EN LA HONDA NOCHE MAYA
Diálogo con SYLVANUS GRISWOLD MORLEY De nuevo escuchamos a Sylvanus G. Morley, radioso de sabiduría, héroe en el conocimiento de la "enorme y delicada" gente maya después de una de sus incursiones a lo largo del enigmático laberinto que se ilumina cuando los códices hablan con lengua de colores y se oscurece cuando cierra la noche en los jeroglíficos.
-El camino es largo y terrible pero como todas las cosas sagradas tiene un imán que nos va llevando hacia dulces abismos. Todavía no podemos entender muchas de las voces que se han quedado inmóviles en la piedra, sumergidas bajo el nivel del mar y otras tan altas como las imágenes que en las cumbres el tiempo ha cincelado.
Y en la intimidad que precede a la plática que esa noche va a darnos en la Sociedad Mexicana de Geografía el ilustre arqueólogo me permite que le interrogue y abusando de instantes que debía dedicar a los preparativos de la cámara de cine que le será espléndido colaborador en su relato, me dice persuadido de que tiene un pacto inmortal con el enigma:
-Vengo de Copán y voy para Chichén. Esta es mi visita anual a México desde la vez primera que vine en 1914. Hemos ampliado el círculo de nuestras investigaciones y creemos que muy pronto será posible anunciar grandes noticias sobre el aspecto vital de los mayas.
¿En Copán o en Chichén?
-Son esos los dos polos que circunscriben el mundo más interesante de la América Media. Hay una continuidad histórica que cada día nos fascina más y que permite creer que el maya fue un pueblo de estructura sólo superada en solidez por las piedras que labraron sus maestros.
¿Y por qué no escribe usted un manual, usted mejor que nadie, un manual que nos permita conocer a conciencia el panorama de aquella cultura?
-La bibliografía ya es numerosa y, en cambio, lo que hasta ahora hemos hecho en las comarcas arqueológicas es algo, pero no es todo. Estamos planteándonos un programa que ha de responder a las novísimas preocupaciones de la arqueología. La Institución Carnegie ha logrado entusiasmar no sólo a los hombres de estudio y de acción en México, sino que también ha comprometido a los de Honduras y Guatemala.
-Pero ya es hora de que el fruto se totalice en una historia sumaria, en una guía?
-Un plan para la historia de Yucatán por el momento. Y, enseguida, veremos que más. Hay un plan a discusión del cual ya hablaremos. ¿Cuándo nos encontraremos usted y yo en Copán, la Atenas Maya? No olvide que somos coterráneos porque tengo a mucho honor ser ciudadano honorario de Copán.
Es el mismo joven intrépido, el Morley que conocí en Washington a poco de haber publicado uno de los libros más fundamentales sobre los mayas, "Inscriptions at Copan" que rápidamente lo colocó entre los más insignes doctores de la América antigua. Con su alegría alpinista, su equilibrio intelectual que le impide trabajar únicamente con las materias primas de la imaginación, Morley ha logrado captar muchos mensajes procedentes de la honda noche maya sin recurrir al escándalo ni a la superchería, que son los dos enemigos más peligrosos para un arqueólogo.
¿Recuerda usted cuando comenzó su pasión por la arqueología?
-Prescott, la lectura de la historia de México por Prescott.
Leyó más tarde a Stephens, a Plongeon, a Maudslay, a todos los clásicos de la Americanística. Muchos han sido superados por él, no tanto porque ha contado con una Institución Carnegie -que no ha puesto limite a gastos para las empresas científicas que toma bajo su responsabilidad- si no porque más que un viajero lírico ha sido un investigador cuya técnica se puede comparar a máquina inteligente; un investigador que se ciñe al cálculo, al dato estricto, al matiz específico, pero que lleva las salas de la intuición para librarse en el instante en que hay que ser exégesis.
-Uaxactún, Balalcab, Chichén, Quiriguá; todas están ya precisas en el mapa. La fecha encontrada en la estatuilla de jadeita en Tuxtla realmente corresponde al año XCVI antes de Cristo, y la fecha siguiente, la más remota la tenemos en un monumento de Uaxactúm siendo la LXVIII de nuestra Era.
Se habló mucho con motivo de la exploración última en Copán de que se habían encontrado unas sandalias de oro y eso bastó para volver al tema de la identidad que el metal de los idolillos que se hallaron en el Cenote de Chichén tiene con lo que encontró Lothrop en aquella necrópolis de Chiriquí.
