrid, El fuero de Madrid, Libros de acuerdos del Concejo Madrileño (siglo xv), en colaboración con Genaro Artiles, Libro de cédulas y provisiones de Madrid, El libro de privilegios de los jurados toledanos, La Cancillería Real en Castilla y León hasta el reinado, inclusive, de Fernando iii, y una edición con prólogo y notas del Teatro Crítico y de las Cartas eruditas del Padre Feijóo.
¿Y ya entrevistó usted al Secretario de Relaciones, señor Torres Bodet?
-Espero entregarle, dentro de pocos días, la carta de presentación que para él me ha dado Mr. G. R. G. Conway, y espero contar con el apoyo de la Secretaría para llevar adelante el plan de una nueva serie de Bibliografías mexicanas, que inició Genaro Estrada.
(Mr. Conway es el notable bibliófilo que ha reunido uno de los tesoros más ricos de la bibliografía mexicana, lo cual no le impide continuar como gerente de una de las empresas más importantes de la industria eléctrica en México)
¿Cómo van los trabajos de investigación, en que usted participa, sobre la bibliografía del humanismo en México?
-Mi colaboración, que se refiere al siglo xvi, casi la tengo lista. La del xvii ha sido encomendada al doctor Mantecón, la del xviii a don Manuel Alcalá Anaya y la del xix y del xx al doctor Gabriel Méndez Plancarte.
¿Cuales son los más sobresalientes humanistas que ha encontrado?
-En primer término el doctor Cervantes de Salazar y Fray Alonso de la Veracruz. Luego hay unos escritores que sólo son conocidos por alguna carta, algunos versos encomiásticos.
¿Por ejemplo?
-Rafael de Cervantes, cuyo apellido no hay que confundir, como ya ha sucedido, con Cervantes. Puedo también mencionar a Fray Esteban de Salazar y a Fray Andrés de Tordehumos que publicó su libro en Medina del Campo, pero que fue alumno de Fray Alonso de la Veracruz.
(Millares Carlo ha sido uno de los colaboradores de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, cuyo plan fue trazado por el doctor Francisco Larroyo)
hay muchos trabajos de investigación humanística en España?
-Tenemos una vasta tradición en esa clase de estudios. Don Marcelino Menéndez y Pelayo publicó una Biblioteca de traductores hispano-latinos que figura como anexo a la Revista de Archivos; pero sólo llegó hasta la letra C, y el resto sigue inédito en la biblioteca que en Santander lleva su nombre.
(A lo dicho hay que agregar que Millares Carlo es uno de los colaboradores asiduos de Filosofía y Letras, Revista de Historia de América, Letras de México y el suplemento del diario El Nacional, dirigiendo las informaciones bibliográficas de los tres últimos, lo mismo que en Cuadernos Americanos. A última hora trabaja siete horas diarias en la Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, redactando las etimologías para un diccionario enciclopédico.)
Es envidiable su salud de hierro, termino diciéndole.
-No lo crea; me siento un poco cansado?
-Es que no bastan el aire y es sol de los campos que a veces gozamos con la simple lectura de la poesía bucólica. Hay que tomar vacaciones, como la acostumbraba Virgilio?
Entrevista original, Fondo Rafael Heliodoro Valle, ERHE Expediente 179, 1926.