PRESENTACIÓN
El 29 de julio de 1959, falleció en la ciudad de México uno de los humanistas más fecundos de Hispanoamérica: Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, Honduras, 3 de julio de 1891-Ciudad de México, 29 de julio de 1959), por antonomasia el primer hondureño de México. La noticia de su deceso apareció en la mayoría de los periódicos de habla hispana y en algunos de Norteamérica. Excélsior, El Universal, Novedades, La Prensa, de San Antonio, Texas; La Opinión, de Los Ángeles, California, diarios a los que había entregado sus colaboraciones por muchos años, destacaron, mediante la pluma de sus más sobresalientes articulistas, la vida y la obra del hondureño.
En efecto, las reacciones de pesar de los representantes del movimiento cultural e intelectual de América se multiplicaron en gran parte de los periódicos de habla hispana durante los meses posteriores a su desaparición. México, entre todos los países hispanoamericanos, fue el que más resintió su pérdida, pues pocos extranjeros quisieron tanto a nuestra patria y describieron tan bellamente sus paisajes, cultura y habitantes como Rafael Heliodoro Valle.
Sin renunciar jamás a su nacionalidad de origen, la hondureña, Valle fue mexicano de prosapia, de singular nobleza y de labor trascendente. A lo largo de su fructífera vida, no solo divulgó nuestros más altos valores estéticos y científicos, sino que sirvió con cabal eficacia a la cultura americana en sus más variadas manifestaciones. Nadie como él realizó en su momento tan vasta empresa para dar a conocer a México en todos los países de Centro y Sudamérica.
A México dedicó los mejores años de su vida y a la Biblioteca Nacional de México, por decisión testamentaria, la totalidad de su acervo. El denominado Fondo Rafael Heliodoro Valle, es al día de hoy, una de las colecciones documentales, bibliográficas, hemerográficas y fotográficas más ricas e importantes de temas centroamericanos alojadas en el Fondo Reservado de la Biblioteca.
Valle trajinó sin cesar en la obra histórica, literaria, bibliográfica y periodística. Producto de esta labor fueron entre otros, los siguientes libros: Índice de escritores; Bibliografía Centroaméricana; Como era Iturbide; México imponderable; La anexión de Centroamérica a México; Bolívar en México; Bibliografía maya; La cirugía mexicana del siglo XIX; Bibliografía de Historia de América; Iturbide, varón de Dios.
Durante medio siglo llenó con sus artículos los periódicos de América, gracias a un incansable trabajo de análisis y síntesis, de maduración y fe en las creaciones de la inteligencia. Fue uno de los redactores veteranos de Revista de Revistas y del periódico Excélsior, y muchos de los posteriores “reporteros estrella”, aprendieron ante todo de la disciplina de Valle. Fue durante años el columnista más leído de México y, aunque conoció y dominó las técnicas informativas, lo que resalta de su trabajo periodístico es que supo colorear con su imaginación y con su estilo magnético las más triviales noticias. De un suceso menor supo hacer una narración poética que imantaba sus textos.
El editorial, la noticia, la crónica, la gacetilla, y en especial las entrevistas, motivo del presente trabajo, están conformados con dicha característica. Entre las formas de periodismo, la columna fue la que más practicó Valle. La que más fama le dio fue la denominada “Cosmópolis” que apareció exclusivamente en el periódico Excélsior durante 20 años, dos veces por semana. Otras columnas fueron: “América tiene la palabra”, “Nuestra América”, “Columna de humo” y “Periferia de México”.
Aun como embajador de Honduras en Washington mantuvo sus colaboraciones acostumbradas con los principales periódicos hispanoamericanos, siguió impartiendo conferencias, produjo obra histórica y literaria y fundó el Ateneo Americano de Washington, en donde logró reunir a los intelectuales del Continente para con su ayuda, convertirlo en foco permanente del americanismo.
Convertido en el embajador cultural de la América latina, buscó plataformas para que se publicaran trabajos de destacadas personalidades y organizó infinidad de eventos para promover el conocimiento de la cultura de los países de habla hispana. A su muerte, pocos años después, el gobierno mexicano le otorgó la condecoración de la “Cruz del Águila Azteca”.