-Ya he dicho que los buscadores de tesoros no deben hacerse ilusiones para ir a los bosques tropicales. Son muchos los enemigos que les saldrán al paso y no encontrarán el oro que buscan. La malaria, la ictericia, la úlcera de los chicleros, las víboras. ¿A qué seguir enumerando? Cuando se divulgó la noticia de que en uno de aquellos templos fueron excavadas unas botas de oro macizo no se imaginaban que se trataba de unas botas que tienen una pulgada y un cuarto de largo. Pero el oro es muy delgado. Muchos crédulos se figuran que los mayas eran tan opulentos que todos usaban botas de oro macizo.
¿Oro virgen como el que dicen que ostentaba la corona del actual Negus de Abisinia?
-Oro virgen, oro macizo, pero oro delgado. A pesar de ello se trata de un hallazgo que tiene un gran interés arqueológico desde el momento que viene a probarnos que los mayas de Copán tuvieron tráfico hacia el Sur, trayendo quizá desde Costa Rica el metal precioso en una fecha que ni siquiera nos imaginábamos.
¿Y en donde fueron encontradas las botas?
-Debajo de un monumento en una bóveda de cantería cruciforme. Junto a ellas fue hallado un montón de aderezos litúrgicos. Es posible que así como hoy se depositan documentos o monedas en las primeras piedras de los edificios los mayas quisieron dar a la posteridad alguna información sobre su cultura.
Nos maravilla ese par de volúmenes en que la Institución Carnegie da todo lo que sabe sobre el Templo de los Guerreros en Chichén Itzá. Ese mosaico de turquesas que reconstruyó el artífice japonés que ustedes contrataron tiene un esplendor insólito.
-Ichikawa se desesperó al no poder construirlo del todo. Su acuarela es encantadora una verdadera obra de arte.
Y cuando esto me decía, el rostro de Morley reflejaba la épica melancolía de los metales que han sufrido la prueba del fuego en los terremotos y que han impuesto su solemne perfil en la numismática de la lava que sirve de féretro a las ciudades por donde han pasado las sandalias de oro de la sabiduría.
E invitados por el asistimos al júbilo -que eso fue su plática esa noche- con que nos iba narrando en su peculiar español las tareas que se han emprendido para restaurar a las piedras derrumbadas, resucitar los problemas de la glíptica y darle a cada color su personalidad dentro de la rica urdimbre de una policromía que a trechos se ha salvado de la golosa intemperie.
Sobre la pantalla iban precisándose las cifras que Morley ha logrado leer y que nos marcaba con la seguridad de quien sólo necesita de una lucesilla para conducir a sus invitados a través de las salas hipóstilas en que apenas redivivas por el pintor Charlot, se definen a contraluz las imágenes de los dioses.
-Cuando empezamos los trabajos de Balalcab, uno de nuestros compañeros sugirió que le pusiéramos a la ciudad el nombre de Jerusalén, porque habíamos llegado en Viernes Santo, a lomo de burro?
Los monolitos copánidas, las estelas de Quiriguá, la suntuaria de los guerreros, las divinidades zoolátricas, iban pasando sin ceremonia frente a la pantalla viva de nuestra emoción, trunco el argumento, balbuceando palabras incoherentes, porque es lo único que pueden decir a pesar de la erudición de Beyer, de las fiestas policromas de Charlot, de las explicaciones de Morris, de los resúmenes cronológicos de Palacios.
Lo que usted nos ha referido esta noche -le dije al salir- viene a convencernos más de que el pueblo maya fue una de las más altas expresiones que el Espíritu ha tenido en América. ¿Cuándo escucharemos, como si cayese de una estrella su mensaje?
¿Cuándo?
¿Aquel arte entró en función social?
-La vida social y económica de los mayas es uno de los capítulos más inquietantes para el hombre de ciencia.
Como Teófilo Gautier en "El Pie de la Momia", podría Morley conducirnos por los túneles de la imaginación hasta los recintos ceremoniales en que los lapidarios trabajaron toda la noche de la mitología para copiar en la turquesa y en el jade los símbolos invisibles que ostenta Kukulcán en el joyel dinámico del viento.
Publicado en ?Revista de Revistas? en octubre de 1935.