PRESENTACIÓN
El 29 de julio de 1959, falleció en la ciudad de México uno de los humanistas más fecundos de Hispanoamérica: Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, Honduras, 3 de julio de 1891-Ciudad de México, 29 de julio de 1959), por antonomasia el primer hondureño de México. La noticia de su deceso apareció en la mayoría de los periódicos de habla hispana y en algunos de Norteamérica. Excélsior, El Universal, Novedades, La Prensa, de San Antonio, Texas; La Opinión, de Los Ángeles, California, diarios a los que había entregado sus colaboraciones por muchos años, destacaron, mediante la pluma de sus más sobresalientes articulistas, la vida y la obra del hondureño.
En efecto, las reacciones de pesar de los representantes del movimiento cultural e intelectual de América se multiplicaron en gran parte de los periódicos de habla hispana durante los meses posteriores a su desaparición. México, entre todos los países hispanoamericanos, fue el que más resintió su pérdida, pues pocos extranjeros quisieron tanto a nuestra patria y describieron tan bellamente sus paisajes, cultura y habitantes como Rafael Heliodoro Valle.
Sin renunciar jamás a su nacionalidad de origen, la hondureña, Valle fue mexicano de prosapia, de singular nobleza y de labor trascendente. A lo largo de su fructífera vida, no solo divulgó nuestros más altos valores estéticos y científicos, sino que sirvió con cabal eficacia a la cultura americana en sus más variadas manifestaciones. Nadie como él realizó en su momento tan vasta empresa para dar a conocer a México en todos los países de Centro y Sudamérica.
A México dedicó los mejores años de su vida y a la Biblioteca Nacional de México, por decisión testamentaria, la totalidad de su acervo. El denominado Fondo Rafael Heliodoro Valle, es al día de hoy, una de las colecciones documentales, bibliográficas, hemerográficas y fotográficas más ricas e importantes de temas centroamericanos alojadas en el Fondo Reservado de la Biblioteca.
Valle trajinó sin cesar en la obra histórica, literaria, bibliográfica y periodística. Producto de esta labor fueron entre otros, los siguientes libros: Índice de escritores; Bibliografía Centroaméricana; Como era Iturbide; México imponderable; La anexión de Centroamérica a México; Bolívar en México; Bibliografía maya; La cirugía mexicana del siglo XIX; Bibliografía de Historia de América; Iturbide, varón de Dios.
Durante medio siglo llenó con sus artículos los periódicos de América, gracias a un incansable trabajo de análisis y síntesis, de maduración y fe en las creaciones de la inteligencia. Fue uno de los redactores veteranos de Revista de Revistas y del periódico Excélsior, y muchos de los posteriores “reporteros estrella”, aprendieron ante todo de la disciplina de Valle. Fue durante años el columnista más leído de México y, aunque conoció y dominó las técnicas informativas, lo que resalta de su trabajo periodístico es que supo colorear con su imaginación y con su estilo magnético las más triviales noticias. De un suceso menor supo hacer una narración poética que imantaba sus textos.
El editorial, la noticia, la crónica, la gacetilla, y en especial las entrevistas, motivo del presente trabajo, están conformados con dicha característica. Entre las formas de periodismo, la columna fue la que más practicó Valle. La que más fama le dio fue la denominada “Cosmópolis” que apareció exclusivamente en el periódico Excélsior durante 20 años, dos veces por semana. Otras columnas fueron: “América tiene la palabra”, “Nuestra América”, “Columna de humo” y “Periferia de México”.
Aun como embajador de Honduras en Washington mantuvo sus colaboraciones acostumbradas con los principales periódicos hispanoamericanos, siguió impartiendo conferencias, produjo obra histórica y literaria y fundó el Ateneo Americano de Washington, en donde logró reunir a los intelectuales del Continente para con su ayuda, convertirlo en foco permanente del americanismo.
Convertido en el embajador cultural de la América latina, buscó plataformas para que se publicaran trabajos de destacadas personalidades y organizó infinidad de eventos para promover el conocimiento de la cultura de los países de habla hispana. A su muerte, pocos años después, el gobierno mexicano le otorgó la condecoración de la “Cruz del Águila Azteca”.